sábado, 24 de octubre de 2015
CAPITULO 15 (tercera parte)
No había nada que se le pareciera a nadar durante una hora en el lago de aguas cristalinas y sin embargo, Pedro no se sentía tan suelto y relajado como debería. No después de anoche, después de las cosas que le había dicho a Paula, el hecho de que prácticamente había tenido que encadenar su puerta para mantenerse lo más lejos posible de ella.
Gracias a Dios estaba en el trabajo. Le daría unas cuantas horas para conseguir un poco de control. Para tratar de convencerse de que simplemente sostener su mano no había sacudido su mundo más que el sexo con cualquier otra mujer.
No tenía nada que darle a nadie más en este momento.
Tal vez si la hubiera conocido hacía dos años ellos podrían haber… mierda. ¿Por qué estaba siquiera yendo allí? Nunca había sido creyente del amor ni del matrimonio, no después de ver a sus padres rasgarse entre sí en pedazos toda su vida. Le gustaba todo sobre las mujeres, la manera en que se movían, en que olían, en que se venían, pero nunca había estado cerca de encontrar a una mujer lo suficientemente especial como para hacer que quisiera reconsiderar su opinión sobre las relaciones.
Con una toalla de playa alrededor de sus caderas mientras subía por las escaleras, sus pies ligeramente espolvoreados de arena, en lugar de pasar más allá de la habitación de Paula, se detuvo, distraídamente frotó una de las bufandas colgando sobre la puerta entre su pulgar e índice.
Todavía podía sentirla, suave y cálida, mientras la había abrazado.
Y todavía podía recordar la forma en que lo había mirado mientras le había contado su historia, como si hubiera experimentado suficiente oscuridad y entendiera la suya.
Nadie, ni su hermano, ni el resto de su equipo, ni los psicólogos contratados por el Servicio Forestal, lo habían escuchado como ella. Realmente solo escuchar sin juzgar, sin ninguna agenda propia.
Arrancándose de su puerta, se puso algo de ropa seca y convincentemente empujó a Paula fuera de su cabeza.
Durante la hora siguiente, caminó a través de la casa e hizo una larga lista de todo lo que había que hacer para tener el lugar al día.
Con miles de incendios en su haber, lo veía todo a través de los ojos de un bombero. Su primera tarea sería rehacer el antiguo cableado eléctrico y conseguir una nueva cocina para reemplazar la vieja unidad de dos quemadores y horno de la que su abuela había estado tan orgullosa cuando era un niño.
Necesitaban alarmas de incendio en cada habitación, junto con un extintor de incendios y escaleras de escape en los dormitorios y baño de la parte de arriba.
Tenía que ir a la ferretería para empezar a comprar suministros, pero primero era hora de deshacerse del auto de alquiler. Para el trabajo que haría, sobre todo cuando tuviera que sustituir los troncos podridos alrededor de la sala de estar, necesitaba una camioneta.
Tomando el teléfono, llamó al único lugar en el pueblo donde podías conseguir un auto. Se sorprendió cuando Tim Carlson contestó el teléfono.
Maldita sea, sus viejos amigos continuaban apareciéndose en cada esquina. Y hoy estaba aún de peor estado de ánimo para una ronda de ponerse al día. Sin embargo, necesitaba una camioneta y diez minutos más tarde estaba aparcando frente a una granja recientemente pintada de blanco.
Acababa de salir del auto cuando una linda niñita con coletas corrió a saludarlo.
— ¡Hola! —gritó, su regordeta mano agitándose arriba y abajo.
En cuclillas a su nivel, mientras veía su sonrisa de un solo diente y grandes ojos marrones, una sonrisa ganó sobre su mal humor
—Hola, bonita dama. Soy Pedro.
La niña balbuceó algo que supuso era su nombre justo cuando su amigo, Tim, vino y la levantó en sus brazos. Ella se rio mientras la alzaba sobre su cabeza, luego se la entregó a su madre, que acababa de salir para unirse a ellos.
—Me alegro de verte de nuevo —dijo Tim, dándole a Pedro un abrazo antes de presentarle a su esposa—. Kelsey, este es Pedro —mientras se daban la mano, su amigo añadió—: ahora ves por qué esperé hasta que nos casáramos para presentarte a este chico. Pedro y su hermano Samuel hacían que resto de nosotros pareciéramos alternativas lamentables.
Riendo, movió al bebé a su otra cadera.
—Esta es Holly —Holly bostezó y se frotó los ojos—. La acostaré para que tome su siesta de la mañana. Cuando terminen de jugar con las camionetas, el almuerzo estará listo.
Pedro vio rápidamente que Tim dirigía Carlson Construcción y que ahora era uno de los principales constructores de viviendas en el pueblo. Hace cinco años se había casado, tirado su vida de la ciudad y puesto en marcha el negocio en un pueblo pequeño. Por un lado, arreglaba viejas camionetas y cuando había conseguido alrededor de una docena, su esposa le había dicho que bien podría comprar el lote de autos también. Y así lo hizo.
Teniendo en cuenta el ánimo en que había estado cuando había conseguido salir del auto, Pedro se sorprendió al notar que estaba casi relajado mientras caminaban por un campo recién segado donde un trío de caballos se alimentaba.
Había pasado un largo tiempo desde que había compartido con un chico que no fuera un bombero, que no siempre le recordara todo lo que no estaba haciendo.
—Bonita familia la que tienes ahí —dijo Pedro.
—Gracias. Somos felices. Y estoy contento de que Holly juegue afuera en la hierba y en la tierra, en lugar de en las aceras y parques con cercas de cadenas —le disparó a Pedro una mirada especulativa—. ¿Qué diablos le pasó a tus manos, hombre?
Pedro estaba empezando a pensar que debía mandarse hacer una camiseta que dijera: LOS INCENDIOS FORESTALES SON UNA PERRA.
—Tengo que aprender a correr más rápido.
—Claro —dijo Tim— no necesitas entrar en todos los detalles. Debes estar enfermo de hablar de ello.
Pero la verdad era que realmente no había hablado de ello con nadie. No hasta ayer por la noche con Paula. De repente, Pedro se dio cuenta de que estaba cansado de actuar como si no hubiera pasado nada cuando cualquiera que tuviera ojos podía ver que sí.
—La versión corta es que fue un muy mal día en la montaña. Me quedé atrapado en un lugar en el que no debería haber estado —levantó sus manos—. Y pagué el precio.
— ¿Y ahora?
—Debería estar escuchando al Servicio Forestal decir que puedo volver a mi equipo de Hotshot pronto. Hasta entonces, estaré aquí trabajando en Poplar Cove para la boda de Samuel. Asegurándome de tener todo listo para el treinta y uno de julio.
— ¿Hay alguna posibilidad de que consideres mudarte aquí a tiempo completo? —preguntó Tim—. Ya sabes, unirte al equipo local de bomberos. Mi negocio está creciendo rápidamente y siempre fuiste un genio construyendo cosas. Sin duda me vendría bien la ayuda.
Pedro ni siquiera tenía que pensar en ello.
—Mi vida está de regreso en Tahoe —no podía imaginar dejar el equipo de Hotshot de Tahoe Pines para siempre.
Nunca había imaginado nada más para sí mismo, nunca lo había deseado.
Por otra parte, tampoco había imaginado conocer a una mujer como Paula.
—Síp —Tim estuvo de acuerdo— es tan húmedo en las montañas Adirondack, que estoy seguro que la acción que verías aquí afuera no es nada en comparación con la que puedes conseguir en el Oeste. No puedo pensar en la última vez que una cabaña se quemó en el lago.
Dieron vuelta a un gran taller y Pedro silbó bajo, entre dientes, hacia la media docena de viejas camionetas Ford actualmente en proceso.
—Toda una configuración la que tienes aquí.
Caminando hasta la más cercana, una abollada y rayada Ford rojo cereza con asientos encintados, Tim dijo:
— ¿Crees que funcione por el verano? Ya está golpeada como el infierno, por lo que no tendrás que preocuparte por tirar chatarra ni herramientas en ella. Además, no tengo tiempo para trabajar en esta hasta el otoño.
—Iba a ofrecer pagarte por ella, pero ahora creo que me guardaré mi dinero.
—De nada —dijo Tim, claramente sonriendo con el pensamiento de Pedro paseando por el pueblo en el viejo cacharro—. Ahora volvamos a la cocina antes de que los crepes de arándanos de Kelsey se enfríen —se frotó el vientre ligeramente redondeado—. Ahí hay una gran razón para casarte. Grandiosa comida.
Pero hablar de su apelación al Servicio Forestal lo había agitado.
—Gracias, pero estoy bien agarrando algo de comer en el pueblo.
Había una amenaza en los ojos de su amigo.
—Los sentimientos de Kelsey se verán afectados si te vas ahora.
Minutos después Pedro estaba sentado en la barra del desayuno excavando en los platos de comida colocados a través de la encimera de cerámica. Todavía comiendo mucho después de que Tim y su esposa terminaron, su amigo frunció el ceño y dijo:
— ¿Cómo demonios comes así y no ganas peso?
Kelsey se burló de su marido.
—Mi conjetura es que hace más ejercicio que pasear el perro al árbol más cercano antes de irse a la cama.
—Entonces si estás arreglando Poplar Cove para la boda de Samuel —preguntó Tim— ¿dónde se está quedando Paula?
—En Poplar Cove.
Kelsey y Tim se dispararon entre sí una mirada significativa.
—Hey, Pedro—preguntó Kelsey— dime, ¿hay una cosita linda de regreso en tu casa languideciendo por ti?
—No.
Infiernos no. Pedro supuso que era su señal para irse antes que se pusieran de casamenteros con su trasero.
—Gracias por la buena comida —levantó las llaves—. Y por la camioneta. Haré mi mejor esfuerzo para no envolverla alrededor de un árbol.
—Te seguiré en el auto de alquiler —Tim ofreció.
Mientras se dirigían conjuntamente al pueblo, Pedro notó que a su alrededor, la gente estaba en pareja. Sus amigos, Tim y Stu. Su hermano, Samuel. Su jefe de escuadrón, Leandro.
De la nada, una imagen de Paula sosteniendo su mano en la habitación lo golpeó directamente en el intestino.
Todavía podía recordar lo bien que se había sentido al tener sus pequeños dedos acariciando suavemente sus cicatrices.
Calmándolo.
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