martes, 13 de octubre de 2015

CAPITULO 32 (segunda parte)








Yendo de choza en choza, hablaron con hombres, mujeres, incluso adolescentes. Pero nadie sabía dónde estaba Agustina. Aparte de la chica que anteriormente los había detenido en la cerca de alambre ese día, los residentes de la comuna parecían verdaderamente tristes al escuchar que 
Agustina había desaparecido.


—Me gustaría que hubiera algo que pudiera hacer para ayudar —dijo su última entrevistada, una atractiva mujer de unos treinta años con un joven bebé babeando en su regazo—. Agustina siempre fue tan buena con Christy. Te lo juro, a veces parecía como si fuera la única que podía conseguir que dejara de llorar.


¿Agustina era buena con los bebés? Paula no podía dejar de preguntarse si estaban hablando de la misma persona.


—No creo que jamás haya visto a mi hermana interactuar con un niño —le dijo Paula a la mujer, quien sonrió, dejando al descubierto dientes delanteros un poco torcidos.


—Honestamente, creo que ella estaba muerta de miedo la primera vez que deje caer a Christy en su regazo —riéndose, agregó— pero estoy segura que sabes lo rápido que aprende.


Pero Paula no sabía nada de eso.Una vez más,tuvo que preguntarse si Agustina realmente había estado creciendo y cambiando de una manera positiva en la comuna. Claro, las situaciones de vida primitiva empujaban todos los botones de Paula, ¿pero apañárselas en el bosque podría ser mejor para su hermana que vivir en su penthouse en San Francisco?


Justo en ese momento, el bebé empezó a llorar y se estiró hacia Paula. La mujer se echó a reír otra vez.


—Ella debe pensar que eres Agustina. Ustedes dos realmente se parecen mucho, en muchos aspectos —presionando sus labios contra la frente del bebé, la madre susurró—: Ella no es Agustina —pero sólo hizo que el bebé llorara más.


Los aullidos del bebé tiraron del corazón de Paula y le tendió las manos.


—Aquí. Déjame intentarlo de todos modos.


Un momento después, ella estaba acunando al gordito bebé en sus brazos, sorprendida cuando las lágrimas del bebé fueron reemplazadas de inmediato con una sonrisa gomosa. Cautivada por su piel suave, sus grandes ojos marrones y pequeños deditos, Paula levantó la vista para felicitar a la madre sobre su precioso bebé cuando vio la imperturbable mirada de Pedro.


No fue difícil averiguar lo que estaba pensando: Esto podría haber sido suyo diez años atrás, si todo hubiese ido de manera diferente.


Sintiendo su angustia, el bebé empezó a llorar de nuevo y su madre lo recogió de los brazos de Paula.


—Yo sé lo exhausta que debes estar de tu viaje hasta aquí. Una vez más, si hay algo que pueda hacer para ayudar, por favor házmelo saber.


Paula compulsivamente sonó sus nudillos mientras se dirigían a través de  la pradera hacia el círculo de álamos altos donde Psnlo les había dado instrucciones de establecer su tienda de campaña.Pedro le sujetó las manos y las separó de ella.


—Lamento que no encontráramos más de sus amigos —dijo él en voz baja, todavía sosteniendo sus dedos.


Durante el último par de horas, había logrado mantener la calma, aunque parecía que estaban más lejos de encontrar a Agustina de lo que habían estado en el hospital. Había querido venir, desesperadamente, a la comuna creyendo que les proporcionaran respuestas, o al menos indicios. Por el contrario, había sido un fiasco total.


Lo único que sabía con certeza era que no sería capaz de mantener la calma si él seguía siendo tan simpático. Tenía que alejarse de él.


—Necesito un poco de privacidad —dijo mientras sacaba sus manos de su agarre—. Por favor.


Entonces se escapo entre los árboles, tropezando con las raíces y las rocas, sus lágrimas rápidamente transformándose en sollozos.





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