Pedro escuchó a Paula decir su nombre cautelosamente.
Maldita sea, se reprendió a sí mismo mientras caminaba al exterior y veía que Paula estaba de pie delante de tres hombres. ¿Qué había estado pensando para quitar sus ojos de ella por un segundo?
Moviéndose rápidamente a su lado, deslizó su mano en la de ella. Tóquenla y mueren era el mensaje que quería decir en voz alta y clara a sus nuevos amigos.
— ¿Y tú quién eres? —dijo el hombre de tamaño normal hacia él.
—Pedro Alfonso—respondió él, sin molestarse en extender su mano en señal de saludo.
—Mi nombre es Pablo Cohen.
El hombre no se molestó en presentar a sus dos enormes amigos, Pedro rápidamente dedujo eran los guardias del palacio, lo que parecía decir que Pablo era el hombre a cargo.
—Como acabo de decirle a tu amiga, Paula, bienvenido a mi Granja.
Pedro sabía que él y Paula no eran en lo más mínimo bienvenidos. Eran intrusos. Pero él había venido aquí para buscar a Agustina. No iba a permitir que ningún zalamero líder de culto se metiera en su camino.
Cortando el paso antes que la mierda fuera más lejos, dijo:
—Agustina está desaparecida. ¿Sabe a dónde se ha ido?
La expresión de Pablo no cambió, salvo por un desplazamiento de sus oscuros ojos, los cuales eran demasiado inteligentes para el gusto de Pedro. Pedrohabía conocido a hombres como este antes, hombres que se habían ofrecido voluntariamente para ser bomberos HotShot por un verano, no para salvar árboles, casas y vidas, sino simplemente para tener la oportunidad de ser llamados héroes.
Pedro iba a observar a Pablo Cohen con mucho cuidado. Si había alguna posibilidad de que él hubiera organizado el secuestro de Agustina para su propio beneficio, o para tratar de llegar a Paula, quien era famosa y rica, iba a detener al hijo de puta antes de que pudiera llegar a la siguiente casilla del tablero.
Sin responder a la pregunta de Pedro, Pablo ordenó:
—Vengan conmigo.
Ellos siguieron a Pablo y a sus guardias más allá de las filas de los cultivos, a través de un campo abierto donde los niños jugaban y por un conjunto de escaleras hacia una atractiva casa blanca que daba a muchas hectáreas de la comuna.
Moviéndose en silencio, una mujer en la casa de Pablo llenó tres tazas con algo caliente y las colocó delante de ellos antes de retroceder en silencio fuera de la habitación.
Pedro no tenía intención de beber lo que sea que fuera eso y envió una silenciosa señal a Paula para que tampoco bebiera.
—Antes de contarles lo que sé de Agustina, me gustaría conocerlos un poco mejor —se volvió hacia Paula—. Agustina dijo que tienes un programa de televisión y que eres muy famosa. ¿Alguien sabe que estás aquí y cómo nos encontraste?
Teniendo en cuenta lo molesta que había estado dentro de la cabaña de Agustina, apenas parpadeó cuando dijo:
—Agustina me dijo lo suficiente acerca de la Granja como para que pudiéramos localizarla en un mapa.
El respeto de Pedro hacia ella, ya en plena medida después de la forma en que había regresado de casi ahogarse para trascender su miedo a las alturas, todo en el mismo día, volvió a crecer. Ella había esquivado hábilmente la primera pregunta de Pablo sin ceder la parte de Will llevándolos a la comuna.
Pareciendo satisfecho con su respuesta, el hombre se volvió hacia Pedro.
— ¿Y tú quién eres?
—Ya te dije mi nombre —dijo Pedro.
Pablo levantó una ceja.
—Somos muy cuidadosos con respecto a quién dejamos entrar en la Granja.
—¿Eres policía?
Pedro evaluó al líder de la comuna. Ancho de espaldas, con el pelo muy corto, no se veía débil. Y luego, estaba la cuestión de los guardaespaldas. ¿Por qué demonios estaban rondando alrededor?
Claramente impaciente por respuestas, Paula se inclinó hacia adelante y clavó al hombre con su inteligente mirada.
—Pedro es un bombero, no un policía. Y ahora que tienes tus respuestas, quiero que me digas lo que sabes sobre la desaparición de mi hermana. ¿Algo acerca de dónde podría estar, sus últimos movimientos, si alguna vez había dejado la comuna antes y con quién?
Evidentemente sorprendido por sus incisivas preguntas, Pablo lució preocupado por primera vez.
—Lamento mucho saber que está desaparecida. Honestamente, no creo que alguien de aquí sepa lo que le pasó. Ha sido una residente permanente durante los últimos tres meses. Vino con un novio llamado Kevin, pero cuando él se mudó un par de semanas más tarde, ella se quedó atrás. Creo que caminó hacia Vail para verte hace unos días atrás, ¿es correcto?
Un destello de dolor se movió en el rostro de Paula, tan rápidamente que Pedro casi se lo pierde.
—Sí, mi hermana y yo nos encontramos en Vail. ¿Estaba Agustina pasando el rato con algún extraño? ¿Tenía algún enemigo que sepas?
Pablo negó con la cabeza.
—Hasta donde yo sé, no tenía enemigos. Pero tengo que admitir que estaba preocupado por ella al principio. No era particularmente buena en situaciones de grupo en un primer momento. Creo que involucrarse con las otras mujeres que cocinan la ayudó a cambiar —él se lamió los labios—. Hace el pan de hierbas más maravilloso.
Pedro vio como Paula luchaba con su frustración por las respuestas de Pablo.
—No puedo creer que mi hermana fuese parte de algo como esto —dijo, señalando a los terrenos por debajo de la casa.
Pablo ladeó su cabeza.
— ¿Cómo qué?
Paula niveló una dura mirada hacia el hombre.
—Tú dime. ¿Qué diablos están haciendo todos ustedes escondidos aquí arriba sin caminos y sin contacto con el mundo exterior?
Por primera vez, Pedro vio el lado de reportero sin contemplaciones de Paula y este lo impresionó.
Extrañamente, sin embargo, Pablo no pareció en lo más mínimo molesto por el guante que ella había arrojado.
—Encontramos que las personas a menudo tienen ideas erróneas acerca de una comunidad intencional como la nuestra. No tenemos una religión de grupo. Nos mantenemos a nosotros mismos por la fabricación de muebles y otros productos hechos a mano, junto con los subproductos animales, como la miel y el queso. Las personas que viven aquí lo hacen porque lo aman. Tu hermana, creo, estaba poniéndose a gusto en nuestra comunidad.
Paula se recostó en su asiento, claramente digiriendo las palabras de Pablo.
— ¿Me juras que mi hermana no estaba metida en nada ilegal?
Pablo asintió.
—Hasta donde yo sé, simplemente estaba aquí tratando de encontrarse a sí misma —él inclinó la cabeza y respiró hondo—. Puedo ver lo preocupada que estás y te permitiré que le preguntes a sus amigos si saben algo más, aunque, debo advertirte, aquí no todo el mundo confía en los forasteros —después de un momento de silencio, añadió—: también estoy dispuesto a dejar que establezcan campamento para pasar la noche aquí. Hay un montón de espacio en la pradera.
La oferta de Pablo parecía benévola. Útil, incluso. Pero para los suspicaces oídos de Pedro apestaba a querer mantener un ojo sobre ellos.
Desafortunadamente, el sol ya se había puesto detrás de los árboles. Incluso si optaban por dejar la comuna, no podrían llegar lejos en la oscuridad. Por otra parte, Paula parecía tan exhausta como nunca la había visto.
Ante la mirada interrogante de Paula, él dijo:
—Está bien. Nos quedaremos.
—Me gustaría poder ayudarlos más —dijo Pablo, mientras los acompañaba hasta la puerta.
Casi en el umbral, Paula se detuvo.
— ¿Tienen un teléfono?
—Sólo uno, aquí en la casa.
— ¿Puedo utilizarlo?
—Síganme.
El teléfono estaba en una pequeña habitación en la parte trasera.
—Tómate tu tiempo —dijo él—. Pueden salir por la parte de atrás.
Paula puso su mano sobre el brazo de Pablo antes de que saliera de la habitación.
—Tengo una petición más —dijo ella con una voz suave que contrastaba con su angustia—. Me gustaría darle el número de teléfono de la Granja a mi productora. Sólo en caso de que Agustina llame, así sabrá dónde encontrarme.
Por un momento, Pedro pensó que el hombre iba a rechazar su petición y él estaba preparándose para “convencerlo” cuando Pablo le dio el número.
Paula levantó el auricular pasado de moda y marcó.
— ¿Elena? Es Paula. ¿Hay alguna noticia de Agustina?
Pedro vio cómo su rostro caía, igual que lo había hecho cuando habían hablado con la chica fuera de las puertas de la comuna y se enteraron que Agustina estaba, en efecto, desaparecida. Rápidamente le dio a su amiga el número de teléfono de la comuna, colgó, luego marcó otro número y lo que parecía un código de acceso al correo de voz.
De pie a un lado, Pedro se sintió una vez más superfluo.
Claro, ella lo había necesitado en el río y en la roca. Pero apenas lo había notado desde entonces. Por supuesto que estaba orgulloso de ella por ser tan fuerte, por hacer las preguntas difíciles. Sin embargo, eso sólo confirmaba que él no tenía ningún lugar real en su vida.
Pero cuando colgó el teléfono y lo miró con lágrimas en sus ojos, diciendo:
—Ella no ha dejado ningún mensaje en cualquiera de mis teléfonos — finalmente se dio cuenta de otra razón por la cual estaba aquí: para tirar de Paula en sus brazos y sostenerla cuando toda esperanza parecía perdida.
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