jueves, 8 de octubre de 2015

CAPITULO 15 (segunda parte)








Paula escuchó a alguien decir:
—Toma respiraciones lentas y profundas —y se dio cuenta de que Pedro estaba aconsejándola con voz suave mientras ella estaba parada en el confortable círculo de sus brazos.


Este era el último lugar en el cual hubiera esperado encontrarse alguna vez a sí misma.


—Necesitas sentarte.


Quería correr fuera de la habitación del hospital para buscar a Agustina, pero él tenía razón. Ella no sería nada bueno para su hermana hasta que se calmara y llegara a un plan lúcido.


Pedro la ayudó a volver a la cama y cubrió sus piernas con una manta, luego le dio una taza de agua y se la hizo beber.


Su boca estaba seca a pesar del agua.


—Tengo miedo, Pedro.


En sus primeros años en el canal de televisión, había tomado clases de dicción en las noches, aprendiendo a mantener su voz uniforme y moderada.  Apenas reconocía a esta ansiosa mujer que chillaba hablando con Pedro como ella misma.


—¿Dónde está? ¿Qué dijo?


—Un tipo la agarró, pero ella se escapó y estaba llamando desde una estación de gasolina.


—¿Te dijo desde cuál?


Sus manos empezaron a temblar. Podía haber creado una carrera increíble y una cuenta bancaria por sí misma durante los pasados diez años, pero incluso como una chica quebrada de dieciocho años abrumada por las calles llenas de gente de San Francisco, nunca había estado tan asustada. Esto la asustaba.


—La línea quedó muerta antes de que me diera algún otro detalle.Oh Dios, ¿quién podría haberla agarrado? ¿Y si la está lastimando en este momento?


—No puedes permitirte pensar así. Te lo prometo, vamos a encontrarla.


El alivio la inundó, incluso aunque él solo estaba tratando de hacerla sentir mejor.


—Voy a necesitar que me digas todo lo que puedas sobre Agustina, pasado y presente, así puedo ayudarte a resolver esto.


Paula tenía miedo de que cada segundo adicional que pasaba pudiera tener consecuencias terribles para su hermana. Pero al mismo tiempo, sabía que tenía que pensar en la situación tan calmadamente como pudiera. Gracias a Dios que Pedro estaba aquí para ayudarla.


Con todos los demás, ella siempre había sentido que tenía que pasar por alto sus problemas con Agustina. Durante mucho tiempo, había tenido miedo de que la prensa recogiera la historia y la hiciera correr y no había querido entregar ninguna información potencialmente dañina. Ni a sus diversos novios a través de los años. Ni a sus amigas cercanas.


Pero Pedro era diferente, ¿no? Después de todo, él podría haber vendido su historia hace mucho tiempo, decirles a todos sobre sus raíces en el parque de remolques, sobre su madre borracha, pero no lo hizo. Era seguro confesarse con él.


—Agustina y yo tenemos problemas. Ella odia todas mis reglas. Dice que soy demasiado estricta. Estoy bastante segura que se mudó a Colorado para alejarse de mí —su lengua se sentía como cuero seco dentro de su boca y tomó otro sorbo de agua antes de continuar—: La vi la noche pasada en un café en Vail por primera vez en un par de meses, pero fui demasiado dura con ella y salió corriendo.


Pedro no parecía sorprendido por nada de lo que estaba diciendo.


¿De verdad la conocía tan bien? ¿Todavía la conocía mejor de lo que nadie más lo había hecho; o lo haría?


— ¿Qué es lo que quería cuando la viste en la cafetería? ¿Dinero?


—No. Pero le di algo de todos modos —ella apretó las palmas sobre sus ojos—. Ella quiere que la trate como a un adulto, pero ¿cómo puedo hacerlo cuando todo lo que veo cuando la miro es a una niña de cuatro años de edad llorando mientras me pide que la salve?


—No te culpes por hacer lo que tienes que hacer para cuidar de ella —dijo  en voz baja—. Ella no es la única que tuvo que pasar por el exprimidor debido a tu madre. Tú también lo hiciste.


Alejó sus manos de sus ojos, sorprendida de nuevo de que  estuviera sentado frente a ella. Y de que estuviera ayudándola a través de otro de los momentos más difícil de su vida.


Él había estado allí cuando ella y su madre casi se habían quedado encerradas en su remolque durante el incendio forestal. Había estado allí cuando necesitó ayuda con el caso de Agustina. Y estaba aquí ahora.


Al menos durante los próximos minutos, no estaba sola.


¿Cómo logras estar justo aquí cuando te necesito? —pregunto en un susurro.


Sus ojos se oscurecieron y ella se quedó sin respiración mientras esperaba a que respondiera.


¿Sobre qué discutieron tú y Agustina? —preguntó en lugar de responder su pregunta capciosa.


La decepción la inundó. Obviamente no quería volverse más cercano a ella de lo que ya estaba.


Tenía razón para mantener su distancia. Sabía que debería estar haciendo la misma cosa, y sin embargo todavía dolía. 


Como una bofetada.


Afortunadamente, también era un buen recordatorio de que no siempre había estado allí para ella. Como después de haber perdido al bebé, por ejemplo, cuando él casi había desaparecido de su vida.


En cualquier caso, ¿qué estaba haciendo concentrándose en cualquier cosa excepto en Agustina?


—Ella está viviendo en una comunidad —dijo en respuesta a su pregunta sobre su discusión con Agustina—. Yo quería que regresara a San Francisco conmigo y se negó.


Si Pedro estaba sorprendido sobre Agustina viviendo en una comunidad, no lo demostró.


— ¿Te dijo dónde se encuentra la comunidad?


Afortunadamente, Agustina había dejado caer algunos detalles antes de salir furiosa de la cafetería.


—No, pero si me dijo que está muy controlada. Que no dejan a cualquiera estar ahí y los visitantes deben tener un permiso especial. Dijo que no hay ningún camino y no les gustan los intrusos. Parecía pensar que el aislamiento es bueno.


Agustina había parecido totalmente cautivada por su nueva casa, casi como si su cerebro hubiera sido lavado con la creencia de que vivir como un animal salvaje era una buena cosa.


—Ella me dijo que vivían en sus propios términos. Y que es realmente exclusivo y parece que es un honor que le permitan vivir allí. Yo solo sé que ese lugar tiene algo que ver con lo que le sucedió a ella.


Pedro levantó sus manos como si tratara de decirle que fuera con calma.


—Sé que estas preocupada por tu hermana, pero por todo lo que me has dicho ella no es exactamente la señorita perfecta, ¿verdad? ¿Podría esta llamada telefónica ser solo otro bache en el camino? ¿Una broma para ver qué tan alto puede hacerte saltar?


Ella no podía dejar de ir en defensa de Agustina.


—Ha tenido una vida muy dura. Todavía está entendiendo las cosas.


—Tú también la tuviste. Pero siempre supiste lo que querías. Siempre te mantuviste en el camino y encontraste la manera de conseguir tus metas.


La pena llegó a ella. ¿Acaso no se daba cuenta que ella había perdido totalmente la pista diez años atrás? ¿No se daba cuenta que, aparte de su hermana y su madre, él era la única persona cuyo amor realmente había querido? ¿Y qué perderlo fue un fracaso lo suficientemente grande como para superar todos sus éxitos posteriores?


— ¿Estás absolutamente segura de que Agustina no está solo jugando contigo? Tratando de obtener tu atención. Tratando de probar tu  amor.


—No.


Ella negó con su cabeza e inmediatamente se sintió un poco mareada. — estuvo al instante a su lado, sus manos sobre sus hombros, empujándola hacia atrás en las almohadas.


—Necesitas tomártelo con calma.


Pero ambos sabían que no podría. No cuando su hermanita la necesitaba.


Él estaba sentado tan cerca que ella podía respirar el fresco aroma de su jabón de baño, recordándole a las espinas secas de pino en un día cálido y soleado en el bosque. Sería tan fácil caer en sus brazos, presionar sus labios contra el pulso palpitando fuerte y estable en su cuello.


A pesar de su intenso anhelo, ella no podía olvidar lo mal que la había lastimado. Esos dolorosos recuerdos le dieron el suficiente autocontrol para alejarse de él en la cama.


—Agustina no me haría algo tan horrible —le dijo otra vez, sabiendo que incluso aunque su hermana no era la persona más fácil para amar, no era mala.


—Puede que no sea el caso —replicó Pedro —. Pero no voy a dejar que vayas corriendo a buscarla. Es necesario que sigas descansando y te mejores.


¿Por qué estaba tan sorprendida por el hecho de que él ya había tomado una decisión sobre lo que era mejor para ella? 


Podía no lucir exactamente igual al chico de veinte años que ella había amado, pero  seguro actuaba de  la misma     forma.


A punto de decirle que se metiera en sus propios asuntos, se dio cuenta que había olvidado un detalle importante.


—Ella estuvo aquí. En el hospital, visitándome. Pero yo estaba sedada y no la vi. Las enfermeras dijeron que se quedó dormida en la sala de espera.


No queriendo espera otro segundo para repórtala a la policía como persona extraviada, tomo su teléfono, pero antes que pudiera terminar de marcar 911, Pedro se estiró y se lo quitó.


—No hay razón para llamar a la policía. 


Ella lo fulminó con la mirada.


—Devuélveme mi teléfono.

Ignorando su demanda, expuso sus razones  en voz asquerosamente calmada.


—No han pasado veinticuatro horas y ella no tiene exactamente el mejor historial del mundo


Su creciente indignación rápidamente cayó en picada cuando se dio cuenta que él tenía razón.


Todo lo que alguna vez quiso era una familia, algo real. 


Hubo una vez, en la que de hecho había pensado que era posible tener esa gran familia feliz,  ser la esposa de , ver a sus hijos jugar juntos. Ver a  otra vez, solo hizo que el enorme agujero en su corazón se sintiera más grande.


Durante los últimos diez años, había estado muy bien, pero en solo una hora él había empañado su cerebro, corazón, y cuerpo con deseos y sueños tontos. No podía pensar correctamente alrededor de él. E iba a necesitar hasta el último de sus recursos mentales para encontrar a Agustina y traerla de nuevo a casa.


Ella tenía que ser fuerte y enviarlo lejos.


—Gracias por venir a verme, Pedro. Pero no quiero tomar nada más de tu tiempo. Has sido una gran ayuda, pero puedo hacerlo yo sola desde aquí.






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