sábado, 3 de octubre de 2015

CAPITULO 43 (primera parte)




Era miércoles por la mañana y Paula salió de la oficina del Servicio Forestal de la Cuenca Tahoe hacia la luz del sol. 


Cuando Alberto había llegado a Lago Tahoe la noche del domingo, había tomado un vistazo de ella e insistió en llevarla a cenar. Él no le había permitido dejar la mesa hasta que había comido una ensalada y una hamburguesa con queso. Aunque inicialmente había protestado, a mitad de camino a través de la comida se había dado cuenta que su jefe, y amigo, estaba en lo cierto. Ella se estaba muriendo de hambre.


Durante dos días, habían ido a través de los detalles del caso del Desierto de Desolation, y para la noche del martes, había terminado de escribir el informe. Alberot no había hecho un montón de preguntas sobre Pedro más allá del caso. Él no tenía que hacerlo. No cuando era obvio donde estaba su corazón.


—Me quedaré en Lago Tahoe —le había dicho.


—¿Pedro? —había sido su respuesta.


Tuvo que reírse de sí misma. Evidentemente, el amor había estado escrito en todo su rostro. Y luego Alberto la había sorprendido una vez más. Él se había sentido seguro de que ella estaba a salvo, por lo se estaba yendo del pueblo. Y había hecho una cita para que ella se reuniera con el superintendente del Servicio Forestal. Sola. Este no era su caso, le había dicho él. Y no iba a tomar nada del crédito.


William McCurdy era un hombre muy afilado, sus preguntas y comentarios concisos y al punto. Pero ella se había negado a salir de su oficina hasta que estuvo cien por ciento segura de que él apoyaba la inocencia de Pedro, incluso aunque las muestras de su garaje habían coincidido con las de la explosión de la urbanización.


—Por supuesto que él no es culpable —McCurdy le había dicho—. Desafortunadamente, basado en los escasos hechos inicialmente a la mano, no tuve más remedio que suspenderlo hasta que definitivamente lo hubiésemos descartado como sospechoso.


Para su gran sorpresa, al final de la reunión, le había ofrecido trabajar directamente para él. La línea cada vez menor entre la ciudad y el resto del país estaba poniendo la vida de los bomberos forestales en mayor peligro que nunca mientras trabajaban para salvar no sólo a los bosques, sino casas y a los propietarios, que a menudo quedaban atrapados en el medio. McCurdy necesitaba a alguien para mantener un ojo en la interfaz urbana.


Ella aceptó sin dudarlo. Lago Tahoe era ahora su hermoso nuevo hogar.


El lago estaba a menos de cuatrocientos metros de la sede del Servicio Forestal, y ella se fue derechito a la playa, sonriendo ante las noticias que el superintendente le había dado sobre que el fuego estaba oficialmente bajo control. 


Paracaidistas y equipos adicionales de Bomberos HotShot habían sido cancelados. Sorprendentemente, habían encontrado a Jenny en la montaña. Viva. McCurdy no sabía nada más, pero ella llamaría el hospital muy pronto y obtendría el resto de los detalles para su informe.


Se quitó sus zapatos de una patada mientras caminaba hacia la clara agua azul. El cielo había perdido su aspecto de tenebrosa oscuridad, las nubes rápidamente sacudiéndose el gris para volver a su habitual gloria teñida de blanco. 


Estaba lista para disfrutar de la belleza a su alrededor.


Escuchó el agua lamer la orilla, observó un par de niños riendo mientras rodaban en la arena, y entonces alguien estaba diciendo su nombre y ella se dio vuelta y vio a Pedro parado justo detrás suyo.


Su corazón latió como loco, al igual que lo hizo la primera vez que lo había visto seis meses antes, parado en la puerta del bar; al igual que lo hizo cinco días atrás, cuando él se había quitado su casco después de correr por la montaña y ella se dio cuenta que era el hombre que buscaba; al igual que lo hizo cuando ellos finalmente habían hecho el amor y ella había sabido que amor era exactamente lo que sentía por él.


Profundo e interminable amor.


Absorbió la vista de él. Era tan hermoso, tan grande y fuerte.


Y estaba vivo.


Pero a pesar de que estaba desesperada por estar a solas con él, por decirle todo lo que había en su corazón, desnuda y en sus brazos en lugar de aquí de pie en medio de una playa pública, necesitaba un cierre primero.


—¿Qué pasó con Jenny? ¿Va a morir?


Los ojos de Pedro estaban oscuros con pesar.


—Samuel la encontró. Ella sufrió quemaduras graves, pero aún respiraba. Los médicos no creen que ella vaya a vivir sin asistencia —hizo una pausa—. Y está embarazada.


—Me lo dijo cuando estaba encintada al árbol —dijo Paula, tragando saliva, recordando vívidamente la horrible escena—. Iba a decirles a todos que era tu bebé.


—Debí suponerlo. Debí saber lo que estaba tramando.


—Nadie podría haberlo sabido —dijo Paula con firmeza—. Era una mujer celosa que se fue por encima del borde. Yo no la habría elegido de entre una multitud.


Él se acercó más.


—Cada vez que pienso en ella contigo, me vuelvo un poco loco.


—No voy a decir que no estaba asustada, porque lo estaba —le sonrió—. Pero nunca estuve preocupada. Ni por un solo segundo. Porque el mejor maldito bombero HotShot en el mundo venía por mí.


Ella no quería hablar más, así que se lanzó hacia él, derribándolos a ambos sobre la arena. Él presionó una hilera de besos a lo largo de la línea de su mandíbula.


—Me alegro de que todavía estés aquí —le susurró al oído, enviando escalofríos por su espina dorsal.


Pedro los rodó para que la cálida arena estuviese en su espalda y él estuviese bloqueando la luz del sol con su hermoso rostro. Ella ya no estaba confundida. Todo lo que quería era a Pedro. Para siempre.


—Te amo —dijo ella, las palabras cayendo de su lengua con tanta facilidad. Y entonces se estaban besando de nuevo, y ella estaba susurrando las mismas dos palabras tan importantes entre sus besos, queriendo decirle unas cien veces, mil veces que lo amaba, para compensar su reticencia anterior, su confusión.


—Muchas veces, quise decirte que te amaba —tenía que explicarle todo, saber que podía admitir sus debilidades y que él aún la amaría—. Estaba tan asustada. Todavía lo estoy.


—No —le dijo mientras acariciaba sus brazos, su espalda, su pelo—. Eres la mujer más valiente que conozco. La más fuerte.


—Yo no quería amarte. No quería amar a ningún bombero, nunca más. Pensé que mi madre estaba loca por sentarse junto al teléfono. Esperando. ¿Cómo podía ella creer que mi padre no iba a volver? Él era mi héroe. Pensé que era invencible.


—Lo era.


—Él no lo era, Pedro. Él murió.


—Y antes de que llegara ese día, él te amó con todo lo que tenía. Lo mismo hizo tu hermano.


La forma en que la miraba, como si fuera la única mujer que había amado, como si fuera la única mujer a la que amaría por el resto de su vida, la hacía temblar de deseo. Y algo mucho más profundo, mucho más fuerte.


—Siempre te he amado, Paula, desde el primer momento en que te vi, cuando exigiste un trago y entonces decidiste que besarme era mejor que emborracharse.


Ella lo miró fijo, sorprendida por su revelación.


—No podías hacerlo. Yo era un desastre.


—Eras hermosa. Tan pronto como te toqué supe que eras mía.


Había sido igual para ella.


—Ese día en el bar —susurró— fuiste lo único que se interponía entre mí y…


—Lo sé, cariño. No hace falta que me lo digas.


—Pero lo necesito —insistió—. Fuiste un destello de luz en la oscuridad. La única persona que podía ayudarme a encontrar mi camino.


—Habrías encontrado tu camino sin mí, Paula. Yo soy el que te necesita. Yo estaba huyendo. Así como tú. Todos los días, tenía miedo de perder el control, miedo de lo que pasaría si lo hiciera.


—Me gusta cuando pierdes el control —bromeó.


Él sonrió y ella presionó sus dedos contra sus hermosos labios.


—De eso se trata —dijo en voz baja, sus palabras como una caricia sensual—. Puedo perder el control contigo, Paula. Tú haces todo correcto. Perfecto.


No podía soportar mantener su boca fuera de él por otro segundo, así que capturó un puñado de su camiseta en su puño y tiró de él más cerca, una repetición de su primer beso.


Su sonrisa no se hizo esperar y luego su boca estaba sobre la de ella y su lengua estaba en su boca, saboreándola, marcándola como ningún otro hombre alguna vez lo hubiese hecho.










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