viernes, 25 de septiembre de 2015

CAPITULO 15 (primera parte)







Pedro se sentía como si estuviera de pie en el extremo de una jaula de bateo con las pelotas de béisbol precipitándose directamente hacia su cabeza.


Había mirado fijamente a Robbie en la cama del hospital y sabía que cualquiera de ellos podría haber estado allí acostado, envuelto de pies a cabeza con vendas, luchando por sus vidas. Seguro, él, Samuel y Cristian habían corrido más rápido que la explosión, pero de cualquier manera, salir había sido pura suerte.


Lo último que Pedro quería era otro motivo para tener que volver al hospital. Entre preocuparse por sus hombres y preocuparse por Jose vagando por los senderos de atrás de su casa, acercándose demasiado al incendio o encendiendo uno nuevo, Pedro estaba al límite.


Y ahora Paula quería arriesgar su vida para reunir pruebas. 


Durante su formación como bombero, había estado interesado en cada parte del proceso, y estaba bastante bien versado en cómo funcionaba la investigación de incendios provocados.


Para obtener una evidencia suficientemente sólida como para comprobarla en un laboratorio por residuos de hidrocarburo inflamables, ella necesitaría estar en el centro del lugar de la explosión.


De ninguna manera.


—Usar ese rastreador que has estado transportando alrededor es demasiado peligroso en estos momentos. Olvídate de eso.


—No soy tonta —dijo ella, su boca en una familiar línea terca—. Sé que es peligroso, pero necesito esas muestras. Si no me llevas, encontraré otra manera de ir.


Era la mujer más obstinada que había conocido, lo cual la hacía perfectamente adecuada para su trabajo.


Sin importar los argumentos que le lanzara, ella se pegaría a sus instintos. Seguiría su intuición, justo como él hacía cuando estaba luchando contra un incendio. No tenía sentido discutir con ella. No iba a dar marcha atrás.


—Me pondré el equipo y conseguiré las muestras.


Su boca se abrió en sorpresa.


—De ninguna manera. No puedo permitir que hagas eso. Eres mi sospechoso. No mi asistente.


Pero Pedro no iba a dar marcha atrás tampoco. Por si no se había dado cuenta todavía, eran bastante parecidos.


—Soy tu única opción, el único hombre con el equipo necesario que está dispuesto a arriesgar su vida para conseguirte algo para llevar al laboratorio criminal.


Tenía que darse cuenta de que nunca la dejaría ir por sí misma. No podría soportar la idea de verla envuelta como una momia en el hospital.


—Soy un buen amigo del químico que dirige el laboratorio local. No quieres esperar a que pase el fin de semana, ¿verdad?


Ella suspiró, sabiendo que sus manos estaban atadas.


—Sabes que no puedo esperar tanto tiempo.


—Conseguiré que abra su laboratorio hoy. —Siempre que 


David no estuviera navegando en el lago con su familia este fin de semana, por supuesto, pero no había ninguna necesidad de mencionar eso. No cuando él estaba usando a su amigo como excusa.


Condujeron hasta la estación de Bomberos HotShot para recoger su equipo.


—Quizás desees quedarte en el coche. —Le advirtió en el estacionamiento de la estación—. Lo más probable es que no seas muy popular entre los chicos en este momento.


Haciendo caso omiso de su buen consejo, ella saltó fuera.


—¿De verdad crees que me importa?


Síp, lo creía. Pero decírselo sólo la provocaría.


—No digas que no te lo advertí.


Él vio cómo erguía los hombros y su expresión se volvía una máscara impenetrable mientras se dirigían al interior. Un puñado de muchachos estaba tomando una comida rápida alrededor de la mesa de plástico.


Pedro agarró la chaqueta ignífuga, pantalones, botas y casco de su armario.


—¿Qué diablos está haciendo ella aquí?


A pesar de que Paula lo había suspendido del servicio, no iba a permitir que los chicos la trataran como si fuera basura. 


Ella tenía un trabajo que hacer y lo estaba haciendo. Fin de la historia.


Para su crédito, Paula no parecía ni mínimamente molesta por su escrutinio. Pedro suponía que ser odiada por los bomberos en estas situaciones venía con el trabajo.


—Ella sólo está haciendo su trabajo, Sergio —dijo él antes de volver su atención lejos de ella—. ¿Cuáles son las condiciones en la montaña en este momento? ¿Cómo lo está llevando todo el mundo?


Sergio, Zack, y Andy se detuvieron momentáneamente mirando a Paula.


—Está jodido —admitió Zack—. El viento se mueve en todas las direcciones, y con los arbustos secos, el fuego se está extendiendo rápido. Muy rápido.


Andy interrumpió.


—He oído que fuiste a ver a Robbie. ¿Cómo está? Ninguno de nosotros puede ir al hospital. No mientras el fuego se esté extendiendo tan rápido.


El carácter de los bomberos era algo extraño. La mayor parte del tiempo los chicos podían bloquear cualquier cosa mala hasta que hubiesen terminado de hacer su trabajo y el fuego estuviese extinguido. Pero éste era un caso especial. 


La única opción era decirles muy poco sobre la verdadera situación de Robbie. Después de su breve charla con el Dr. Caldwell, no estaba del todo seguro de si Robbie iba a salir adelante.


Pedro sopesó sus palabras con cuidado.


—Está aguantando.


Los chicos asintieron y siguieron comiendo, sabiendo que no debían presionar por detalles que no podían manejar. Sergio señaló hacia el equipo en la mano de Pedro.


—¿Ella está dejándote participar de nuevo, hombre?


Paula habló finalmente.


—Vamos, Sr. Alfonso. —Se dio la vuelta y camino de regresó al coche.


Andy lanzó un silbido.


—Qué desperdicio de un caliente trasero.


Pedro apretó los dientes, sintiéndose más que un poco posesivo sobre las curvas de Paula.


—Concéntrate en el fuego —advirtió, sabiendo que eso era exactamente lo que tenía que hacer él mismo—. Voy a estar de nuevo en acción tan pronto como pueda.


Salió y lanzó el equipo en la parte trasera de su camioneta. 


Se deslizó tras el volante.


—Debe ser duro.


Maya no dijo nada, pero sus carnosos labios eran una línea apretada.


—Tu padre era un bombero. Y ahora eres la enemiga, a la que a todos les encanta odiar.


Se removió en su asiento, alejándose de él, las manos entrelazadas con fuerza en su regazo.


—No tengo que investigar a bomberos muy a menudo, pero cuando lo hago, no trato sus casos de manera diferente.


—¿Estás segura que puedes hacer eso? —preguntó Pedro, incluso mientras se preguntaba por qué le importaba tanto. 


Especialmente cuando ella, seguro como el infierno, que no se lo estaba haciendo fácil.


Paula se quedó en silencio por un largo rato.


—Nunca esperé encontrarme contigo de nuevo, mucho menos que fueras mi principal sospechoso. Y entonces, después de lo que pasó en el motel, después de recibir esa nota… —se detuvo, y comenzó de nuevo—: Tratar de separar este caso de lo que le pasó a mi hermano, es lo más difícil que he tenido que hacer. Pero te lo juro, y a tus hombres, que esto no es una caza de brujas. No estoy simplemente buscando la cabeza de alguien para clavarla en una estaca. Y no quiero que otro de tus hombres salga herido a causa de un pirómano en serie.


Ella no estaba ocultándole su angustia, y sintió que tal vez estaba empezando a ganarse su confianza.


—Gracias por eso —dijo—. Por tu honestidad. Y por pensar en mis hombres.


Ella giró el rastreador en sus manos.


—No quiero que salgas herido tampoco, Pedro. Obtener la evidencia es demasiado peligroso. No puedo dejarte hacer eso.


Pero el peligro ya no importaba. Él tenía que averiguar quién había provocado la explosión para asegurarse que no volviese a pasar y dejase fuera de juego a otro de sus hombres.


—Robbie era mi amigo. No se merecía esto. Algún idiota cree que puede salirse con la suya. Probablemente piensa que nadie va a estar dispuesto a acercarse al fuego y averiguar qué lo causó —apretó las manos en el volante—. Ese idiota se equivoca.


—Es demasiado peligroso. Me gustaría que lo reconsideraras.


Pero ambos sabían que no lo haría.


—¿Qué necesito saber sobre el funcionamiento del rastreador?


—Asegúrate de mantener pulsado el botón rojo durante al menos treinta segundos o el tamaño de la muestra no va a ser lo suficientemente grande como para que la registre el medidor. También necesitaré un par de puñados de tierra y hierba, y todo lo que no sea oriundo del lugar.


Parecía que ella iba a decir algo más.


—Adelante. ¿Qué más quieres que sepa?


Ella negó con la cabeza.


—Nada.


—Podré soportarlo —dijo suavemente. Podía sentirla luchando consigo misma en el asiento del pasajero, casi podía ver las ruedas girando en su cabeza.


De repente, dijo:
—Solo ten cuidado, ¿de acuerdo?


De todas las cosas que esperaba que dijera, esta no estaba en ningún lado de la lista.


—Es bueno saber que te importo.


—Síp —dijo ella, su boca se arqueó hacia un lado— odiaría perder a mi principal sospechoso.


Se encontró a sí mismo sonriendo a pesar del peligro al que estaba a punto de enfrentarse, apreciando su rápida replica tanto como sus deliciosas curvas.


—No puedo creer lo grandes que son estas casas. —Se maravilló Paula cuando él usó su control remoto universal para abrir las puertas de la lujosa urbanización y se condujeron más allá de una hilera de enormes mansiones recientemente construidas.


Sabía que ella estaba tratando de aligerar el ambiente ante la confrontación con el inminente peligro y probablemente para evadir la creciente conexión entre ellos mientras tanto.


—Están consiguiendo matar el paisaje —dijo él, siguiéndole el juego— solía pasear por aquí antes que construyeran las casas. Fue una maldita lástima cuando el pueblo perdió estas tierras.


Por no hablar del grano en el culo que fue para su equipo tener que proteger la zona, a pesar que los propietarios hacían todo lo posible por aumentar el riesgo de incendio. 


Proteger a las personas era su primera prioridad. Pero salvar las caras casas estaba casi en segundo lugar.


Siguió la sinuosa ruta por la colina hasta un camino sin salida. Podía sentir el calor del fuego, incluso a esta distancia. Iba a estar más caliente que el infierno al otro lado de la pared. Y cien veces más peligroso. Todo lo que haría falta sería que una chispa aterrizara en un parche intacto de combustible.


Saltó fuera de su camioneta y rápidamente se puso el uniforme, pero cuando dio la vuelta hacia el otro lado del coche Paula sostenía firmemente el rastreador y un frasco.


—Espera aquí —dejó las llaves en su regazo y sacó el rastreador de entre sus dedos—. Pero si ves que las llamas comienzan a pasar sobre esa pared, aléjate lo más rápido que puedas, entonces ponte en mi radio e informa de ello.


Ella cerró los dedos alrededor de sus llaves.


—No me iré sin ti.


—No tiene ningún sentido que ambos muramos —dijo él, luego se inclinó y le robó un beso rápido antes de caminar directamente hacia la tormenta de fuego.






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