jueves, 8 de octubre de 2015

CAPITULO 17 (segunda parte)








Tan pronto como  cerró la puerta, Paula se recostó contra las almohadas y cerró los ojos. La habitación estaba dando vueltas y sentía náuseas.


Saber que su hermana estaba en problemas le aceleraba el corazón y su piel se sentía húmeda por todas partes. Pero no sería capaz de ayudarla, si perdía el control. Tenía que mantener la calma, tenía que recordar que su hermana era un hueso duro de roer con más conocimiento de las calles en el dedo meñique del que Paula tenía en todo su cuerpo.


Y luego, hirviendo por debajo de todo lo demás, estaba Pedro.


Él era el hombre más fuerte que conocía, tan cómodo escalando una pared de roca escarpada como saltando de un avión cuando estaba apagando un furioso incendio forestal.


Por encima de eso, él era impresionantemente hermoso… y absolutamente peligroso.


Cuando le había cantado las cuarenta sobre haber cortado los lazos con él y todos los demás en Lake Tahoe, ella había querido responderle con todas las formas en que la había lastimado, quería sostener un espejo y mostrarle que él la había abandonado primero, quería recordarle que en vez de estar ahí para ella después de su aborto involuntario, él se había registrado para combatir cada maldito incendio forestal en el hemisferio occidental.


Y, sin embargo, no podía negar que, en este momento, él era la mejor persona para ayudarle a encontrar a Agustina.


Pero a pesar de la inmensa gratitud por su ayuda, Paula era increíblemente precavida con respecto a trabajar en equipo. 


Había estado a cargo de su vida durante diez años, tomando todas las decisiones sobre su propio programa de televisión durante cuatro. Ahora, estaba a punto de ponerse en una posición en la que no conocía nada, donde tenía que depender de otra persona, un hombre, nada menos, para todo.


No. No para  todo. Sólo para ayudarla a encontrar a Agustina  y traerla a casa.


Eso era todo. Nada más.


Al final de este viaje, ella sacudiría la mano de Pedro y le agradecería sinceramente su ayuda. Ellos nunca volverían a ser amigos, ¿cómo podían serlo?, pero siempre estaría agradecida por su disposición a olvidarse de su pasado y ayudarla a encontrar a su  hermana.


Mientras él se quedara de su lado y ella se quedara del de ella, todo estaría bien, pensó mientras el agotamiento la golpeaba y caía en un sueño intranquilo acostada encima del cubrecama.


Se despertó con el sonido estridente de la puerta abriéndose y se encontró con Pedro entrando de nuevo en su habitación. Una mirada hacia su piel bronceada, sus anchos hombros, sus bíceps flexionándose mientras se movía hacia ella fue todo lo que le tomó para saber que se estaba mintiendo completamente sobre mantener su distancia: Ella era impotente ante sus encantos.


¿Cuánto tiempo podría aguantar?


—Hablé con Will —dijo él—. Evidentemente hay una comuna principal alrededor de aquí que se conoce comúnmente como la Granja por los residentes. Dada su proximidad a Vail, está bastante seguro de que es la misma en la que Agustina ha estado viviendo.


Cuando él no dijo nada más sobre si era una “buena” o “mala” comuna, su ritmo cardíaco se aceleró. Como siempre, él tenía miedo de que no soportara la verdad y la estaba manteniendo fuera de todos los detalles.


De ninguna manera. Ella era una niña grande ahora. Si podía o no manejar  la verdad no venía al caso. No sólo tenía que manejarla, tenía que enfrentarla. Por Agustina.


—Hay algo más que no me estás diciendo, ¿no es así? 


Un músculo saltó en su mandíbula.


—Will escuchó rumores.


— ¿Qué tipo de rumores?


—Los federales han estado tratando de cerrarla durante años, seguros de que están ocultando algo. Evidentemente, la Granja se ve limpia desde afuera,  como nada más que un grupo de defensores del medio ambiente que quieren vivir de la tierra.


—Tal vez está limpia —se encontró diciendo por desesperación, a pesar de que estaba segura que pronto sus temores por la seguridad de Agustina iban a estar completamente justificados—. Tal vez ellos no están haciendo nada peor que cultivar marihuana medicinal. ¿Tal vez sólo están en busca de una vida más sencilla?


—Puede ser. Pero el rumor es que el dueño de la Granja no ha estado fuera de la montaña en más de una década. Ha construido su propio mundo allá arriba. No necesita ninguna parte de la civilización. Hace que te preguntes por qué. Sobre todo dado que la mayoría de las comunas ya no están creciendo —su expresión era tan seria como jamás la había visto—. La metanfetamina es la reina, Paula y la droga hace que la gente enloquezca, destruye las células de sus cerebros. No olvides lo que ocurrió en Jonestown —dijo, refiriéndose a los tiroteos, envenenamientos y suicidios masivos en una comunidad intencional en Guyana, encabezada por el líder californiano del culto, Jim Jones, en los años 80.


Oh no, pensó, ya incapaz de revolcarse en la negación, ¿en qué te has metido, Agustina?


—Hay un viejo camino de tierra que conduce a la comuna, pero está totalmente intransitable debido a que algunos árboles cayeron durante  las  tormentas de fines de primavera.


Con cada palabra que él decía, podía sentirse a sí misma hundirse cada vez más en la desesperación.


—Pero tenemos que llegar allí, Pedro.


—Mi amigo nos conducirá por el camino tan lejos como pueda.


Sus ojos se movieron de su rostro a sus brazos, luego a sus piernas.


Claramente tratando de evaluarla de alguna manera. Pero, ¿cómo?


—He pasado mucho tiempo en esas montañas, tanto como bombero como por placer. Todo dentro de un radio de ochenta kilómetros de Vail son montañas abruptas —le informó—. Ríos de corriente rápida, paredes rocosas y escarpadas, excursiones verticales sobre cantos rodados. Parece que la forma más rápida de llegar a la comuna será por el río y luego a través de las montañas a pie.


Por primera vez, Paula deseaba haberse preocupado menos por diseñadores y más por acampar en altas cumbres. La única investigación que había hecho sobre el alpinismo había sido cuando el protagonista de Man vs Wild estuvo invitado a su programa, pero incluso entonces había sabido que sus espectadores estaban más interesados en su mirada ardiente y sexy acento británico que en sus habilidades al aire libre.


Suponía que podía manejar fácilmente el camping y el rafting. El agua y la suciedad no eran sus problemas.


Las alturas, sin embargo, lo eran.


Agustina. Piensa en Agustina.


No tenía tiempo para las mariposas en el estómago. No había  llegado a donde estaba permitiéndose ser débil o dejándose vencer por sus miedos. No iba a empezar ahora, cuando más importaba.


—Puedo manejarlo, Pedro. Hago ejercicios en el gimnasio con un entrenador  y he tomado algunas clases de defensa personal para un segmento que hicimos hace un par de meses, aunque no he pasado mucho tiempo al aire libre. No desde… —se obligó a terminar la frase—. No desde que me mudé a San Francisco.


La miró a los ojos durante varios incómodos segundos.


—Puedo encontrar solo a tu hermana, Paula.


¿No fue él quien le había dicho que la admiraba por nunca huir de un desafío? Independientemente del posible peligro, ella no daría marcha atrás. No importaba lo duras que se pusieran las cosas.


—De ninguna manera —dijo tan uniformemente como pudo, dada la rapidez con que su corazón estaba latiendo y lo irritada que continuaba por estar bajo su mano dura—. No voy a sentarme aquí y esperar a que la traigas de vuelta.


—No va a ser fácil —le advirtió de nuevo.


—Nada lo es.


Su boca se apretó. Claramente, él no era feliz con su elección. Bueno, mala suerte.


Moviéndose de nuevo hacia la puerta, dijo:
—Tenemos que estar preparados con tiendas de campaña. Equipos  para aguas bravas. Cuerdas de escalada. Voy a salir a la ciudad para recoger un poco de equipo antes de que cierren las tiendas por la noche. Quiero que te quedes aquí mientras estoy fuera.


No tuvo tiempo para responder a su última orden antes de que se fuera, sabiendo que no tenía más remedio que confiar en su juicio y decisiones por el momento. Pero tan pronto como recuperara la compostura, iba a hacerle saber que no era la subordinada de ningún hombre.


Su cabeza todavía estaba latiendo, así que se tomó un par de Tylenol con agua antes de empacar la ropa y artículos de higiene personal que no necesitaría en las Montañas Rocosas para enviarlas a casa con Elena. No se necesitaba un profesional del desierto para ver que casi todo en su maleta, salvo su ropa interior, sería inútil en su viaje a la comuna.


Arrojando su ropa interior en una pila en la parte superior de la cama, llamó a su amiga para explicarle rápidamente la situación. Elena se precipitó en su habitación desde la cafetería unos minutos más tarde.


— ¿Estás loca? ¡No puedes ir al desierto para encontrar a Agustina!


Pero la decisión de Paula estaba hecha.


—Voy a estar a salvo con Pedro —le dijo a su amiga, a pesar de que, en realidad, era lo opuesto.


Aunque sabía con absoluta certeza que la mantendría a salvo de los elementos, también sabía que sería casi imposible mantenerse alejada de la peligrosa tentación que él representaba. Especialmente cuando su toque hacia que su piel hormigueara y su cerebro olvidara por qué trabar labios con él había sido, y todavía sería, una idea terrible.


—Te prometo que me voy a poner en contacto contigo tan pronto como pueda —para evitar cualquier discusión ulterior, dijo—: Gracias por llevar mi maleta contigo.


—Realmente no me gusta cómo suena esto —dijo Elena otra vez.


Paula estuvo de acuerdo en silencio mientras le daba a su amiga un último abrazo de despedida. Toda la situación era un polvorín a punto de estallar en cualquier segundo.







CAPITULO 16 (segunda parte)





Como el infierno que la iba a dejar dirigirse en alguna búsqueda inútil por culpa de su frívola hermana. Una mujer como Paula no duraría ni un minuto en las Rocosas de Colorado.


Los árboles, ríos y montañas se veían hermosos, pero las apariencias eran engañosas. No podías hacer tu camino a través de kilómetros de difícil terreno si estabas preocupado por romperte una uña o echar a perder tu cabello. No si querías salir con vida.


Pedro se apartó de la cama y se acercó a la ventana para obtener más control sobre su frustración; y su lujuria. Estar tan cerca de Paula lo estaba volviendo loco. Apenas podía controlarse a sí mismo a su alrededor. Se sentía como un animal a punto de reventar fuera de su jaula.


Sin  duda, era  mucho más  que hora de irse. Simplemente había venido al hospital para asegurarse de que ella estaba bien. En su lugar, había entrado en un episodio de Sin Rastro.


Por encima de todo lo demás, Paula aún no podía dejar el hospital. Incluso aunque milagrosamente escapó de lesiones en el accidente de coches, tenía que estar agotada por toda la experiencia.


Al mismo tiempo, él entendía exactamente por qué estaba tan frenética. Estaría tan loco como ella si creyera que Cristian estaba en problemas. Demonios, apenas había mantenido su mierda junta cuando su hermano había terminado en el pabellón de quemados el verano pasado.


Cuando había entrado por primera vez en la habitación de Paula,  ella había parecido tan fuerte, completamente impenetrable a pesar de su terrible accidente. Ahora, podía ver todas las grietas en su brillante caparazón, todo, desde los nudillos apretados hasta la forma en que se mordía el labio inferior cuando estaba nerviosa.


Verla como una brillante celebridad había sido mucho más fácil que verla como una mujer vulnerable que necesitaba desesperadamente su ayuda y protección.


Una vez más, al igual que esa tarde hace muchos años atrás cuando ella le había dicho que estaba embarazada, a él le quedaba una única  opción.


—Te ayudaré a encontrarla.


Paula lo miró con evidente confusión.


— ¿Por qué querrías ayudarme?


Su pregunta fue un doloroso recordatorio de cómo le había fallado diez años atrás. No había estado ahí cuando ella tuvo el aborto. No la había protegido ni a ella ni al bebé lo suficientemente bien y nunca había sido capaz de hacer las paces con ella por completo, pero tal vez si pudiera estar aquí ahora, encontraría una pequeña cantidad de paz.


Haciendo un paralelo en su relación con su hermano,  dijo:
—Si alguien alguna vez amenazara a Cristian, haría lo que fuera necesario para cazar a esa persona y hacerla pagar. Sé que te sientes de la misma manera sobre Agustina.


Parecía precavida sobre trabajar juntos y, la verdad, él no sabía si podría pasar incluso una noche encerrado en un cuarto con ella sin rasgarle la ropa. Sus pelotas iban a estar de color azul brillante para el momento que encontraran a su hermana.


—No —insistió Paula, pero podía decir que estaba vacilando cuando añadió—: Este no es tu problema. Lo resolveré.


Él tenía una última oportunidad para convencerla. Una última oportunidad para mantenerla a salvo.


—Mira, yo tengo las habilidades forestales que necesitas para atravesar las Rocosas en una sola pieza. Si quieres encontrar a Agustina rápido, vas a necesitarme alrededor.


Agarrándose a un clavo ardiendo, ella dijo:
—Puedo contratar a alguien.


Él cruzó los brazos sobre su pecho.


— ¿De verdad crees que serás capaz de convencer a un desconocido de salir en una búsqueda inútil en cualquier momento? —incluso con todo el dinero de ella, él estaba cien por ciento seguro de que no podría comprar ese tipo de ayuda.


—Bien —finalmente estuvo de acuerdo—. Me puedes ayudar.


Bien, él había ganado esta primera batalla con Paula. Ahora tenía que ganar una consigo mismo consiguiendo una muy importante cosa: Independiente de la forma en que solía sentirse por ella, de aquí en adelante tenía que tratarla como a una extraña que lo necesitaba, como a cualquiera de las miles de personas que había ayudado como HotShot. La clave del éxito era acercarse a su misión de forma metódica, en lugar de emocional.


Pero incluso mientras se prometía resistirse a ella, fue golpeado con el zumbido de saber que su reunión aún no había terminado. Era imposible apartarse de la poderosa anticipación de estar con ella otra vez.


—Tenemos que encontrar la comunidad.


Le llevo mucho más tiempo del que debería sintonizar con lo que Paula acababa de decir. Esto en cuanto a permanecer conectado a tierra y tratarla como a una víctima de incendio al azar. Tendría que trabajar mucho más duro que esto si iba a mantenerse fuera del camino.


—Estoy de acuerdo —dijo—. La comunidad es el último lugar en el que estuvo viviendo y creo que es nuestra mejor oportunidad para encontrar pistas sobre a dónde ha ido y con quien está.


Paula se deslizó hasta la mitad de la cama.


—Voy a empacar mis cosas así podemos ponernos en marcha de inmediato. Pedro se lanzó hacia ella y puso sus manos sobre sus hombros, inmediatamente excitándose por su cercanía, su olor.


—Quédate justo ahí.


Jesús, pensó mientras apartaba  sus manos, si se había puesto así de duro con el suéter de ella como barrera entre sus manos y su piel, ¿qué pasaría con su autocontrol si accidentalmente tocaba un poco de piel?


—Tengo un amigo en el equipo de bomberos de elite de las Montañas Rocosas que conoce esas montañas como la palma de su mano —dijo, tratando como loco de volver a la tarea—. Posiblemente conocerá las ubicaciones de las comunidades en las áreas más remotas como la que Agustina te describió.


La imperturbable esperanza en los ojos de Paula casi lo mata. Esas semanas después de su aborto involuntario él había deseado desesperadamente que ella lo mirara de esa manera.


Nunca lo hizo.


Ya en dirección a la puerta, le dijo:
—Quiero que descanses mientras voy a llamar a mi amigo Will.


Salió antes que sus ojos verdes vieran demasiado. Antes que ella pudiera adivinar lo mucho que aún se preocupaba.






CAPITULO 15 (segunda parte)








Paula escuchó a alguien decir:
—Toma respiraciones lentas y profundas —y se dio cuenta de que Pedro estaba aconsejándola con voz suave mientras ella estaba parada en el confortable círculo de sus brazos.


Este era el último lugar en el cual hubiera esperado encontrarse alguna vez a sí misma.


—Necesitas sentarte.


Quería correr fuera de la habitación del hospital para buscar a Agustina, pero él tenía razón. Ella no sería nada bueno para su hermana hasta que se calmara y llegara a un plan lúcido.


Pedro la ayudó a volver a la cama y cubrió sus piernas con una manta, luego le dio una taza de agua y se la hizo beber.


Su boca estaba seca a pesar del agua.


—Tengo miedo, Pedro.


En sus primeros años en el canal de televisión, había tomado clases de dicción en las noches, aprendiendo a mantener su voz uniforme y moderada.  Apenas reconocía a esta ansiosa mujer que chillaba hablando con Pedro como ella misma.


—¿Dónde está? ¿Qué dijo?


—Un tipo la agarró, pero ella se escapó y estaba llamando desde una estación de gasolina.


—¿Te dijo desde cuál?


Sus manos empezaron a temblar. Podía haber creado una carrera increíble y una cuenta bancaria por sí misma durante los pasados diez años, pero incluso como una chica quebrada de dieciocho años abrumada por las calles llenas de gente de San Francisco, nunca había estado tan asustada. Esto la asustaba.


—La línea quedó muerta antes de que me diera algún otro detalle.Oh Dios, ¿quién podría haberla agarrado? ¿Y si la está lastimando en este momento?


—No puedes permitirte pensar así. Te lo prometo, vamos a encontrarla.


El alivio la inundó, incluso aunque él solo estaba tratando de hacerla sentir mejor.


—Voy a necesitar que me digas todo lo que puedas sobre Agustina, pasado y presente, así puedo ayudarte a resolver esto.


Paula tenía miedo de que cada segundo adicional que pasaba pudiera tener consecuencias terribles para su hermana. Pero al mismo tiempo, sabía que tenía que pensar en la situación tan calmadamente como pudiera. Gracias a Dios que Pedro estaba aquí para ayudarla.


Con todos los demás, ella siempre había sentido que tenía que pasar por alto sus problemas con Agustina. Durante mucho tiempo, había tenido miedo de que la prensa recogiera la historia y la hiciera correr y no había querido entregar ninguna información potencialmente dañina. Ni a sus diversos novios a través de los años. Ni a sus amigas cercanas.


Pero Pedro era diferente, ¿no? Después de todo, él podría haber vendido su historia hace mucho tiempo, decirles a todos sobre sus raíces en el parque de remolques, sobre su madre borracha, pero no lo hizo. Era seguro confesarse con él.


—Agustina y yo tenemos problemas. Ella odia todas mis reglas. Dice que soy demasiado estricta. Estoy bastante segura que se mudó a Colorado para alejarse de mí —su lengua se sentía como cuero seco dentro de su boca y tomó otro sorbo de agua antes de continuar—: La vi la noche pasada en un café en Vail por primera vez en un par de meses, pero fui demasiado dura con ella y salió corriendo.


Pedro no parecía sorprendido por nada de lo que estaba diciendo.


¿De verdad la conocía tan bien? ¿Todavía la conocía mejor de lo que nadie más lo había hecho; o lo haría?


— ¿Qué es lo que quería cuando la viste en la cafetería? ¿Dinero?


—No. Pero le di algo de todos modos —ella apretó las palmas sobre sus ojos—. Ella quiere que la trate como a un adulto, pero ¿cómo puedo hacerlo cuando todo lo que veo cuando la miro es a una niña de cuatro años de edad llorando mientras me pide que la salve?


—No te culpes por hacer lo que tienes que hacer para cuidar de ella —dijo  en voz baja—. Ella no es la única que tuvo que pasar por el exprimidor debido a tu madre. Tú también lo hiciste.


Alejó sus manos de sus ojos, sorprendida de nuevo de que  estuviera sentado frente a ella. Y de que estuviera ayudándola a través de otro de los momentos más difícil de su vida.


Él había estado allí cuando ella y su madre casi se habían quedado encerradas en su remolque durante el incendio forestal. Había estado allí cuando necesitó ayuda con el caso de Agustina. Y estaba aquí ahora.


Al menos durante los próximos minutos, no estaba sola.


¿Cómo logras estar justo aquí cuando te necesito? —pregunto en un susurro.


Sus ojos se oscurecieron y ella se quedó sin respiración mientras esperaba a que respondiera.


¿Sobre qué discutieron tú y Agustina? —preguntó en lugar de responder su pregunta capciosa.


La decepción la inundó. Obviamente no quería volverse más cercano a ella de lo que ya estaba.


Tenía razón para mantener su distancia. Sabía que debería estar haciendo la misma cosa, y sin embargo todavía dolía. 


Como una bofetada.


Afortunadamente, también era un buen recordatorio de que no siempre había estado allí para ella. Como después de haber perdido al bebé, por ejemplo, cuando él casi había desaparecido de su vida.


En cualquier caso, ¿qué estaba haciendo concentrándose en cualquier cosa excepto en Agustina?


—Ella está viviendo en una comunidad —dijo en respuesta a su pregunta sobre su discusión con Agustina—. Yo quería que regresara a San Francisco conmigo y se negó.


Si Pedro estaba sorprendido sobre Agustina viviendo en una comunidad, no lo demostró.


— ¿Te dijo dónde se encuentra la comunidad?


Afortunadamente, Agustina había dejado caer algunos detalles antes de salir furiosa de la cafetería.


—No, pero si me dijo que está muy controlada. Que no dejan a cualquiera estar ahí y los visitantes deben tener un permiso especial. Dijo que no hay ningún camino y no les gustan los intrusos. Parecía pensar que el aislamiento es bueno.


Agustina había parecido totalmente cautivada por su nueva casa, casi como si su cerebro hubiera sido lavado con la creencia de que vivir como un animal salvaje era una buena cosa.


—Ella me dijo que vivían en sus propios términos. Y que es realmente exclusivo y parece que es un honor que le permitan vivir allí. Yo solo sé que ese lugar tiene algo que ver con lo que le sucedió a ella.


Pedro levantó sus manos como si tratara de decirle que fuera con calma.


—Sé que estas preocupada por tu hermana, pero por todo lo que me has dicho ella no es exactamente la señorita perfecta, ¿verdad? ¿Podría esta llamada telefónica ser solo otro bache en el camino? ¿Una broma para ver qué tan alto puede hacerte saltar?


Ella no podía dejar de ir en defensa de Agustina.


—Ha tenido una vida muy dura. Todavía está entendiendo las cosas.


—Tú también la tuviste. Pero siempre supiste lo que querías. Siempre te mantuviste en el camino y encontraste la manera de conseguir tus metas.


La pena llegó a ella. ¿Acaso no se daba cuenta que ella había perdido totalmente la pista diez años atrás? ¿No se daba cuenta que, aparte de su hermana y su madre, él era la única persona cuyo amor realmente había querido? ¿Y qué perderlo fue un fracaso lo suficientemente grande como para superar todos sus éxitos posteriores?


— ¿Estás absolutamente segura de que Agustina no está solo jugando contigo? Tratando de obtener tu atención. Tratando de probar tu  amor.


—No.


Ella negó con su cabeza e inmediatamente se sintió un poco mareada. — estuvo al instante a su lado, sus manos sobre sus hombros, empujándola hacia atrás en las almohadas.


—Necesitas tomártelo con calma.


Pero ambos sabían que no podría. No cuando su hermanita la necesitaba.


Él estaba sentado tan cerca que ella podía respirar el fresco aroma de su jabón de baño, recordándole a las espinas secas de pino en un día cálido y soleado en el bosque. Sería tan fácil caer en sus brazos, presionar sus labios contra el pulso palpitando fuerte y estable en su cuello.


A pesar de su intenso anhelo, ella no podía olvidar lo mal que la había lastimado. Esos dolorosos recuerdos le dieron el suficiente autocontrol para alejarse de él en la cama.


—Agustina no me haría algo tan horrible —le dijo otra vez, sabiendo que incluso aunque su hermana no era la persona más fácil para amar, no era mala.


—Puede que no sea el caso —replicó Pedro —. Pero no voy a dejar que vayas corriendo a buscarla. Es necesario que sigas descansando y te mejores.


¿Por qué estaba tan sorprendida por el hecho de que él ya había tomado una decisión sobre lo que era mejor para ella? 


Podía no lucir exactamente igual al chico de veinte años que ella había amado, pero  seguro actuaba de  la misma     forma.


A punto de decirle que se metiera en sus propios asuntos, se dio cuenta que había olvidado un detalle importante.


—Ella estuvo aquí. En el hospital, visitándome. Pero yo estaba sedada y no la vi. Las enfermeras dijeron que se quedó dormida en la sala de espera.


No queriendo espera otro segundo para repórtala a la policía como persona extraviada, tomo su teléfono, pero antes que pudiera terminar de marcar 911, Pedro se estiró y se lo quitó.


—No hay razón para llamar a la policía. 


Ella lo fulminó con la mirada.


—Devuélveme mi teléfono.

Ignorando su demanda, expuso sus razones  en voz asquerosamente calmada.


—No han pasado veinticuatro horas y ella no tiene exactamente el mejor historial del mundo


Su creciente indignación rápidamente cayó en picada cuando se dio cuenta que él tenía razón.


Todo lo que alguna vez quiso era una familia, algo real. 


Hubo una vez, en la que de hecho había pensado que era posible tener esa gran familia feliz,  ser la esposa de , ver a sus hijos jugar juntos. Ver a  otra vez, solo hizo que el enorme agujero en su corazón se sintiera más grande.


Durante los últimos diez años, había estado muy bien, pero en solo una hora él había empañado su cerebro, corazón, y cuerpo con deseos y sueños tontos. No podía pensar correctamente alrededor de él. E iba a necesitar hasta el último de sus recursos mentales para encontrar a Agustina y traerla de nuevo a casa.


Ella tenía que ser fuerte y enviarlo lejos.


—Gracias por venir a verme, Pedro. Pero no quiero tomar nada más de tu tiempo. Has sido una gran ayuda, pero puedo hacerlo yo sola desde aquí.