lunes, 26 de octubre de 2015
CAPITULO 20 (tercera parte)
A la mañana siguiente, Pedro deslizó su sierra en la suave madera del tronco en el que había perforado un agujero ese primer día en el porche y comenzó el laborioso proceso de cortar las partes podridas. Había terminado la mayor parte del recableado anoche y disfrutaba el hundirse en el extenuante trabajo de cortar los troncos a mano, igual que siempre había disfrutado trabajar como un Hotshot en la tala de un bosque de arbustos y árboles muertos.
Si no podía combatir el fuego, quería estar sudando de otras maneras.
Después de sólo cuatro días de trabajo en la cabaña, estaba impresionado con el trabajo que sus bisabuelos habían puesto en la construcción de esta casa. Si la renovación llevaba tal sudor, estaba seguro que construirla de cero, sin la ayuda de carpinteros y arquitectos, era mil veces más difícil. Y aún más satisfactorio.
Un día, había empezado a pensar que, le gustaría construir su propia cabaña de madera en Lake Tahoe. Trabajar en Poplar Cove era como tomar una clase práctica, la mejor manera de aprender lo que había que hacer.
Trabajar en la cabaña le daba un montón de tiempo para pensar.
Tiempo suficiente para llegar a un plan para tratar con Paula.
Durante el día mantendría su cabeza en la cabaña, centrado en el trabajo que tenía que hacer. No más comidas compartidas. No más acogedoras conversaciones. Y por la noche, cuando un día lleno de deseo reprimido le haría estallar las costuras, se iría como la mierda fuera de Poplar Cove, se mantendría alejado hasta estar seguro de que Paula estaba a buen recaudo en la cama.
Ayer por la noche, se había dirigido hacia el abrevadero local al final de Main. Los preparativos del Cuatro de Julio estaban muy en marcha a lo largo de la calle principal con grandes grupos de niños y padres trabajando para decorar carrozas.
Había sido uno de esos niños una vez, había esperado el desfile y los fuegos artificiales durante todo el año.
Convertirse en Hotshot había cambiado los fuegos artificiales para él.
Incluso antes de que se hubiera quemado, las dos primeras semanas de julio eran ásperas. Con incendios constantes, tanto accidentales como intencionales.
No había disfrutado de un espectáculo del Cuatro de Julio en años.
Pero el verano pasado había sido el peor, sabiendo que habría incendios y que no estaría allí para apagarlos.
No tenía ganas del espectáculo de esta noche, ya estaba pensando en salir al techo y al muelle y diluirlos.
Se tensó al oír la puerta mosquitera abrirse, sabía que era el momento de poner su plan en acción. Permanecer en su lado de la habitación. Mirando el reloj, vio que eran sólo las 11 a.m. Paula debió servir sólo el desayuno hoy.
¿Por qué estaba siguiendo su horario tan de cerca?
Apoyó su bolso en la silla más cercana y sonrió.
—Hola.
La opresión en su pecho se abrió cuando la vio.
Se la bebió, olvidando todo por el momento, excepto el placer de estar en la misma habitación.
Se acercó, miró hacia el nuevo agujero en la pared.
—Wow, realmente vas a sustituir los troncos, ¿no es así?
Un mechón de pelo estaba en su boca y lo siguiente que supo es que estaba enganchando un dedo en este, sus nudillos deslizándose contra la mejilla de ella. Se obligó a alejarse.
—Me dije que no te iba a tocar.
—No —dijo en voz baja— esto es bueno. Tenemos que hablar sobre esto. De lo que hay entre nosotros.
—No puede haber nada entre nosotros.
Asintió, pero dijo:
— ¿Por qué no?
Antes de que pudiera recordar alguna de las razones, estaba acercándose a él, diciendo:
—No, no me lo digas. Ya sé por qué no deberíamos hacer esto. Pero, ¿de verdad piensas que podemos detenerlo?
No podía apartar la mirada de su boca, de la suave y rosada carne. No había suficiente auto control en el mundo para mantenerlo alejado, pero justo antes de que se rindiera a lo que más deseaba, oyó su voz en su cabeza:
—Perdí treinta y tres años. Vine aquí para conseguir finalmente que todo esté bien.
Involucrarse con él sería hacer todo mal.
—Tenemos que detenerlo.
El dolor brilló en sus ojos tan rápido que casi se lo perdió.
Pero no del todo. No podía dejar que creyera que no era deseable como el idiota de su marido había dicho.
—No creas que no te deseo, Paula. Te he deseado desde el primer momento. Sabes eso.
La vio tragar, lamerse los labios.
—Lo sé. Pero no sé por qué tienes que estar tan empeñado en hacer lo correcto. La mayoría de los chicos solo acabarían tomando lo que pueden obtener y no se preocuparían de las consecuencias.
—Me gustas —dijo lentamente, sabiendo que estaba tratando de recordarse a sí mismo tanto como a ella sus razones—. Si nos hubiéramos conocido en un bar, si supiera que nunca te vería de nuevo, si no fuéramos a compartir esta cabaña por el próximo mes, si no supiera acerca de tu matrimonio, entonces las cosas serían diferentes. Pero ambos sabemos que regresaré a Tahoe pronto. Los dos sabemos que esto no va a funcionar.
Pero incluso mientras lo decía, estaba perdiéndose en sus ojos, podía sentir sus dedos comenzar a arder con la necesidad de tocarla.
Sería tan fácil perderse en Paula.
Una y otra vez sacaba cosas de él que nunca le había dicho a nadie, lo obligaba a mirar las cosas que creía que sabía a ciencia cierta con una nueva luz. Y cuando había intentado devolverle la pelota haciéndola confesar sus propios secretos, en lugar de cerrar el intrigante círculo, aprender más de ella había volado el misterio de par en par.
Claro, había tenido dinero. Pero no le había hecho la vida más fácil. No había hecho que su marido fuera menos imbécil.
Toda su vida había sido un maestro del control. No había razón para que Paula fuera algo diferente. Sólo necesitaba tomar las riendas.
—Te doy mi palabra de que no te tocaré de nuevo.
Nunca había sido un mentiroso. Y hasta este momento no había pensado en que alguna vez se convertiría en uno.
Pero tenía mucho miedo de haber hecho exactamente eso.
Porque después de sólo haber probado el más pequeño sabor de su dulzura, podía ver que mantener su palabra podría ser imposible.
Era tan fácil de leer, su expresivo rostro diciéndole que estaba decepcionada. Pero después de su última discusión, mantenerse alejado se había convertido en algo más que solo seguir con su enfoque en la lucha contra el fuego, en volver con su equipo. Le gustaba mucho como para usarla, como para ceder a la urgencia de tomarla cuando apenas tenía un pie en la puerta.
Le gustaba demasiado como para ser un imbécil más en su vida.
La vio soltar un suspiro tembloroso, mirar al suelo, y decir en voz baja:
—Esto en cuanto a tomar riesgos.
Cuando miró de nuevo hacia él, sus ojos una vez brillantes se habían atenuado.
—Entonces, ¿qué está en la agenda de la cabaña después de cambiar los troncos?
Odió ver la vida pasar de ella, pero sabía que era para mejor, que tenían que permanecer en territorio neutral.
—Tendré que remover entre los troncos, luego quitar el hollín viejo para poder revestirlos. Había estado esperando llegar a los muebles también, ver lo que podía hacer para arreglarlos como una sorpresa para mi abuela. Ahora, no sé si eso pasará.
Hizo un sonido de placer que desencadenó otra chispa inextinguible detrás de su esternón.
—En realidad, he estado muriendo por tener en mis manos algunos de los muebles antiguos. Todos son tan clásicos y hermosos y sé que con un lijado suave y una capa de pintura fresca, es probable que algunas de las mesas laterales y aparadores se vean como nuevos.
Sus palabras salieron a toda prisa.
—Y he visto algunas telas retro realmente preciosas en el pueblo que se verían muy bien en los cojines. No es difícil hacerlo y probablemente no tomaría mucho tiempo.
Los muebles realmente necesitaban reformas, pero algo le decía que era una mala idea. Que una vez que Paula pusiera su marca permanente en las cosas de su familia, sería como si fuera una parte de ella. Y eso sólo haría más difícil dejarla atrás cuando volviera a Lake Tahoe.
—Gracias por la oferta, pero no me sentiría bien pidiéndote que hicieras eso. Ya estás pagando por vivir aquí.
—Por favor, Pedro —dijo en voz baja, sus ojos brillando de nuevo ante la idea de renovar el acabado de los muebles que su bisabuelo había construido a mano—. Me gustaría ayudar.
— ¿Y tú pintura?
—En realidad, estoy pensando y planeando un par de ellas en este momento. Podría ser bueno trabajar en algo más por unas pocas horas. ¿Qué tal si empiezo vaciando y repintando la cómoda en mi habitación?
Fue la mejor idea del día, enviarla al taller en el bosque.
Lejos de la cabaña. Lejos de él.
—Iré arriba y la traeré. La pondré en el taller para que puedas trabajar.
— ¿El taller? Oh, ¿te refieres al granero rojo en el bosque? —cuando asintió, dijo—: He caminado junto a este muchas veces, y aunque deseaba entrar y mirar alrededor, se sentía como invadir.
Estuvo contento por el gran peso de la cómoda de cuatro cajones, por el hecho de que cargarla por las escaleras y a través del bosque estaba haciendo que sus manos le dolieran como el infierno.
Cualquier cosa para distraerlo de lo que le hacía sentir estar cerca de Paula.
El taller estaba a unos cuatrocientos metros detrás de la casa y el olor del aserrín y el aceite fue fuerte cuando entraron en el granero oscuro. Pedro apoyó la cómoda fuera de las grandes puertas, sus palmas ardiendo. Después de abrir una, encontró el interruptor de luz en la pared y lo encendió para iluminar las filas de luces que colgaban del abierto techo de vigas.
—Wow, este lugar es increíble —dijo mientras lentamente caminaba por el gran espacio—. Cada vez que pasaba sentía que había magia en el interior.
—Samuel y yo siempre pedíamos venir aquí cuando éramos niños —le dijo, tratando de no hacer una mueca mientras recogía de nuevo la cómoda para ponerla dentro—. Ese era el torno donde mi abuelo solía convertir todo en las patas de sillas, mesas y camas. Me enseñó cómo usarlo cuando tenía cinco años.
Sus ojos se abrieron.
— ¿Cinco? ¿No le dio miedo que te lastimaras a ti mismo?
—Creía en que aprenderíamos de nuestros errores. Saber que podíamos cortarnos una mano era una motivación bastante grande como para no jodernos al utilizar sus herramientas. Además —dijo, pasando la mano por la herramienta polvosa— quería ser igual que él.
— ¿Qué hacía el resto del año?
—Era director de la escuela secundaria. Mi abuela enseñaba francés y alemán. El último par de años ambos estuvieron complacidos de que siguiera sus pasos. Finalmente.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
— ¿También eres maestro?
—Desde el accidente, eso es lo que he estado haciendo. Enseñarle a novatos sobre las cuerdas, dirigir seminarios de seguridad. Mis cicatrices los asustan lo suficiente como para que realmente presten atención. El mismo principio con el que mi abuelo trabajaba, adivino.
Se detuvo delante de un barco de vela a medio construir que estaba volteado boca abajo en el centro de la habitación.
— ¿Qué es esto?
—Un barco que mi abuelo nunca terminó de construir.
Siempre estuvo justo ahí. Samuel y yo le ofrecimos terminar de construirlo por él un par de veces, pero dijo que no, que lo haría él mismo. Supongo que nunca llegó a hacerlo.
Se acercó a una gran caja rodante de herramientas que estaba contra la pared y abrió varios cajones, el oxidado metal protestando por su rudo toque.
—Aquí hay un poco de papel de lija para empezar. Hazme saber si necesitas más. Puedo recoger un poco de pintura de la ferretería cuando estés lista para ello.
Y entonces se largó fuera como el infierno antes de que pudiera llegar a una excusa para estar cerca de ella un poco más.
A lo largo de su carrera, había sido llamado héroe infinidad de veces, pero esta era la primera vez que Pedro se preguntó si tendría en él lo que se necesitaba para hacer lo correcto.
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