jueves, 8 de octubre de 2015
CAPITULO 16 (segunda parte)
Como el infierno que la iba a dejar dirigirse en alguna búsqueda inútil por culpa de su frívola hermana. Una mujer como Paula no duraría ni un minuto en las Rocosas de Colorado.
Los árboles, ríos y montañas se veían hermosos, pero las apariencias eran engañosas. No podías hacer tu camino a través de kilómetros de difícil terreno si estabas preocupado por romperte una uña o echar a perder tu cabello. No si querías salir con vida.
Pedro se apartó de la cama y se acercó a la ventana para obtener más control sobre su frustración; y su lujuria. Estar tan cerca de Paula lo estaba volviendo loco. Apenas podía controlarse a sí mismo a su alrededor. Se sentía como un animal a punto de reventar fuera de su jaula.
Sin duda, era mucho más que hora de irse. Simplemente había venido al hospital para asegurarse de que ella estaba bien. En su lugar, había entrado en un episodio de Sin Rastro.
Por encima de todo lo demás, Paula aún no podía dejar el hospital. Incluso aunque milagrosamente escapó de lesiones en el accidente de coches, tenía que estar agotada por toda la experiencia.
Al mismo tiempo, él entendía exactamente por qué estaba tan frenética. Estaría tan loco como ella si creyera que Cristian estaba en problemas. Demonios, apenas había mantenido su mierda junta cuando su hermano había terminado en el pabellón de quemados el verano pasado.
Cuando había entrado por primera vez en la habitación de Paula, ella había parecido tan fuerte, completamente impenetrable a pesar de su terrible accidente. Ahora, podía ver todas las grietas en su brillante caparazón, todo, desde los nudillos apretados hasta la forma en que se mordía el labio inferior cuando estaba nerviosa.
Verla como una brillante celebridad había sido mucho más fácil que verla como una mujer vulnerable que necesitaba desesperadamente su ayuda y protección.
Una vez más, al igual que esa tarde hace muchos años atrás cuando ella le había dicho que estaba embarazada, a él le quedaba una única opción.
—Te ayudaré a encontrarla.
Paula lo miró con evidente confusión.
— ¿Por qué querrías ayudarme?
Su pregunta fue un doloroso recordatorio de cómo le había fallado diez años atrás. No había estado ahí cuando ella tuvo el aborto. No la había protegido ni a ella ni al bebé lo suficientemente bien y nunca había sido capaz de hacer las paces con ella por completo, pero tal vez si pudiera estar aquí ahora, encontraría una pequeña cantidad de paz.
Haciendo un paralelo en su relación con su hermano, dijo:
—Si alguien alguna vez amenazara a Cristian, haría lo que fuera necesario para cazar a esa persona y hacerla pagar. Sé que te sientes de la misma manera sobre Agustina.
Parecía precavida sobre trabajar juntos y, la verdad, él no sabía si podría pasar incluso una noche encerrado en un cuarto con ella sin rasgarle la ropa. Sus pelotas iban a estar de color azul brillante para el momento que encontraran a su hermana.
—No —insistió Paula, pero podía decir que estaba vacilando cuando añadió—: Este no es tu problema. Lo resolveré.
Él tenía una última oportunidad para convencerla. Una última oportunidad para mantenerla a salvo.
—Mira, yo tengo las habilidades forestales que necesitas para atravesar las Rocosas en una sola pieza. Si quieres encontrar a Agustina rápido, vas a necesitarme alrededor.
Agarrándose a un clavo ardiendo, ella dijo:
—Puedo contratar a alguien.
Él cruzó los brazos sobre su pecho.
— ¿De verdad crees que serás capaz de convencer a un desconocido de salir en una búsqueda inútil en cualquier momento? —incluso con todo el dinero de ella, él estaba cien por ciento seguro de que no podría comprar ese tipo de ayuda.
—Bien —finalmente estuvo de acuerdo—. Me puedes ayudar.
Bien, él había ganado esta primera batalla con Paula. Ahora tenía que ganar una consigo mismo consiguiendo una muy importante cosa: Independiente de la forma en que solía sentirse por ella, de aquí en adelante tenía que tratarla como a una extraña que lo necesitaba, como a cualquiera de las miles de personas que había ayudado como HotShot. La clave del éxito era acercarse a su misión de forma metódica, en lugar de emocional.
Pero incluso mientras se prometía resistirse a ella, fue golpeado con el zumbido de saber que su reunión aún no había terminado. Era imposible apartarse de la poderosa anticipación de estar con ella otra vez.
—Tenemos que encontrar la comunidad.
Le llevo mucho más tiempo del que debería sintonizar con lo que Paula acababa de decir. Esto en cuanto a permanecer conectado a tierra y tratarla como a una víctima de incendio al azar. Tendría que trabajar mucho más duro que esto si iba a mantenerse fuera del camino.
—Estoy de acuerdo —dijo—. La comunidad es el último lugar en el que estuvo viviendo y creo que es nuestra mejor oportunidad para encontrar pistas sobre a dónde ha ido y con quien está.
Paula se deslizó hasta la mitad de la cama.
—Voy a empacar mis cosas así podemos ponernos en marcha de inmediato. Pedro se lanzó hacia ella y puso sus manos sobre sus hombros, inmediatamente excitándose por su cercanía, su olor.
—Quédate justo ahí.
Jesús, pensó mientras apartaba sus manos, si se había puesto así de duro con el suéter de ella como barrera entre sus manos y su piel, ¿qué pasaría con su autocontrol si accidentalmente tocaba un poco de piel?
—Tengo un amigo en el equipo de bomberos de elite de las Montañas Rocosas que conoce esas montañas como la palma de su mano —dijo, tratando como loco de volver a la tarea—. Posiblemente conocerá las ubicaciones de las comunidades en las áreas más remotas como la que Agustina te describió.
La imperturbable esperanza en los ojos de Paula casi lo mata. Esas semanas después de su aborto involuntario él había deseado desesperadamente que ella lo mirara de esa manera.
Nunca lo hizo.
Ya en dirección a la puerta, le dijo:
—Quiero que descanses mientras voy a llamar a mi amigo Will.
Salió antes que sus ojos verdes vieran demasiado. Antes que ella pudiera adivinar lo mucho que aún se preocupaba.
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