viernes, 25 de septiembre de 2015
CAPITULO 17 (primera parte)
La puerta del laboratorio de criminalística estaba abierta cuando llegaron. Paula estaba acostumbrada a los edificios urbanos de acero y metal donde los químicos se veían todos iguales con sus batas blancas y gafas con armadura negra.
Un granero rojo y blanco entre árboles de pino era algo difícil de asimilar, tanto como las llamas pintadas con spray en las paredes de alrededor. Incluso los brazos del químico estaban cubiertos con tatuajes de llamas.
Por un momento ella se preguntó si estaba viendo a otro incendiario, pero sin nada más que seguir, además de las abundantes gráficas de fuego, sabía que se estaba agarrando de un clavo ardiendo.
—David, gracias por abrir el laboratorio durante el fin de semana para nosotros —dijo Pedro cuando entraron.
Consideró el vestuario de playa y las sandalias de su amigo—. Diablos, esperaba no haberte sacado del lago. Lo lamento.
El químico despidió con un gesto la preocupación de Pedro.
—No te preocupes. Kelly se moría por sacarme del bote así podía cogerlo para dar una vuelta sola con sus amigas. Dice que soy demasiado blandengue como para sacarle el jugo al velocímetro. —Sonrió—. Es un gusto conocerte, Paula.
Ella calculaba que él tendría alrededor de cuarenta años, sólo por las líneas en su bronceada cara y sus incipientes entradas en la cabellera. Estaba bronceado y bien cuidado y tenía el físico de un hombre mucho más joven. Algo sobre el lago, las montañas y el aire ligero en Tahoe hacía que los hombres se vieran mejor de lo que tenían derecho a verse.
Era extremadamente desconcertante.
—¿Así que estás investigando el incendio forestal? —preguntó.
—Sí, pero esta evidencia es de una explosión que ocurrió esta mañana.
—Escuchamos sobre eso. Pobre chico. Estamos rezando para que salga de esta.
No necesitaba mirar a Pedro para saber que él seguía viendo a Robbie envuelto como una momia en la cama del hospital.
—Necesito saber de dónde salieron los materiales explosivos. Una vez que me digas qué causó la explosión, tendré una mejor idea de dónde buscar más pistas.
—Me alegra poder ayudar. No sólo para limpiar tu nombre —le dijo a Pedro— sino también para atrapar al bastardo que lastimó a Robbie.
Pedro no respondió. Tenía su cabeza inclinada hacia abajo, justo como había estado en el hospital cuando se arrodilló al lado de la cama de Robbie, sobrecogido con el pesar.
David debió haberlo sentido también, porque eficazmente se hizo cargo de ambos.
—No se ofendan, pero no me entusiasma tener gente merodeando sobre mi microscopio. Pedro, usa mi ducha y toma la ropa que quieras.
Dirigiendo una sonrisa torcida hacia Paula y haciendo un gesto hacia su ropa de turista. David dijo:
—Supongo que, o eres una gran fanática de Lago Tahoe… o algo le sucedió a tu ropa.
—Nadie es así de fanático —dijo ella devolviéndole la sonrisa.
Pedro explicó rápidamente:
—Alguien incendió su habitación de hotel anoche.
David silbó.
—¿Piensan que es la misma persona que hizo esto? —Él levantó el frasco.
Sin querer revelar muchos detalles de lo que debía ser una investigación confidencial, Paula le dijo:
—Me pondré al día dentro de poco con el jefe de bomberos para saber si ha descubierto algo más. Pero por ahora, no lo sé.
David rápidamente entendió el punto, así que lo dejó de lado.
—Mi esposa es como de tu tamaño, Paula. Estoy seguro que no le importará prestarte algunas cosas si estás cansada de ser un anuncio publicitario andante de Lago Tahoe.
Agradecida por su práctica sugerencia, Paula siguió a Pedro fuera del granero hacia la casa estilo alpina de David. La única vez que había pasado tiempo en Tahoe desde la muerte de su hermano fue para investigar el incendio en el que él perdió la vida. Siempre se había asegurado de entrar y salir del pueblo rápidamente, armándose de valor para no reconocer la belleza del lugar.
Había sido más fácil enfocarse en la mala cara de la vida en Tahoe; las drogas, el licor y el crimen.
Este viaje era diferente. Esta vez no podía huir, y aún si se cuidaba de sus encantos, la belleza del lago, las montañas y los árboles se escurría profundamente por sus poros.
Al igual que Pedro y todo su encanto, su buena apariencia y heroísmo empujaban sobrepasando sus defensas.
Se dio la vuelta para alejarse de la ventana y vio que Pedro se había quitado la camisa. Su boca casi cayó abierta ante las bellas y bronceadas líneas de su torso. Él tenía músculos en lugares que ella ignoraba que podían salir. Y estaba mucho mejor esculpido que cualquier otro bombero que hubiera visto.
—Dado que debemos esperar a David, una ducha suena bien. —Él sonrió y el destello de sus dientes blancos fue completamente hipnótico—. ¿Quieres una?
Paula se dio instrucciones a sí misma para desviar la mirada de su pecho. Y falló.
—No —graznó.
Él dejó que la vista de ella se saciara, una de las esquinas de su boca moviéndose en una pícara sonrisa.
—Como quieras —dijo, entonces se dirigió hacia el dormitorio saliendo de la cocina.
Paula se quedó parada en medio de la sala de estar y trató de aplastar sus estúpidas hormonas. Tan pronto como oyó la ducha encenderse, caminó hacia el dormitorio principal y trató de ignorar el hecho de que Pedro estaba sólo a un par de dormitorios de distancia.
Y que estaba desnudo. Se le secó la boca.
Su cuerpo la urgía a aceptar su invitación para unírsele en la ducha.
Pero incluso cuando no creía que él fuera culpable de los incendios provocados, aún no podía permitirse involucrarse con él. No mientras ella estuviera trabajando en el caso. Y definitivamente no con otro bombero.
Rápidamente, escogió unos jeans de diseñador y una camiseta del vestidor. Sin embargo, marcó la línea en tomar prestada ropa interior de una extraña. Simplemente tendría que seguir teniendo las palabras “Lago Tahoe” garabateadas a través de su trasero.
Sabiendo que haría algo impetuoso y estúpido si seguía parada allí cuando Pedro saliera del baño con nada más que una toalla, se encerró en el cuarto de lavandería para ponerse la ropa nueva. Tanto el pantalón como la camiseta eran un poco ajustados, pero cualquier cosa era mejor que la blusa rosada y el pantalón de chándal que había comprado en la tienda para turistas de su motel.
Esperó impacientemente que Logan regresara a la sala de estar, y cuando finalmente salió, ella tuvo que esforzarse como el infierno para no reaccionar a lo ridículamente sexy que se veía con pantalones cortos de surf talle bajo y una camiseta. La única posibilidad para contrarrestar su atracción hacia él era quedarse totalmente enfocada en la investigación.
—¿Cuánto más crees que va a tardar David?
Cuando no se molestó en decirle que se relajara, supo que él también estaba ansioso por tener algunas respuestas.
—Vamos a preguntarle —le contestó.
David aún estaba dándole duro al trabajo cuando ellos abrieron la puerta del laboratorio y metieron sus cabezas dentro.
—No he terminado aún —les dijo, metiendo un portaobjetos bajo el microscopio antes de que levantara la vista—. Apuesto a que hoy no han parado a comer, ¿verdad? Nuestro refrigerador está bastante vacío, así que, qué tal si se dan una vuelta por el Bar y Parrilla que está al final de la calle y yo los busco allí cuando termine.
Paula sintió a Pedro tensarse a su lado. El Bar y Parrilla Tahoe Pines era el último lugar al que cualquiera de ellos dos quisiera ir, pero sería incomodísimo tener que explicarle a David por qué era una muy mala idea.
Y entonces su estómago la traicionó con un rugido, sellando el trato.
—Adelántense —dijo David. Así que salieron, cerraron la puerta tras ellos, y se quedaron parados mirándose el uno al otro en la acera, ninguno dijo una palabra.
Finalmente, Pedro se encogió de hombros.
—Yo voy si tú vas.
—Supongo que estoy lo suficientemente hambrienta.
Y de repente la idea de quitarse un peso de encima por unos minutos parecía buena. Incluso cuando estaban a punto de meterse en emocionales arenas movedizas.
Paula sabía que necesitaba estar en guardia siempre que estaba cerca de Pedro. Era demasiado bueno para golpear a través de sus defensas, pacientemente empujándolas una a una. Pero estaba tan cansada. Y hambrienta, ya que fácilmente habían pasado veinticuatro horas desde la última vez que había comido.
Lo peor de todo era que, estaba más excitada de lo que debería por un bombero muy atractivo con ropa de surfista.
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