lunes, 12 de octubre de 2015

CAPITULO 27 (segunda parte)





Para Paula fueron solo los años de aprender a mantener la calma frente a la cámara, sin importar lo que su invitado estuviese haciendo o diciendo, los que le permitieron mantener la mirada de Paula después de que la había despedazado.


Pero en el interior, ella estaba hecha trizas. Tal como se había sentido el día en que había dejado Lake Tahoe.


Él era el único hombre que la había hecho romper su promesa de depender sólo de sí misma. No podía permitirse hacerlo de nuevo.


Como su conversación durante el almuerzo, por ejemplo. Él había conseguido que ella hablase libremente sobre Agustina, sobre su carrera, pero luego cuando le llegó el turno de compartir, se había callado y la sostuvo a un brazo de distancia.


Dolía como el  infierno verlo ser tan  precavido, saber que no quería confiar en ella con todo lo que había en su corazón.  


Sí, ahora veía que ella había traicionado su confianza al dejarlo todos esos años atrás. Pero era joven, estúpida y estaba asustada. ¿Su comportamiento, el de una joven de dieciocho años, realmente era excusa suficiente para mantenerla apartada?


No confiaba en sí misma para hablar mientras subía a su lado en la balsa. Remaron durante otros treinta minutos en silencio sin ningún tipo de desastres, pero la pequeña zona de confort que habían encontrado durante su almuerzo en la orilla del río había sido volada en pedazos por el encuentro sexual y luego su muy insatisfactoria discusión después de eso.


Poco después, Pedro los dirigió de nuevo hacia la orilla del río.


—Hasta aquí llegamos por agua.


Ella se bajó de la balsa, y cuando se desinfló, él metódicamente expuso una abrumadora variedad de equipo de escalada en roca. Mirando hacia arriba a la losa de cuarzo, la cual tenía que ser de varios pisos de altura, ella nuevamente se estremeció.


¿Cómo iba a subir una pared de roca sin experiencia... y con un marginal temor a las alturas?


Él le tendió un arnés, claramente esperando que ella entrara en este. Pero aunque sabía que Pedro era un hombre de pocas palabras, no parecía justo que unilateralmente decidiera cerrar el diálogo.


Respirando profundamente, trató de asegurar su interior para la montaña  rusa que sus palabras estaban a punto de lanzar.


—Es posible que hayas terminado de hablar sobre lo que pasó con nosotros, Pedro, pero yo no. Tú conseguiste hacer tu gran pregunta, ahora es mi turno.


Él era un muro impenetrable para ella, sus ojos se cerraron, las líneas de su cuerpo se pusieron rígidas e inflexibles. No había satisfacción en saber que Pedro estaba acorralado, sin ningún lugar para correr.


—Adelante.

Trabajando para proyectar una serenidad y confianza que sin duda no sentía, ella dijo:
—Si te preocupabas tanto por mí que te viniste abajo cuando me fui, entonces ¿por qué no viniste a buscarme?


Ella contuvo la respiración mientras esperaba su respuesta, su corazón golpeando tan rápido que podía haber estado corriendo a toda velocidad, en lugar de estar parada quieta.


—Yo fui tras de ti —admitió finalmente—. Un par de semanas después de que dejaras Lake Tahoe.


Oh Dios, todo este tiempo había asumido que él había sido feliz de verla irse


¿Había más en esta historia? ¿Se había equivocado todos estos años?








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