martes, 29 de septiembre de 2015
CAPITULO 28 (primera parte)
La radio de Pedro crujió con voces mientras se vestía y saltaba dentro de uno de los camiones de la estación para dirigirse al punto de anclaje. Rápidamente supo que la subdivisión en las afueras, cercana a la explosión de esa mañana, estaba sepultada en llamas. Mierda. No le había tomado mucho al fuego saltar de las montañas y hacia los techos. Solo horas antes, él y Paula habían estado encima de uno de esos techos.
Un cuchillo se alojó en el hoyo de su estómago.
Paula.
Siempre, desde que se había unido al Equipo de Hotshot de Tahoe Pines quince años atrás, sus decisiones habían sido claras. Apagaba incendios. Respaldaba a sus hombres.
Ninguna mujer alguna vez había estado entre él y lo que creía era el correcto rumbo de acción.
Hasta ahora.
Hasta Paula.
Todo en él quería mantenerla segura. Nunca se perdonaría si algo le pasaba.
Pero lo mismo iba para con su grupo. Ya se sentía responsable por lo que les había pasado a Cristian y a Robbie. No podía dejar a otro de sus hombres acabar en la sala de quemados.
Sin importar lo que hiciera, sin importar la decisión que tomara, estaba jodido.
Pero años de tratar con esa fracción de segundo entre la vida y la muerte le había enseñado a tomar duras decisiones, y hacerlo rápido, antes que la indecisión agravara el problema. Y el hecho era que, sin importar que tanto se sintiera obligado a proteger a Paula, ella era resistente. E inteligente. Entendía el peligro en el que estaba, que dirigir esta investigación ponía su vida en riesgo.
Mientras que, sus hombres estaban tratando de adelantarse un paso al complicado y mortal fuego. Pedro no los podía dejar continuar esa batalla sin su apoyo.
Al final de la tarde el tráfico turístico avanzaba lentamente en la solitaria carretera que rodeaba el lago. Grandes familias bronceadas por el sol se alineaban dentro de sus autos después de un día feliz en la playa, decididos a divertirse aunque el cielo estaba brumoso y la calidad del aire era terrible. Pedro serpenteó a través de los carriles lo más cuidadosamente que pudo, yendo más rápido en su viaje dentro del desarrollo residencial. Estaba corriendo detrás de un reloj que avanzaba, uno que temía no poder alcanzar nunca.
Estacionó frente a un muy cuidado césped y se movió rápidamente pasando el camión de bomberos, hacia su jefe de equipo.
La expresión de Gabriel fue sombría.
—Dime que encontraste al cabrón que hizo esto.
—Aún no —dijo Pedro— pero hace quince minutos fui sacado de la suspensión.
—Gracias a Dios por eso —dijo Gabriel.
Pedro escaneó el lugar. Los pocos HotShot que podían prescindir de salvar las casas se habían unido a los equipos urbanos. Desde donde él estaba parado, el incendio lucía embravecido, completamente fuera de control.
Gabriel confirmó su cálculo, diciendo:
—Cero por ciento contenido. Estamos jodidos.
El teléfono de Gabriel sonó y Pedro vio el rostro de su jefe de equipo ir a gris ceniza mientras escuchaba a quien le llamaba.
Cerró su teléfono.
—Era del hospital.
Pedro se preparó.
—¿Cristian?
Gabriel sacudió la cabeza.
—No. Está bien. Dolorido, pero sanará. Es Robbie.
Todo el día había pensado en Robbie, imaginándole inconsciente en la cama del hospital, cada centímetro de su piel cubierta con vendajes.
—No está mejorando. Su presión sanguínea es baja. Su ritmo cardíaco está disparado. Ellos no están seguros de que lo logre.
—Jesús —dijo Pedro en voz baja— él está completamente solo.
—Seguiré manteniendo el fuerte. Tú ve a ayudar a Robbie a pelear como el infierno por su vida. Y no importa lo que hagas, Pedro, tráelo de regreso con vida.
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