sábado, 10 de octubre de 2015

CAPITULO 22 (segunda parte)







El día no estaba yendo bien hasta ahora, pensó Pedro mientras los conducía por el sendero hacia la orilla del río.


Se había despertado con la mejor de las intenciones, planificando limar las asperezas que habían sacado la noche anterior. Pero luego ella insistió en que le pagaría por el equipo de senderismo y su orgullo se había torcido de nuevo.


Nunca antes había sido intimidado por el dinero de nadie. 


Todavía no lo estaba. Pero no podía ignorar la dicotomía entre su salario y el de ella. Sus padres no habían sido felices con su elección de carrera. Ellos hubieran querido que fuera un médico, un abogado o un ingeniero. Pero nunca había estado cómodo  con paredes rodeándolo. 


Convertirse en un HotShot había sido un ajuste perfecto.


Y entonces, ella había conocido a Will, y lo había enojado seriamente observarla encantar los pantalones de su amigo. 


La Paula de dieciocho años de edad que él había conocido nunca había estado particularmente cómoda con la atención masculina. Había escondido sus curvas detrás de sus camisas holgadas y pantalones. Pero ahora, en vez de desviar la admiración de un hombre, o simplemente ignorarla, parecía complacerse en su resplandor.


Él había querido pensar que todo era una actuación, un espectáculo que Paula había perfeccionado en los últimos años para conseguir un alto índice de audiencia, pero la verdad era que, siempre había sido carismática, simplemente le faltaba confianza.


Peor aún, sus instintos le gritaban que la sacara de aquí. 


Lejos de las montañas, del río y los caminos, del cambiante tiempo, de los osos y pumas que estaban al acecho entre los arbustos.


El problema no era que ella fuese una mujer. Él estaba a favor de las mujeres bomberos. Eran tan duras como los hombres del equipo, a menudo más.    


Infiernos, las mujeres lo lograban a través de las agonías del parto, y luego por lo general iban y lo hacían de nuevo.


Pero no podía soportar la idea de ver a Paula herida. A pesar de lo que  había pasado entre ellos, Pedro quería saber que estaba sana y a salvo, de vuelta en un estudio de televisión, siendo su única preocupación lo guapa que lucía.


Había pasado mucho tiempo en las Montañas Rocosas, tanto combatiendo incendios forestales como de vacaciones durante sus temporadas bajas. El hecho era que, Paula no estaba preparada para nadar a través de rápidos de cinco niveles de regreso a una balsa que volcó. 


Cuando Pedro tenía diez años, se había sacado varios dientes en unos rápidos de clase cinco en el Río Americano en California. Había sido expulsado de la balsa una docena de veces y se había golpeado la cabeza contra las suficientes rocas como para tener un sano respeto por el inmenso poder de las aguas blancas.


En pocos minutos iba a llevar a una novata a aguas similares en una ligera balsa inflable que era propensa a volcarse en aguas pesadas.


¿Estaba jodidamente loco?


Ella no tenía las habilidades para escalar una pared de roca o caminar a  través de senderos de gruesas zarzas y arbustos muertos que desgarrarían su piel. Y nunca fue buena con las alturas, recordaba eso bastante bien.


Mierda, ¿a quién quería engañar? Recordaba todo. Hasta la última cosa sobre ella. Desde la forma en que su nariz se arrugaba cuando se reía hasta los pequeños sonidos que solía hacer antes de explotar debajo de él en la cama.


Joder. No podía ir allí. No con ella a un par de metros detrás suyo, tan cerca que podía detenerse, girar y besarla antes de que supiera lo que la había golpeado.


Unos cuantos minutos más tarde, estaban de pie en la orilla del río. Mirando fijo hacia el agua que se movía rápidamente, Paula no parecía asustada exactamente, más bien preocupada. Pero incluso con los pantalones cargo color
caqui y botas de montaña, seguía siendo una princesa mimada que no pertenecía a un río de cien sesenta kilómetros de movimientos rápidos o un rocoso sendero.


Necesitando apartar la mirada de su increíble belleza, tiró de la balsa para dos personas de su mochila y comenzó la ardua labor de inflarla.


De repente, ella dijo:
—Anoche, cuando dijiste que teníamos que trabajar juntos para encontrar a Agustina, tenías razón.


Queriendo evitar otra explosión, no levantó la vista de la balsa.


—Estoy bien, si tú lo estás.


Esperando como el infierno que lo tomara como una última palabra, se sorprendió cuando ella se arrodilló a su lado y le puso una mano en el brazo. No pudo evitar volver la cabeza, sus ojos verdes lo succionaron antes de que pudiera levantar una barrera invisible.


—Te debo una disculpa por la forma en que me comporté anoche. Estoy avergonzada de mi conducta.


Jesús, seguro que sabía cómo darle la vuelta a un chico con sus palabras. Sin duda, su reclamo en el motel había apestado, pero incluso él no podía negar que había dicho la verdad.


Cuando no dijo nada de inmediato, ella continuó:
—Tuve un poco de tiempo para pensar anoche después de que te fuiste. Tiempo de echarme una mirada a mí misma en el espejo. Francamente, no estoy orgullosa de lo que he visto.


Hizo una pausa y se humedeció los labios nerviosamente.


—Esas dos primeras semanas después del aborto, estuviste genial. No te di ningún crédito por eso anoche y lamento no haberlo hecho. Es solo que estaba tan atormentada por la culpa después de haber perdido al bebé que creí que era más  fácil culparte que tener que mirarme a mí misma.


¿Culpa? No la estaba siguiendo.


— ¿De qué podrías sentirte culpable?


—Había estado tan asustada de tener un bebé. Me sentía tan poco preparada. Después del accidente no podía escapar de la voz en mi cabeza que me decía que yo había causado la muerte de nuestro bebé, que yo había hecho que sucediera por pura fuerza de voluntad.


Su revelación le dejó sin aliento.


—Jesús, Paula. No fuiste responsable del aborto involuntario. Fuiste golpeada por un coche. Es una locura pensar en cualquier otra cosa.


Pero incluso mientras negaba su declaración, se le ocurrió que él había sentido la misma responsabilidad por no protegerla mejor. Si hubieran sabido cuán similares eran sus pensamientos y reacciones en ese entonces, ¿había una posibilidad  de que hubieran podido superarlo juntos como pareja y haber avanzado?


Ella se echó a reír, pero no había alegría en el sonido.


—Loca. Así es exactamente como me sentía. Y fue casi un alivio cuando finalmente mencionaste volver a trabajar. De esa manera podía llorar sola, sin tener que mantener ningún tipo de apariencia para ti —sus ojos verdes estaban llenos de remordimiento—. La verdad es que yo te aparté, Pedro. No te fuiste por tu cuenta.


Totalmente desarmado, se encontró con que quería que ella supiera que no era la única que lo había arruinado la noche anterior diciendo todas las cosas equivocadas.


—Yo también te debo una disculpa, Paula.


—No tienes que hacerlo, Pedro. Yo soy la que se portó mal.


—No debería haberte dejado sola en la habitación anoche, sabiendo lo mal que estabas por lo de Agustina.


Ella hizo un gesto para alejar su preocupación, pero él no estaba cerca de terminar.


—Y también tuve un poco de tiempo para pensar. Tienes razón. Yo te fallé.


Se había escondido en los incendios forestales. Combatir el fuego debía ser más peligroso que quedarse en casa, pero extrañamente, había sido una ruta mucho más segura.


—No estoy orgulloso de la forma en que me comporté. Me gustaría decir que fue porque solo era un confuso chico de veintiún años, o que estaba tratando de causarte menos dolor al no hablar del aborto, pero eso no es excusa. Quiero que sepas, que si tuviera que hacerlo otra vez, haría elecciones diferentes. Mejores elecciones.


Ella se acercó a él, llegando tan cerca que podía sentir el aroma suave y  floral de la brisa soplando sobre su cabello.


—Estabas tratando de protegerme —dijo ella lentamente—. No puedo creer que necesitara que me lo explicaras en detalle. Especialmente cuando proteger a las personas del dolor es lo que haces, es lo que siempre has hecho, ya sea mantener a tu hermano fuera del fuego cruzado de tus padres o salvar vidas de extraños como HotShot.


Ella era la gravedad y él estaba cayendo. Pero solo porque estaban empezando a romper algunas de las barreras entre ellos, no podía cometer el error de enamorarse otra vez. No cuando eso lo había jodido tan magníficamente la primera vez.


—Es bueno que hayamos hablado de esto—dijo él finalmente— pero creo que deberíamos salir en la balsa y concentrarnos en el río.


Ella asintió rápidamente, era evidente su alivio porque la discusión hubiese concluido.


¿Hasta dónde iremos por el agua?


Él alisó el mapa sobre una gran roca.


—Estamos aquí —dijo, señalando un punto en el mapa— y tenemos que ir aquí. Vamos a estar en el río por unos dieciséis kilómetros.


¿Y luego caminaremos el resto del camino?


—Ese es el plan —dejó la parte de la escalada fuera de la ecuación por el momento.


Ella levantó la vista hacia las montañas.


—Divertido.


Ese poquito de sarcasmo frente a una difícil tarea se parecía mucho a la chica que había conocido, pensó mientras se dirigía de vuelta a la balsa y  se disponía a inflarla, le tomó todo lo que tenía mantener su enfoque en la búsqueda  de Agustina, en lugar de en todas las razones para volver a enamorarse de su hermosa hermana.








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