martes, 29 de septiembre de 2015

CAPITULO 27 (primera parte)




Paula se alejó conduciendo de la casa de Dennis y se dirigió hacia el incendio. Tal vez si lo miraba arder el tiempo suficiente, podía entender qué infiernos hacer a continuación. Algo le estaba molestando, había estado cavando en su interior por las pasadas horas, una voz que le decía que ya sabía más de lo que creía. Si solo pudiera descubrir qué era.


Saliendo de la autopista al borde del lago hacia la reserva natural, pasó una señal del Oso Smoky que decía “Peligro Extremo de Fuego” y continuó subiendo por la carretera repleta de suciedad hasta que alcanzó la cumbre. 


Quitándose su casco, sacudió su enmarañado cabello antes de mirar abajo al humo y las llamas.


¿Había Jose encendido el primer fuego que comenzó esta enorme tormenta de llamas? se preguntó. Posiblemente.


Pero incluso mientras asimilaba las recientemente carbonizadas laderas donde altos pinos habían estado solo algunos días antes, la pregunta verdaderamente importante persistía: ¿Quién era el responsable de todo lo que había sucedido desde que comenzó el fuego en el desierto de Desolation?


La única cosa que sabía con seguridad era que los ataques eran personales. Alguien quería herirlos a ella y a Pedro, tal vez incluso matarlos.


El plan obvio era el más peligroso. La mejor manera de sacar de su escondite al pirómano sería convertirse en blanco fácil, exponerse a plena vista, en algún lugar donde el pirómano pudiese sentirse seguro de venir tras ella.


Tengo que hacerlo, Pedro. Pensó silenciosamente. Es la única manera. Lo siento.


Aún podía sentir su toque en la piel, sus labios en el hueco de su cuello. Y podía ver su hermoso rostro en sus pensamientos, podía imaginarlo pelear con uñas y dientes contra su plan para atrapar al pirómano en serie. Pero no podía dejar que el pirómano lastimara a alguien más. No si había una forma en que podía detener los ataques. Incluso si eso significaba poner su propia vida en peligro.


Aun así, aunque habían sido unas duras 24 horas y el peligro la seguía a través de Lago Tahoe, no podía evitar revivir esos dulces momentos en los brazos de Pedro una y otra vez. Estar con él, en su cama, envuelta en su solidez, habían sido algunos de los más poderosos y maravillosos momentos de su vida. Tal como había sabido que sería desde su primer beso.


Alto en la colina, con humo negro arremolinándose alrededor suyo, era imposible seguir escondiéndose de la verdad: Se permitió meterse muy profundo. Demasiado profundo. 


Especialmente ya que Pedro era tan terco, tan obstinado como ella. Sospechaba fuertemente que él no la iba a dejar simplemente salir de su vida.


Iba a pelear por ella en cada paso del camino.


E incluso aunque había sido honesta con él y le había dicho porque no le podía dejar acercarse, la verdad era que eso eran solo palabras. Lo que ella sentía en lo profundo de su ser era exactamente lo opuesto.


Cada célula, cada nervio, cada parte de ella quería estar con Pedro… y era un hombre que podía morir en cualquier momento, que podría estar muriendo ahora mismo, por todo lo que ella sabía.


Mirando fijamente el furioso incendio, no pudo evitar recordar a Pedro corriendo cuando las llamas persiguieron su espalda. Ayer había sido horrible verlo correr de la muerte, pero él había sido un extraño. Si tuviera que ver la misma escena ahora, eso la destruiría.


Nunca había sido capaz de protegerse con un falso sentido de seguridad como hacían muchas de las esposas y novias de bomberos. Un día habría un fuego del que él no podría correr y dejaría una esposa e hijos atrás.


Paula no quería que esa esposa y madre fuese ella.


El teléfono zumbó en su bolsillo y estuvo agradecida por la interrupción, por cualquier oportunidad de dejar de pensar sobre sus inútiles sentimientos por Pedro.


—Paula, soy Patricio Stevens.


—¿Has encontrado algo nuevo? —Su estómago se batió mientras esperaba la respuesta del jefe de bomberos. Él sabía que hubo un hombre golpeando su puerta, esperando fuera de su habitación antes que se prendiera en fuego.


Se aclaró la garganta, obviamente incómodo con lo que iba a revelarle.


—Antes de revelar la identidad del hombre, quiero que sepas que estoy absolutamente seguro de que él tenía una buena razón para hablar contigo. Y que no encendió el fuego que quemó tu habitación.


La alarma le golpeó directamente en el pecho. Por favor, rezó, no digas el nombre de Pedro. No me digas que alguien lo vio en las instalaciones esa tarde. No podía estar equivocada sobre él. No podría. No cuando ella voluntaria y desesperadamente, le había tomado dentro de su cuerpo.


No cuando prácticamente había auto admitido que estaba enamorada de él.


Su corazón corrió rápido mientras sus labios formaban las palabras.


—¿Quién fue?


—Un HotShot.


No.


—Su nombre es Samuel Mackenzie. Es uno de los mejores.


Le tomó un gran momento de alivio el registrarlo. El jefe Stevens no había dicho el nombre de Pedro. Gracias Dios.


—¿No era Samuel Mackenzie uno de los otros HotShot que estaba en la montaña durante la explosión con Pedro ayer por la tarde? ¿No fue su hermano gravemente quemado? —Patricio confirmó eso, y ella dijo—: Estuve allí en el punto de anclaje. Vi a Pedro y a Samuel salvarlo. Casi mueren.


—Samuel es un buen tipo y todos lo respetan —dijo Patricio, antes de aclarar su garganta de nuevo.


Uh-oh.


—Hay más, ¿no es así?


—Me temo que sí. Una pareja de testigos dijo que él deslizó algo por debajo de tu puerta. Debe haberse quemado antes de que llegáramos allí. He llamado a la estación varias veces hoy, pero ha estado en el incendio y aún no he tenido la oportunidad de discutir la situación con él.


Le agradeció al jefe Stevens por su ayuda e iba a colgar, pero él la mantuvo en línea por un momento más.


—Quiero que sepas que he estado preguntando sobre tu hermano.


Casi pierde su equilibrio sobre la moto.


—Gracias. Pero tú y yo ni siquiera nos hemos sentado a hablar aún.


Pedro me llamó hace una hora. Me pidió que investigara el caso por ti, que cobrara algunos favores. De todo lo que he leído luce como un accidente, no un incendio provocado, pero yo también perdí un hermano. Sé lo difícil que es. No dejaré el caso hasta que estemos absolutamente seguros que no hay nada más adelante.


—No sé cómo agradecértelo, Patricio.


O como agradecerle a Pedro por encabezar el renovado esfuerzo en su nombre. Era un hombre tan increíble. Aun cuando su cabeza estaba en la guillotina, aun cuando estaba cerca de entrar en un fuego fuera de control, estaba pensando en ella. Ayudándola.


—Después de leer la nota que te dejó el pirómano ayer —continuó Patricio— no puedo evitar preguntarme si el fuego en el motel tiene algo que ver con Antonio.


Se había estado preguntando justamente lo mismo, pero había tratado de mantenerse enfocada en el caso actual. 


Aun así era una increíble sensación saber que había otras personas ahí fuera apoyando su búsqueda.


—Te avisaré si algo aparece —dijo él, luego se desconectó.


Dos bips sonaron en su oreja. Una llamaba se había ido al correo de voz mientras hablaba con Patricio. Era David, y se preparó para malas noticias mientras marcaba su número. 


Miró hacia el otro lado del incendio, hacia el lago, y el sol poniéndose que casi la deja ciega mientras esperaba que contestara.


—Soy Paula —fue directa al punto— ¿revisaste las nuevas muestras?


—¿Dónde las obtuviste?


—En el garaje de Pedro —el bulto en su garganta se hizo más grande— concuerdan con la evidencia de la explosión, ¿no es así?


David estuvo silencioso por un largo momento.


—Sí, pero no hay forma de que Pedro hiciese esto. Este es un pueblo pequeño. Cualquiera podría tener una igual en su garaje. Solo para revisar la teoría, tomé muestras de mi propio garaje; allí también había coincidencias.


Sus manos se agitaron en el auricular.


—No debiste hacer eso —dijo en voz baja, incluso aunque estaba contenta de que lo hubiese hecho. Con la ayuda de David esperaba mostrar que la evidencia contra Pedro no era ni remotamente fuerte como para acusarlo del crimen, así que ni hablar de condenarlo.


Pedro no es solo mi amigo, es uno de los mejores hombres que conozco. Haré lo que sea que se necesite para mantenerlo a salvo. Infiernos, revisaría muestras de cada garaje en este lado del lago si tuviera que hacerlo.


Una brillante bola de fuego naranja, roja, y amarilla lentamente desapareció en la brillante agua azul mientras le agradecía a David y colgaba. Ésta debía ser una de las más impresionantes puestas de sol que había presenciado alguna vez. Pero la belleza estaba completamente desaprovechada en ella.









No hay comentarios:

Publicar un comentario