sábado, 10 de octubre de 2015

CAPITULO 23 (segunda parte)








Pedro le entregó un chaleco salvavidas y un casco, se puso los suyos, entonces tomó la parte delantera de la balsa y la llevó a la orilla del río. La boca de Paula estaba seca y tenía el comienzo de un dolor de cabeza, así que bebió un poco de agua de una botella enganchada a la cintura de sus pantalones.


Al vivir en Lake Tahoe había visto suficientes turistas sufrir de problemas de altitud como para conocer los signos. Podía sentir su corazón trabajando más duro solo al estar parada quieta, así que bebió más agua antes de dar un paso con cuidado en la balsa. Lo último que necesitaba era ser derrotada por una migraña o náuseas. Después de una década de vivir a nivel del mar,Paula conocía los riesgos de estar a 8.000 pies de nuevo.


Cuando era un niña y tenía que escapar, —cuando si su madre estaba de juerga o un tipo asqueroso se había mudado al remolque, y ellos lo hacían todo el tiempo, —Paula iba al bosque, de excursión a un lago de montaña, a nadar en el agua helada y fingir que era otra persona, por lo general, una chica normal con padres perfectos y hermanos y hermanas con los cuales jugar.


Ahora que estaba a punto de remar por un río peligroso en una búsqueda  para rescatar a su hermana secuestrada, esos sueños de la infancia se sentían como si pertenecieran a otra persona.


—Conseguir el equilibrio es lo más difícil —dijo — mientras los metía en el agua con su remo—. Una vez que resuelvas eso, todo irá bien.


Su tono natural era relajante, casi como si lo que realmente estuviera diciendo fuera: “No te preocupes. Todo va a estar bien”.


Después de torturarse a sí misma toda la noche sobre lo perra que había sido, era un gran alivio saber que no estaba resentido. Aún mejor, se sentía como si hubieran hecho algunos progresos.


¿Era demasiado, esperar que hubieran quitado lo peor de la tensión que crepitaba entre ellos? Todo lo que quería era un respiro para impulsarse juntos hacia adelante y encontrar a Agustina.


Al mismo tiempo, mientras observaba los músculos de sus brazos y piernas flexionándose a su lado en la balsa y riachuelos de agua corriendo por su mandíbula cincelada, tuvo que enfrentar los hechos: Sí, habían superado su ira,   pero la tensión sexual no había desaparecido.


En todo caso, la nueva comprensión que tenía por lo que él había hecho, sólo hacía que lo deseara más, maldita sea.


Volviendo su atención de nuevo al río, trabajando duro para mantenerse erguida en el borde de la balsa, sus muslos de inmediato comenzaron a arder por el esfuerzo y sus hombros y cuello se tensaron hasta que estuvieron rígidos.


Lamentó no haber conseguido más horas de sueño la noche anterior, pero  sus sueños habían sido tan oscuros e intensos, que casi había sido un alivio cuando Pedro la despertó. Había tenido sueños similares en las primeras semanas después de perder el bebé, en ellos se sentía como si estuviera tratando de alcanzar la luz al final del túnel y peleara contra la fuerza de arenas movedizas tirando de ella aún más profundo.


La cálida voz de Pedro interrumpió sus pensamientos.


—Trata de mantener tus extremidades flojas y relaja tu agarre sobre el remo.


Era un buen maestro, sabía exactamente cómo decirle que estaba haciendo todo mal sin conseguir que retrocediera. 


¿Cómo podía haber olvidado eso de él, que era tan fuerte y tan suave al mismo tiempo? En lugar de hacerla sentir como un pez fuera del agua, en lugar de resaltar el hecho de que ella era la reina de la televisión en lugar de la chica maravilla al aire libre, veía lo mucho que lo intentaba y estaba siendo un apoyo increíble.


Así que a pesar de que su cerebro le decía que no aflojara su agarre sobre el remo o moriría, siguió sus instrucciones de relajarse. Tan pronto como dejó de tratar de controlar el agua, gastó mucha menos energía.


—Eso es —dijo alentadoramente.


Su paciencia significaba mucho para ella. No sólo quería demostrarse a sí misma que tenía lo necesario para montar los rápidos, sino que tontamente quería impresionar a Pedro, también.


Por desgracia, justo cuando estaba empezando a sentirse a gusto, el agua se puso blanca y espumosa. Chocaron y golpearon sobre ella y esta roció en su cara una y otra vez, empapándola rápidamente de la cabeza a los pies.


Supuso que parecía una rata ahogada, con el agua fría bajando por su nariz  y barbilla. Y eso le molestaba, a pesar de que sólo Pedro podía verla; y él la había visto lucir mucho peor.


—Ya viene nuestra primera caída, unos cien metros más adelante. ¿Estás preparada para ello?


—Por supuesto —mintió, preguntándose qué diablos era una “caída”, pero sabiendo que decir no, no era una opción.


El agua comenzó a batir más rápido, más fuerte y tomó cada gramo de su concentración permanecer sentada en la balsa.


—Lo estás haciendo bien, Paula. Sigue remando, justo así.


Y entonces, de repente, se toparon con un muro de agua blanca y sintió  como si estuvieran en un ascensor cuyas líneas habían sido cortadas, cayendo hacia abajo, luego golpeando el fondo con tanta fuerza, que se ahogó con su propia saliva y casi se mordió la lengua.


Paula hizo todo lo posible por permanecer en la balsa, pero el agua  era más fuerte que ella y lo siguiente que supo era que se estaba girando por el borde de la balsa. Conteniendo el aliento, trató de no entrar en pánico mientras se balanceaba hacia la superficie, los rápidos continuaban empujándola río abajo, sobre las rocas que raspaban sus piernas y brazos ferozmente.


Cuando finalmente fue capaz de salir por aire, vio a Pedro inclinado sobre el borde de la balsa, estirándose por sus manos.


— ¿Estás bien? —preguntó, su expresión claramente preocupada cuando la agarró por los brazos con ambas manos y tiró de ella en medio de la balsa.


Concentrándose en volver a meterse en la balsa, ella evitó su mirada para  que no pudiera ver lo torpe y estúpida que se sentía.


Tratando de restarle importancia a la situación, dijo:
—No dijiste nada acerca de que una caída fuera una cascada —sus brazos hormigueaban, allí donde él había envuelto sus grandes manos alrededor.


—No creo que el hecho de que supieras lo que realmente significaba una caída ayudara en algo —dijo, sus ligeras palabras suavizando todos los lugares que había estado tratando de mantener fríos y duros.
—Además —continuó él— siempre es bueno conseguir tú primera caída del día de buenas a primeras. Hace que sea más fácil permanecer a bordo en las realmente grandes.


¿Tendrían que pasar por caídas más grandes?


Ella se apartó el pelo colgando en sus ojos bajo su casco. 


Ninguna cantidad de spray para el cabello podía salvarla ahora. Si su personal pudiera verla morirían.



Pero en última instancia, sabía que su aspecto no importaba. 


Tampoco el hecho de que Pedro fuera un enigma aún mayor de lo que había sido hace diez años. Lo único que importaba era encontrar a Agustina y traerla a casa.


El sol se elevaba alto en el cielo mientras remaban río abajo, las preocupaciones por Agustina cerrándose sobre ella de nuevo, pesadas y sombrías como sus sueños de la noche anterior.


¿Dónde estaba? ¿Estaba alguien haciéndole daño? ¿Y su hermanita estaría bien cuando finalmente la encontraran?


Le llamó la atención, una vez más, cuan perdida estaría sin el apoyo de Pedro. Y le asustaba que supiera lo mucho que dependía de él.


Al igual que tantos años atrás.






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