viernes, 16 de octubre de 2015

CAPITULO 41 (segunda parte)








La necesidad de Pedro por Paula se sentía similar a tratar de resistir contra una fuerza imparable. Pero había sido un día difícil y aunque ella pensaba que el sexo era lo que quería, él tenía que aceptar que era el estrés el que hablaba.


Por encima de todo con lo que estaba lidiando, no quería que también tuviera que arrepentirse de hacer el amor con él.


¿Pero cómo podía forzar su pie sobre el freno cuando estaba hipnotizado por su voz, por su hermoso rostro expresivo, por el anhelo en sus ojos mientras se acercaba?


—Al principio —dijo ella suavemente— cuando estábamos juntos en la ducha, todo lo quería era intentar olvidar. Pero ahora, todo lo que quiero es seguir creyendo. Durante mucho tiempo, no creí que fuera posible. No tenía fe en que tú y yo podíamos alguna vez volver a encontrarnos —levantó una mano hacia el rostro de él y pasó su pulgar por sus labios—. Pero ahora sé que si tú y yo podemos olvidar y forjar un nuevo comienzo, entonces todo es posible. Incluso encontrar a Agustina.


Él enhebró sus dedos a través de su cabello y, entonces, estaban besándose, sus lenguas danzando juntas. 


Reavivando los recuerdos, colisionando con la sensación de que él estaba amándola por primera vez.


Incapaz de ir despacio cuando había estado anhelándola por tanto tiempo, mordisqueó y chupó su dulce boca, el sensible arco en el centro de su labio superior, la seductora carne del labio inferior.


Moviendo sus manos hacia abajo por su espalda, hacia la curva de sus caderas, la acercó, su hambrienta erección palpitando y latiendo contra su vientre.


—Ha pasado tanto tiempo —confesó él contra sus labios—. No sé si puedo ir despacio.


La sintió sonreír de nuevo y la escuchó decir:


—No lo quiero despacio. Sólo te quiero a ti.


Fue todo el estímulo que necesitaba para dejar suelto al animal que llevaba dentro. Segundos después, estaba rasgando su camiseta, tirando hacia abajo sus pantalones, mientras ella imitaba los movimientos con sus manos sobre su ropa. Y entonces, estaba desnudo y la piel de ella estaba desnuda debajo de sus dedos y él perdió la última pizca de caballerosidad y de paciencia.


Bajándole el sujetador, presionó sus senos con sus palmas y chupó la dulce carne en su boca. Gimiendo de placer, ella arqueó su espalda y sus pezones sobresalieron contra su lengua.


Retrocediendo para intentar no perderse por completo, cometió el error de mirarla. Con la cabeza echada hacia atrás en éxtasis y la piel sonrojada por la excitación, era una diosa y en lugar de calmarse, se dejó caer sobre sus rodillas, bajándole las bragas mientras derramaba besos a lo largo de su vientre plano. Ella abrió sus piernas aún más y fue toda la invitación que necesitó para tomar su calor en la boca.


Sus manos agarraron su cabello húmedo por la lluvia y su nombre reverberó en las paredes. Utilizando sus hombros para mover sus piernas aún más ampliamente, le agarró las caderas con las manos y la mantuvo firme. Pasó su lengua sobre ella en largos lametazos, finalmente situándose en la dura protuberancia de su clítoris.


Sabía tan bien. Ella siempre había sido muy receptiva cuando la amaba así, su cuerpo tembló en sus manos.


Ligeramente arremolinando su lengua contra su excitación, cambió el peso de ella para poder sostenerla con una sola mano. Necesitando estar en su interior incluso mientras la hacía correrse con su lengua, deslizó un dedo dentro de su apretado canal, sus músculos internos agarrándolo y tirándolo más profundo.


Podía sentir lo cerca que estaba, sabía que estaba a punto de explotar, así que deslizó otro dedo junto al primero, y conforme los movía dentro, luego fuera, chasqueó rápidamente su lengua por su clítoris y la llevó todo el camino por encima del borde.


Todavía estaba jadeando de placer cuando la bajó, sosteniendo sus caderas a centímetros de la punta de su duro eje.


Se obligó a sí mismo a decir:


—No tengo ninguna protección.


—No importa —fue su inmediata respuesta y, entonces, ella estaba deslizándose hacia abajo sobre su duro eje y tomándolo dentro, su expresión fue de completa satisfacción. Completo placer. Montándolo salvajemente, ella se movió hacia arriba, luego hacia abajo sobre su polla, e incluso cuando una parte de él quería reducir la velocidad y saborear cada momento de su polvo, estaba bastante lejos de hacer nada que no fuera gritar su nombre y rendirse ante uno de los más poderosos orgasmos de su vida.


Los segundos se convirtieron en minutos mientras se sostenían el uno al otro. Muchas veces, en el transcurso de su carrera como HotShot, Pedro había corrido laderas casi verticales, pero nunca había tenido tantos problemas para recuperar su respiración.


Con las largas extremidades de Paula todavía entrelazadas alrededor de él, finalmente se puso de pie, llevándola al dormitorio.


—No podía esperar ni un segundo más para tenerte, pero ahora me tomaré mi tiempo. Quiero volver a aprender cada centímetro de tu cuerpo, Paula. Cada hermoso centímetro.








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