jueves, 24 de septiembre de 2015

CAPITULO 14 (primera parte)






Un letrero en la ventana de la oficina decía que el aeropuerto privado no sería atendido hasta más tarde esa mañana, pero la puerta estaría abierta así la gente podría usar el baño. 


Paula se encerró en el único cubículo para poner sus pensamientos en orden antes de enfrentarse a Pedro. Una vez más.


Bebió un poco del agua helada del grifo para despejar su cabeza y regresó a la pequeña sala justo cuando él dejaba que la puerta se cerrase detrás suyo, con sus anchos hombros y su más de metro ochenta bloqueando efectivamente toda la luz solar. Parecía que no había conseguido dormir mucho más que ella, y aún así, era tan hermoso que Paula perdió el aliento solo de mirarlo.


—Eres un pirómano.


Pedro no se molestó en negar la verdad.


—Solía serlo. Hace mucho tiempo. Pero ya no soy ese chico.


Él no podía pensar que iba a salirse de esto tan fácilmente, no podía creer que su encantadora buena apariencia le haría decir: Oh, está bien, no importa.


—Yo podría haberte creído ayer cuando te pregunté a bocajarro por qué fuiste a vivir con Jose. Pero ahora me has obligado a reexaminar las cosas. A preguntarme por qué estabas escondiendo algo tan importante de un investigador de incendios. A considerar si eres o no culpable, después de todo.


—Mira —le dijo— solía encender fuegos. Era un estúpido adolescente que no tenía ni idea.


Incluso mientras él trataba de alejarse de la extremadamente condenatoria evidencia en su contra, su beso todavía estaba impreso en sus labios. Aún podía olerlo. Saborearlo.


¡Maldito sea por tener ese poder sobre mí!


—¿Por qué debería creerte? Todo lo que sé es que te vieron apagando dos fuegos cerca del punto de ignición, y que solías encender fuegos por diversión.


—Puedo ver cómo podrías llegar a esa conclusión. Pero esta vez, no tiene sentido. Me preguntaste por mi pasado ayer. 
Bueno, aquí está: yo encendía fuegos cuando era un muchacho porque mi padre era un imbécil y me hacía sentir poderoso. No hacia fuegos que podrían destruir cosas, que podrían salirse de control y matar gente. Yo era un niño de mierda. Eso es todo lo que era. Lo juro por Dios, Paula, mi pasado no tiene nada que ver con estos incendios.


Era increíblemente difícil aferrarse a sus dudas de cara a su sinceridad.


—¿Cómo puedo estar absolutamente segura que realmente está todo en el pasado?


Ella rememoró su entrevista con Jose la tarde anterior, cómo de triste debería ser para Pedro ver a un hombre otrora fuerte desvanecerse.


—Jose te recogió durante un tiempo difícil en tu vida. Fue bueno para ti, él te trató como a un hijo más, y ahora su salud está fallando. Debe ser muy duro para ti tratar con eso. No serías la primera persona en actuar por dolor. —Ella tomó una respiración profunda—. Como yo. Contigo. Cuando Antonio murió. No serías la primera persona que lo jodió en el calor del momento. O la última.


—Por supuesto que estoy preocupado por Jose —coincidió Pedro—. Quiero llevarlo a un médico. Quiero que viva conmigo así puedo vigilarlo. Quiero contratar un equipo de limpieza para que lave su ropa y vacíe su fregadero y se asegure de que él come. Pero hay una gran diferencia entre hacerlo con una extraña y provocar incendios.


—¿En serio?


Su voz tembló en la pregunta mientras ella pensaba en ese día en el bar, cuando había parecido que todo su mundo se derrumbaba a su alrededor.


—¿Estás seguro que la hay? —se encontró preguntando.


Él se acercó más.


—Todo está ligado a tu hermano, ¿no? Este caso. Que yo sea un bombero. Estar aquí en Lago Tahoe.


Ella instintivamente tiró de su bolso hacia su pecho como un escudo. ¿Por qué siempre tenía que ir al lugar que más dolía?


—No. El caso de Antonio es totalmente independiente de éste. Yo sé lo que estoy haciendo.


Por lo menos solía saberlo. Antes de que todo se pusiera tan condenadamente complicado. Lo cual era la razón por la que tenía que centrarse en los hechos que estaban a la vista. Y no en la forma en que su libido se disparaba cada vez que él llegaba a un metro de distancia.


—El hecho es que la piromanía es un gran golpe en su contra, señor Alfonso.


Él se acercó de nuevo y ella sintió su garganta moverse mientras tragaba, vio sus ojos captar su nerviosa reacción ante su cercanía.


—En este momento no hay nada que me conecte al fuego más que especulación. Y ambos sabemos que la especulación no se puede sostener en el tribunal.


Estaba en lo cierto. Y ella odiaba, junto con su comodidad a su alrededor, el hecho de que no estaba burlándose de ella de ninguna manera, ni siquiera atacándola por ir tras él.


—Algunos casos se unen más rápido que otros —dijo ella, fingiendo la tranquilidad que sin duda no sentía— no voy a renunciar.


—Sé que no lo harás, Paula —dijo él con la misma voz que habría utilizado para convencer a un gatito asustado de salir de un árbol— ¿no lo ves? Estamos en el mismo equipo. Quiero encontrar al pirómano. Quiero asegurarme que paga por lo que ha hecho, por arrastrar mi nombre por el lodo y a mis hombres con ello.


Su lógica ineludible combinada con la sensual fuerza de sus brillantes ojos azules, sus dientes blancos contra la piel bronceada, fue suficiente para romperla, para conseguir que estuviera de acuerdo con cualquier cosa que él deseara.


Había tenido una vida practicando sus líneas encantadoras sobre mujeres inocentes que caían por la magnífica imagen que presentaba.


—Conozco el desierto Desolation como la palma de mi mano. Puedo ayudarte a encontrar al verdadero pirómano.


Maldita sea, odiaba que él estuviera teniendo sentido. Aún más, odiaba lo tentadora que era su oferta. La oportunidad de estar cerca de él tiró de sus entrañas. A pesar que acababa de admitir haber sido un pirómano. Ella estaba loca incluso por considerar su oferta.


El móvil de él sonó y su primer pensamiento fue que había sido salvada por la campana.


—¿Robbie? ¿Qué ha pasado?


Ella estaba a mitad de camino hacia la puerta cuando la angustia en la voz de Logan la detuvo en mitad de un paso. 


Un torrente de palabras se hizo eco en la pequeña habitación, y cuando su rostro perdió todo el color debajo de su bronceada piel escalofríos corrieron por su columna vertebral.


Un bombero reaccionaba así sólo cuando algo malo le había pasado a uno de sus hombres. Algo muy, muy malo. Y Paula sabía mejor que nadie cuán mortales podían ser los incendios.


—¿Una explosión? ¿Gasolina? ¿Estás seguro? Me dirijo al hospital ahora mismo. —Pedro se empujó pasando junto a ella y salió por la puerta.


El estómago de Paula se retorció. Una explosión alimentada por gasolina no sonaba como otro estallido. Sonaba como un incendio provocado en el peor de los casos. Y basada en nada más que la reacción horrorizada de Pedro ante la noticia, sabía que él no era responsable.


Corrió y llegó a su camioneta justo cuando estaba encendiendo el motor. Ella abrió la puerta lateral, apenas saltando en el asiento del pasajero antes de que él golpeara su pie en el pedal del acelerador.


—¿Qué pasó? ¿Ha habido otro accidente?


Un músculo saltó en su mandíbula y ella sabía que si estuviera en sus zapatos, se detendría en el arcén de la autopista y lo patearía fuera por la puerta del pasajero.


—Sé que no confías en mí, Pedro, pero creo que tenías razón cuando dijiste que la única manera en que podemos capturar al pirómano es si nosotros sabemos todo.


Él no apartó la vista de la carretera ante su uso deliberado de la palabra “nosotros”, aparentemente no reaccionaría ante ella usando su nombre de pila por primera vez, pero sabía que él la había oído.


—Aceptaré tu oferta.


—No jodas conmigo, Paula. Ahora no.


Podía entender su necesidad de arremeter contra alguien, cualquiera. Él acababa de descubrir terribles noticias acerca de uno de sus hombres. Ella había hecho de su misión un dolor en el culo de él, y era la única persona a corta distancia, por lo que era perfectamente razonable que desquitara su dolor con ella. Sin embargo, una explosión que había lastimado a uno de sus hombres lo cambiaba todo.


Esto ya no era el mismo caso que ella había abierto la tarde del viernes. El inicial incendio forestal en el desierto Desolation parecía bastante rutinario. Pero con el incendio en su motel y esta explosión, estaba segura de que ellos se enfrentaban a un peligroso pirómano en serie. Una vez más se preguntó acerca de la extraña voz en la línea de denuncia. ¿Había querido alguien herir a Pedro enmarcándolo como un pirómano?


—Si alguien está desencadenando explosiones para herir a tus hombres, podría ser la misma persona que encendió las llamas en mi habitación del motel.


Ella haría lo que tuviera que hacer para atrapar a este pirómano. Incluso si eso significaba asociarse con un ex pirómano cuya sola presencia hacía estragos en sus entrañas.


Pedro, necesito tu ayuda antes de que lastime a alguien más. Necesito saber lo que pasó.


Apenas había terminado su súplica cuando Pedro frenó de golpe ante un semáforo en rojo. El aire se precipitó fuera de sus pulmones cuando fue arrojada hacia el parabrisas, su cinturón de seguridad bloqueándola en su lugar justo a tiempo.


—Jesús, no debería estar conduciendo así de rápido. ¿Estás bien?


—Sí. No te preocupes. Sólo dime lo que ha pasado. Por favor.


—Anoche el fuego cambió de dirección hacia un segundo desarrollo habitacional.


Podía oír el dolor en el timbre de su cruda voz y cuando no dio detalles, lo empujó para continuar.


—Teniendo en cuenta lo que he visto desde el helicóptero, no se veía como que el fuego había tocado ninguna de las casas todavía. ¿Ha cambiado eso?


—No. Todavía no.


Esperó en silencio, tan pacientemente como pudo, a que continuara. Sabía lo que era necesitar algo de tiempo para procesar la información, para tratar de resolverlo todo en tu propia cabeza antes que se lo dijeras a alguien. Era, precisamente, el por qué ella no había hablado con nadie acerca de Antonio desde su muerte.


De repente se dio cuenta que, por extraño que fuera, Pedro sabía más acerca de cómo se sentía ella que nadie. Por alguna razón, se había sentido cómodo hablar con él acerca de Antonio. ¿Era simplemente porque era un bombero? ¿O había algo más allí que no quería ver?


La voz de Pedro la trajo de vuelta a la situación actual.


—Gabriel pensó que le estaba dando a Robbie uno de los puestos de trabajo más seguros. Robbie es joven. 
Demasiado verde para estar en el centro del fuego. Él estaba encendiendo un contrafuego a cuatrocientos metros de la línea de propiedad. Es de libro de texto. —Su boca se apretó con ira—. Cualquiera que conozca el comportamiento de los incendios forestales lo habría encendido allí. No hay forma que esta explosión pudiese haber sido un accidente.


—¿Alguien ha comprobado las muestras siquiera para asegurarse que es gasolina?


Dennis y el fuerte olor a gasolina fresca en su mano vinieron inmediatamente a la mente. ¿Podría haber estado involucrado en la explosión de alguna manera?


—Robbie no estaría en la sala de quemados luchando por su vida si algún hijo de puta no hubiera ido por ahí y rociado toda la zona. Él no tenía ninguna maldita posibilidad. La hierba estalló en su cara. Gabriel dijo que fue cubierto en llamas, de la cabeza a los pies, y estaba inconsciente en el momento en que alguien pudo sofocar las llamas y llegar a él.


La voz de Pedro no se rompió, su armadura no se derrumbó, y eso fue lo que más llegó a Paula. Era su trabajo mantenerse entero, incluso en el peor de los casos, cuando los hombres que amaba estaban muriendo.


—Es un maldito novato. Un gran chico con una bonita novia en la ciudad.


—Yo habría dado mi vida por la de mi hermano —dijo ella con suavidad, a sabiendas de que Pedro tenía que sentirse de la misma manera, que creía que él personalmente le había fallado a Robbie por no estar a su lado para alejarlo de las llamas.


Nadie debería pasar por ese tipo de dolor solo.


—Descubriremos quién le hizo esto. Te lo prometo. —Pedro patinó en el estacionamiento del hospital, luego saltó fuera de la camioneta. Ella corrió a través de las puertas correderas de cristal a un paso detrás de él.


Por enésima vez, Paula se cuestionó seriamente la culpabilidad de Pedro. No había manera de que pudiera haber vertido gasolina sobre la hierba seca en medio de la noche, sabiendo que uno de sus hombres podría arder en llamas. Esta explosión era el golpe de un pirómano psicótico al que no le importaba a quien lastimara.


En cinco años de involucrarse en investigaciones, Paula nunca había oído el tictac del reloj tan fuerte, o tan rápidamente. Ella estaba enfrentándose a una seria amenaza. Todos lo estaban.


Pedro empujó a través de una puerta acristalada, y cuando ella vio lo que le había sucedido a Robbie, sus arremolinados pensamientos se detuvieron en seco.


Dios mío.


Las lágrimas llenaron sus ojos y le tomó hasta la última gota de voluntad permanecer de pie. Los recuerdos inundaron su sistema, elevándose desde las baldosas del suelo de linóleo a través de sus pies, apuntando a su corazón, tratando de quebrarla, como la habían roto antes.


Robbie yacía en la cama del hospital, conectado a un sistema de soporte vital, envuelto de pies a cabeza en una gasa blanca. Cuando despierte, si despertaba,
él sufriría más dolor de lo que alguien debería tener que vivir.


Una bonita chica rubia que había estado llorando al lado de Robbie corrió a los brazos de Pedro, y él la abrazó con fuerza mientras sollozaba en su contra. Cuando la chica finalmente salió de su reconfortante abrazo unos minutos más tarde, Paula podría haber jurado que ella había tomado algo de la fuerza de Pedro consigo.


La chica salió de la habitación aturdida, secándose las lágrimas con el dorso de su mano. Paula observó a Pedro arrodillarse en el suelo junto a Robbie, su cabeza inclinada hacia abajo al costado de una mano vendada. No sabía si estaba rezando o simplemente ocultando sus lágrimas.


Ella había pasado un infierno con su hermano, y todavía no sabía absolutamente nada sobre cómo tratar con ello.


Parpadeó y se limpió las lágrimas escapando de sus pestañas. Cuando el edificio se había derrumbado en torno a Antonio y su cuerpo había sido clavado debajo de una gruesa viga del techo, los otros bomberos no habían sido capaces de sacarlo. El calor de las llamas había destruido todo. Incluso sus huesos habían sido reducidos a cenizas.


 Ella había estado muy enfadada por tanto tiempo porque ni siquiera se le diera la oportunidad de decirle adiós en un hospital.


Pero ahora que veía a Robbie rodeado de máquinas, se preguntó si Antonio había sido el afortunado. Con toda probabilidad, su hermano había muerto en el impacto. 


Mientras que el dolor sería el constante compañero de Robbie por los próximos años... si sobrevivía.


Ella se apartó de la ventana y se secó los ojos. No podía permitir que su dolor hace tiempo enterrado, o su nueva contraparte, enturbiaran su pensamiento. Ella tenía que estar centrada en la investigación. Pero le tomó un buen rato recordar dónde había estado cuando Pedro escuchó las noticias sobre Robbie. Ella había estado parada en la oficina en el aeropuerto interrogando a Pedro y preguntándose sobre los motivos de Dennis.


Con la intención de averiguar más acerca de Dennis, se dirigió al puesto de enfermeras.


—Esto va a sonar como una extraña petición, pero realmente tengo que estar en línea para buscar algo. ¿Puedo usar uno de los ordenadores por treinta segundos?


Las dos enfermeras sentadas detrás del mostrador, fruncieron el ceño.


—Lo lamento, señora —dijo una de ellas— pero me temo que no podemos permitirle hacer eso.


Paula se tragó un gruñido de frustración. Ella no estaba simplemente queriendo revisar su correo electrónico para ver si un novio inexistente le había enviado una nota. Pero ellas no conocían la gravedad de la situación. De alguna manera, tenía que caminar la delgada línea entre la confidencialidad y la divulgación.


—Soy investigadora de incendios provocados —dijo en voz baja— y necesito desesperadamente imprimir un documento respecto al bombero HotShot que acaba de ingresar. Es una pista vital en mi búsqueda de la persona que le hizo esto.


Una de las enfermeras se inclinó hacia delante y miró a ambos lados del pasillo vacío.


—Puedes usar mi ordenador. Pero date prisa, cariño. No quiero que nadie te vea.


Maya se coló por la puerta de vaivén y tomó la silla de oficina de la mujer.


—Elena, podrías ser despedida por hacer esto —susurró la otra enfermera.


Maya rápidamente sacó una verificación de antecedentes del gobierno sobre Dennis Kellerman mientras Elena le respondía a su compañera de trabajo con un resoplido.


—Tú la oíste. Ella necesita atrapar a un pirómano. No quiero ver a otro muchacho ingresar aquí con quemaduras de tercer grado en el ochenta por ciento de su cuerpo.


Paula se estremeció. Ochenta por ciento. Dios mío, había sabido de personas que se habían recuperado de quemaduras de tercer grado en un brazo, y su dolor había sido insoportable. Su corazón se rompió de nuevo ante el pensamiento de lo que Robbie pasaría si se las arreglaba para transitar a través de la conmoción física inicial.


Con manos temblorosas, imprimió el documento y cerró sesión.


—Gracias —le dijo a Elena mientras recuperaba las páginas de la impresora.


—No, cariño, gracias a ti. —Ella le dio unas palmaditas en el hombro a Paula—. Ahora ve a buscar a la gente mala y enciérrala. Estamos contando contigo.


Sintiendo el peso de las expectativas sobre sus hombros, las propias más grandes que todas, Paula leyó rápidamente a través del corto archivo de Dennis. Ella sintió a Pedro antes de verlo, y cuando levantó la vista él estaba asomado alto y peligroso por encima de su hombro antes de que pudiera ocultar el documento.


—¿Dennis? ¿Por qué haces una búsqueda de antecedentes sobre él?


La confidencialidad era fundamental. Ella no debería decirle nada a Pedro, nunca debería haber dejado que uno de sus sospechosos viera una copia de la verificación de antecedentes de otro sospechoso, incluso si ella había sugerido que compartieran información. Se sentía como si su propia espalda estuviera contra la pared.


—Tengo que desconfiar de todo el mundo, Pedro. Es la única manera en que voy a averiguar quién inició estos incendios.


—No hay nada sobre Dennis. Él es tan inocente como un bebé. Jesús, Paula, cuanto más tiempo nos lleve encontrar al verdadero pirómano, más gente va a salir lastimada. —Ella leyó el dolor y la ira en su rostro y sintió como si fueran suyos—. Un muchacho ya está medio muerto en una cama de hospital. No podemos esperar a que otro de mis hombres termine cubierto de vendas.


Ella puso su mano sobre su brazo, luego lo arrastró lejos ante la oleada de calor entre ellos.


—Ninguno de nosotros quiere eso, Pedro. Y si estoy equivocada sobre tu hermano adoptivo, retrocederé. Pero si descubro que hay algo allí, tengo que hacer mi trabajo y buscar en ello.


Él estaba parado en el pasillo del hospital viéndola, sus hombros tan amplios que casi parecían que iban a chocar contra las paredes de color verde pálido.


—Dime por qué de repente Dennis está en tu lista.


Hace una hora, ella no habría siquiera considerado dejar a Pedro entrar en su investigación, pero después de haberlo visto con Robbie, estaba absolutamente segura de que no había puesto en marcha esta explosión. Verlo junto a la cama de Robbie hizo su decisión por ella: trabajarían juntos para investigar este nuevo incendio, y a lo largo del camino ella esperaba obtener algunas respuestas con respecto al incendio forestal inicial.


—Olí gasolina en sus manos.


—Es un piloto de helicópteros. Probablemente acababa de llenar el tanque antes de tu vuelo.


—Tal vez. —Paula notó que las enfermeras estaban pendientes de cada palabra. Eso, o babeando sobre Pedro. Probablemente ambas cosas—. Salgamos a la calle, donde podemos hablar en privado. —Salieron a una entrada cubierta—. He estado pensando en algunas de las cosas que Dennis me dijo durante nuestro vuelo. Cosas que me contó sobre ti.


Cuando Pedro no respondió, le preguntó:
—¿No quieres saber lo que dijo?


—No.


—Dame el gusto, ¿de acuerdo? ¿Dirías que tú y Dennis tienen una buena relación?


—Sí.


—¿Está tu relación con Dennis tirante de alguna manera?


—No.


—¿Tendría él alguna razón para incriminarte?


De repente, él era el rey de las respuestas de una sola palabra, y ella se sentía mal por todas las mujeres con las que alguna vez había salido, en especial las que habían querido hablar las cosas.


—Bien, entonces, ¿me explicas por qué le contó a una total desconocida toda la obra en la que estabas cuando te mudaste con él y Jose?


Pedro se encogió de hombros.


—Nosotros éramos adolescentes. Probablemente salí con alguna chica que le gustaba.


Ella lo pensó, pensó en todo lo que Dennis le había dicho.


—No lo creo. Él no dijo nada acerca de que le quitaras una novia. Era todo sobre tu padre, acerca de cómo tu llegaste a ser el niño de oro. En lugar de él. La gente comienza incendios porque está enfadada. O triste. O herida. Encienden fuegos porque quieren que las personas los noten. Ellos dañan a las personas porque están celosos. —Paula perdió el tenue control que tenía sobre su paciencia—. Si quieres limpiar tu nombre y volver a salir a la montaña, deberías estar feliz porque estoy siguiendo otra pista.


—Tienes razón. Tengo que estar en la montaña con mis hombres. Pero no voy a vender a mi hermano adoptivo. Tiene que haber otra manera de hacer esto.


—Yo ya tengo una —dijo, sabiendo que no iba a estar mucho más feliz con su próximo movimiento de lo que estaba sobre que investigara a su hermano adoptivo—. Los dos sabemos que la gasolina no es combustible al aire libre, incluso si alguien la enciende con fuego. No sin algo más añadido a la misma. Lo que significa que necesito me lleves al sitio de la explosión y me prestes alguna asistencia así puedo obtener una muestra antes que el fuego devore toda la evidencia.


Él la miró como si estuviera loca.


Tal vez lo estaba. Pero no daría marcha atrás.









No hay comentarios:

Publicar un comentario