sábado, 17 de octubre de 2015

CAPITULO 44 (segunda parte)







Los ojos del hombre no habían abandonado a la chica en toda la noche, en parte para asegurarse de que no escapaba, en parte para revisar que no moría antes de que su hermana llegara. No había conocido su propia fortaleza hasta ahora, no se había percatado de que podía golpear tan fuerte.


Incluso cuando apenas había dormido en dos días,no estaba particularmente cansado. No cuando la ira le alimentaba.


La tarde anterior, había dejado el campamento completamente furioso. No había tenido una sola oportunidad de agarrar a Paula. No con el gran bombero cerniéndose sobre ella como una molesta mosca. Pero había escuchado desde el margen cuando hablaron con la policía, sabía que se alojaban en la Granja de Pablo Cohen. Hace veinte años, habían tenido amigos comunes, pero Pablo había terminado estando más en la paz que en vender marihuana, desapareciendo en el bosque para vivir con sus amigos amantes de las plantas, muy lejos de los chicos empapados en metanfetamina que hacían grandes negocios.


Se había percatado entonces de que tenía que idear un plan alternativo. Y entonces se le ocurrió, el cebo perfecto, con una pista para encontrar a su hermana, seguro que ella no se podría resistir a seguirla.


La chica había estado débil, pálida y sudorosa para cuando la sacó de su maletero y la arrastró de vuelta al armario. 


Quizás la había dejado demasiado tiempo al sol, con poco oxígeno, pensó desapasionadamente. Al menos, aún respiraba.


Inmediatamente sobornó a Mickey y le dijo que no regresara. 


El resto de sus variopintos empleados que preparaban drogas estaban aún de vacaciones, lo que lo dejaba solo con la chica. Fácilmente podía haber hecho uso de su cuerpo inconsciente, pero aparte del hecho de que nunca le habían gustado las rubias, el sexo no se encontraba ahora como una señal luminosa en su radar. Sólo lo guiaba la venganza.


Había estado sumamente tentado en poner su plan en marcha esa tarde, pero podía ver que la gran tormenta que se acercaba complicaría las cosas.


Sabiendo que la débil chica en el armario no iría a ningún lado, no en las condiciones actuales por lo menos, y que las repentinas lluvias terminarían para mañana, decidió esperar pacientemente, dejar que la ira hirviera un poco más.


Al amanecer, salió y vio que era otro hermoso día en las montañas Rocosas. El día perfecto para un asesinato. De hecho, dos.


Cinco minutos después de hacer una corta llamada telefónica con una línea irrastreable, agarró las llaves, se ató los cordones de sus botas de montaña y se dirigió a la puerta.


Paula Chaves y su novio de hombros anchos, estaban a punto de caminar directamente en su trampa.





No hay comentarios:

Publicar un comentario