sábado, 26 de septiembre de 2015

CAPITULO 18 (primera parte)






Silenciosamente, condujeron colina abajo, estacionaron, y entraron en el atestado restaurante. Pedro no había vuelto al lugar desde que Eduardo lo vendiera a un par de tipos de Las Vegas un mes después de que Paula llegara para tomarse un trago y volara su cabeza.


No estaba seguro de si le gustaban los cambios. Siempre había sido un sitio de barrio para pasar el rato, un lugar donde su equipo iba cuando estaban manchados de tierra y sudor, para jugar al billar y olvidarse de encarar a la muerte por un par de horas. Los nuevos dueños lo habían pulido, haciéndolo ver más como una gran cadena nacional que como un bar y parrilla de barrio.


Fotos de personas divirtiéndose en el lago salpicaban las paredes, junto con ventanas y pintura nueva. Incluso la muchedumbre era diferente. Llamativa, más rica.


—Vaya, este lugar sí que ha cambiado —dijo él mientras tomaban una mesa vacía cerca de la ventana.


Ella miró alrededor


—¿De verdad?


¿En qué estaba pensando él? Hacía seis meses ella estaba tan llena de pesar por su hermano que probablemente ni siquiera vio nada sobre el lugar. Además, él la había empujado contra la pared de las botellas y había estado sobre ella tan rápido que no podría haber visto nada.


—Lamento decírtelo —dijo él, en un intento de cambiar el tema— pero ya no estás compitiendo para la Señorita Lago Tahoe. Parece que las cosas de Kelly te quedan bastante bien.


Un espectacular rubor se abrió camino sobre sus mejillas.


—Es un poco más pequeña que yo.


Pedro dejó caer sus ojos hasta sus pechos por un breve momento


—Un poco. Pero créeme, te queda bien.


La novia de Dennis, Jenny, llegó cargando una pesada bandeja con bebidas. Él había olvidado que ella trabajaba en el servicio del almuerzo y la cena durante todo el verano. 


Ella le sonrió ampliamente cuando lo vio, pero cuando se dio cuenta de con quién estaba sentado, su sonrisa se convirtió en confusión.


Pedro, ¿qué haces aquí? —No añadió con ella al final de la oración, pero él podía leer su mente.


—Hora del almuerzo —dijo él— ¿qué hay de bueno hoy?


Ella bajó la vista a su libreta.


—Todos han estado pidiendo el sándwich de pollo a la parrilla con aguacate en pan francés. Casi se nos acaba.


Pedro se giró para mirar a Paula y ella asintió.


—Tomaremos dos si aún tienen. Y dos Coca Colas.


Jenny anotó el pedido, pero no comprendió que no era el mejor momento para hablar. Especialmente considerando las nuevas sospechas de Paula respecto a su novio. Pedro sabía que a Jenny no le gustaría mucho oír aquello. No más de lo que le gustaba a él.


—Fui a la cabaña de Jose después del desayuno —dijo frunciendo el ceño—. No tenía idea de que las cosas se estuvieran poniendo tan mal. Casi parecía no saber quién era yo. Debiste pedirme ayuda mucho antes.


Hasta ahora, Paula no había hecho la posible conexión entre la enfermedad de Jose y los senderos que iban desde su patio trasero hasta Desolation, y Pedro no quería darle ninguna razón para llevar sus sospechas por ese lado. Aún cuando ella ya había estado en la casa de Jose y hablado con él, mientras menos se dijera sobre la gravedad de la situación de su padrastro, mejor.


La conciencia de Pedro le dio un golpe. Paula lo había tratado con honestidad desde el principio, le dijo exactamente por qué creía que él era culpable y después admitió que estaba equivocada tan pronto decidió que era inocente.


Quería ser tan honesto como ella, pero aún no la conocía tan bien como para tener la absoluta certeza de cómo respondería ante sus preocupaciones sobre Jose. Y no podía dejar que nada le sucediera a su padre solo porque él le había dicho demasiado a la persona equivocada.


—Gracias por pasarte por allí, Jenny. Realmente te lo agradezco. —No se molestó con sutilezas—. Te llamaré más tarde y podemos hablar más sobre la situación.


Jenny le lanzó otra mirada a Paula antes de decir.


—Seguro, Pedro. Iré a ordenar tu pedido.


Paula le echó una mirada divertida cuando Jenny dio la vuelta a la esquina.


—Cielos, esa chica está loca por ti.


—¿Celosa?


Ella vio como Jenny reía mientras le susurraba algo a un lindo ayudante de camarero antes de entrar a la cocina.


—Me retracto. Coquetea con todos.


Él se dio cuenta de que Paula pasó por alto su pregunta de los celos y sonrió. No necesitaba contestar. Lo deseaba tanto como él a ella.


Ahora todo lo que necesitaba era que ella se diera cuenta de eso.


Mirando aún a Jenny, de repente frunció el ceño.


—Oye, ¿no estaba ella contigo en la pista de aterrizaje esta mañana?


—Había quedado con Dennis para desayunar. Han estado saliendo durante un tiempo.


—¿Saliendo con Dennis, huh? —dijo pensativa— ¿cómo se siente él con que su novia coquetee contigo?


Él se había hecho la misma pregunta y llegó a una sola conclusión:
—Él no es del tipo celoso.


Ella levanto las cejas.


—Seguro que no lo es.


Un par de bomberos de la estación urbana entraron y se dirigieron hacia la barra, probablemente para recoger algunas bebidas para llevar, y la cara de ella se desencajó. 


Sabía que estaba pensando en Antonio.


—Hablaba en serio anoche cuando te ofrecí ayudar con el caso de tu hermano.


Paula se giró hacia él de nuevo, sus ojos abiertos con sorpresa.


—No lo entiendo. ¿Por qué querrías ayudarme?


—¿Por qué no habría de hacerlo?


Estaba claro que ella no sabía qué responder. 


Probablemente por la misma razón que él aún no estaba cómodo siendo claro sobre Jose. A pesar de su conexión física, ella desconfiaba de él como él de ella.


—Gracias —dijo ella en voz baja— realmente aprecio tu oferta. Quizás cuando este caso esté terminado…


Sus palabras se desvanecieron y él quería presionarla más, hacerla comprometerse a verlo de nuevo cuando estuvieran en el otro lado de esta locura.


Justo entonces, vio a David entrar y buscarlos entre la multitud.


—David está aquí —dijo él, y la expresión de Paula se volvió todo negocios otra vez.


Aunque Pedro estaba feliz de que fueran a saber qué había ocasionado la explosión, la interrupción había llegado demasiado pronto. Al menos, se había sentido como si estuviera llegando a conocer a la verdadera Paula Chaves, la mujer de carne y hueso con inseguridades, esperanzas y debilidades, no solo la investigadora, dura como el acero, que se forzaba por ser cada minuto del día.


David jaló una silla. Pedro nunca había visto a su despreocupado amigo tan solemne como en este momento.


—Lo tengo.


Antes que pudiera decir algo más, Jenny llegó con los sándwiches. Esperaron en un tenso silencio a que ella los sirviera y se alejara, pero claramente no tenía ninguna prisa por irse.


—Hola David —dijo ella— ¿cómo te va?


—Bien, gracias.


—Vaya fuego el que arde, ¿no?


Él disparó una rápida mirada hacia Pedro


—Sip.


Ella los miró a los tres, finalmente notando que algo ocurría.


—¿Necesitan algo más, chicos? ¿Salsa de tomate? ¿Mostaza? ¿Tienes hambre, David?


—Estoy bien, gracias.


Ella alzó sus cejas.


—Bien, entonces me iré a tomar un pequeño descanso por unos minutos, así que llamen a Amy si necesitan algo más.


Todos asintieron, mientras los platos de comida permanecían intactos. Finalmente, Paula rompió el pesado silencio cuando Jenny se fue.


—¿Qué has descubierto?


—He podido identificar claramente gasolina y fertilizante.


Paula cerró los ojos por un momento.


—Juntos explotan como una bomba. Es fácil y no muy caro. Cualquiera pudo haberlo hecho. Es el crimen perfecto. —Cuando abrió los ojos nuevamente, Pedro tuvo la sensación de que ni siquiera los estaba viendo realmente—. La gasolina y el fertilizante son demasiados comunes, es muy probable que estén en el garaje de cualquiera. Encontrar a la persona que preparó el terreno para la explosión es como buscar una aguja en un pajar.


Durante sus quince años como bombero, al primer indicio de problemas,


Pedro inmediatamente brincaba a la acción. Usaba su cuerpo, sus herramientas y su cerebro para pelear contra llamaradas mortíferas. Pero esta vez las cosas eran diferentes. En lugar de batallar contra el fuego, él estaba buscando a un incendiario. Alguien que buscaba sangre.


—Gracias por la ayuda, David —dijo Paula, empujando su silla hacia atrás sin tocar su comida—. Necesito continuar, necesito revisar algunas cosas.


Pedro se puso de pie y arrojó cuarentas dólares mientras David le entregaba a Paula una hoja impresa con sus resultados.


—Mantén la fe. Encontrarás a quien hizo esto. Y lo detendrás antes de que lo haga otra vez. Me quedaré cerca de casa el resto del fin de semana por si necesitas que haga algún otro análisis.


Paula le dio una débil sonrisa mientras tomaba los resultados de laboratorio luego caminó tras Pedro hacia su camioneta.


—Agradezco que me hayas conectado con David —dijo cuando estuvieron solos nuevamente, en el asiento delantero—. Y gracias por ir más allá de la llamada del deber hoy, primero con el fuego, ahora con esto. —Ella lo miró a los ojos—. Pero necesito dejar de hacerte perder el tiempo ayudándome, y… consigue un abogado, Pedro.


¿Qué diablos? Ella le había dicho que le creía.


Ella le puso una mano en el brazo.


—Yo sé que no lo hiciste. Pero este es un pueblo pequeño. ¿Cuántas gasolineras hay cerca, sin tener que conducir hasta el centro?

—Una.


—¿Cuántos lugares que venden fertilizantes?


—Uno. —Él sabía exactamente a dónde quería llegar ella—. Y si la gasolina y el fertilizante de mi garaje vienen del mismo lote que los que analizó David y mi nombre ya está en la lista de sospechosos…


Ella finalizó su oración.


—Parecerá que lo hiciste tú.







No hay comentarios:

Publicar un comentario