sábado, 17 de octubre de 2015
CAPITULO 45 (segunda parte)
Los ojos de Pedro se abrieron cuando los primeros rayos de luz encontraron su camino a través de las finas cortinas.
Despertarse con una cálida Paula en sus brazos era tan bueno como siempre.
—Buenos días —dijo frotándose contra él como un gato juguetón. Él comenzó a besarla, pero cuando sus manos y boca se dejaron llevar, llamaron sonoramente a la puerta principal.
Paula se retiró de sus brazos, jadeando alarmada.
—Iré a ver quién es —dijo él, sus instintos inmediatamente diciéndole que no era otra bandeja de comida.
Algo había ocurrido.
Pablo estaba de pie en el porche, lucia intranquilo.
—La policía llamó. Acaban de recibir un soplo sobre Agustina.
—Iremos ahora mismo —dijo, girándose para encontrar a Paula de pie justo detrás suyo, aún enrollada en las sábanas.
Puso las manos en sus hombros y cuando ella alzó la mirada, leyó su miedo, su esperanza, incluso su amor por él en su rostro.
—Sea lo que sea lo que encontremos hoy, estarás bien.
Ella respiró profundamente antes de asentir débilmente. Se vistieron rápidamente, luego cruzaron la estrecha terraza de madera hacia la casa de Pablo, donde estaba esperándoles al teléfono.
Paula lo recogió y se identificó, escuchando atentamente mientras al policía que le daba la información.
Su voz sonó tirante cuando dijo:
—Pero cada minuto cuenta —luego—: ¿Hoy, más tarde? —y—: ¿Cuándo será eso exactamente?
Colgando, dijo:
—Los oficiales de policía con los que nos reunimos ayer querían hacerme saber que, aunque no han sacado nada de los testigos a los que interrogaron en el campamento, acaban de recibir un soplo anónimo de alguien que dice haber visto a Agustina caminando por uno de los senderos.
Como bombero de incendios forestales, Pedro sabía que aunque los soplos anónimos podían ser útiles, a veces no servían para nada. Sospechaba que eso era lo que la policía había estado explicándole a ella.
— ¿Cuál sendero? —preguntó Pablo.
—Notch Mountain —dijo ella, su expresión casi enfadada—. La policía dice que definitivamente van a seguir el soplo —utilizó sus dedos como comillas—. “Cuando podamos”, fueron sus palabras exactas —de sus ojos verdes saltaron chispas—. Cuando lo presioné sobre ello, dijo que parte del problema es que le llevará tiempo a alguien subir a tan remota localización. Pero no estoy dispuesta a esperar a la policía, iré a comprobar el sendero yo misma. Porque si alguien piensa que la vio...
Pedro sabía que Paula estaba desesperada por ponerse en marcha y, aunque, todavía no había decidido su próximo movimiento, sacó el mapa que Pablo les había entregado el día anterior.
—Muéstranos dónde está el sendero. Pablo pasó su dedo a lo largo del papel.
—Corre por ocho kilómetros desde aquí hasta aquí.
Pedro estudió el mapa por un momento.
—No veo ningún acceso a ese sendero desde esta propiedad.
—En realidad —dijo Pablo— hay un sistema de senderos privados que los lugareños han utilizado en estas montañas por años y los conducen directamente a ese.
Pedro alzó una ceja ante las obvias implicaciones de semejante sistema de senderos.
Pablo respondió a su pregunta no formulada.
—Personalmente, nunca he sido testigo de nada ilegal en los senderos. Sin embargo, no puedo hablar por nadie más que por mí mismo.
Con la mano en el pomo, claramente nerviosa por salir hacia el sendero ahora mismo y buscar a Agustina, Paula dijo:
—Voy a terminar de vestirme.
En lugar de seguirla, Pedro escribió el nombre de Will, su teléfono móvil, y el número de contacto de la estación de las Rocosas en un trozo de papel para Pablo.
—Honestamente, no espero que este soplo anónimo vaya a aclararnos mucho, pero en el caso de que Paula y yo no regresemos para mañana por la mañana, agradecería que llamaras a mi amigo. Es piloto de helicópteros para el equipo local de HotShot. Si algo ocurre, él será capaz de encontrarnos antes que nadie más.
Pablo frunció el ceño.
—No creerás que esto es una trampa, ¿no? La policía no los enviaría a un lugar erróneo, ¿verdad?
—No, definitivamente los policías no se mezclarían con nosotros, pero bien pensado, dudo que esperen vernos allí arriba en el sendero buscando a Agustina por nosotros mismos —Pedro pasó una mano por su cabello, frustrado por la ausencia de buenas pistas—. El problema es que Paula no es una persona aleatoria buscando a su hermana. Es una figura pública y no puedo desechar la opción de que alguien haya organizado todo el asunto del secuestro de Agustina como medio para conseguir llegar a ella.
Dirigió una mirada severa hacia Pablo.
—En este punto, no sé si debería confiar en alguien que acabamos de conocer. Incluyéndote a ti.
—Entonces, ¿por qué me estás dando esto? —preguntó Pablo, sosteniendo la información de Will.
—Todo lo que tengo es lo que la intuición me dice.
—¿Qué es?
—En pocas palabras, causas una mala primera impresión, pero creo que eres legal. También pienso que este lugar que tienes aquí arriba podría haber sido turbio en algún momento, pero ya no.
Paula se estaba recogiendo el cabello en una cola de caballo cuando él regresó andando a la casa de invitados.
—¿Qué deberíamos llevar?
Pedro le quitó la mochila y la bajó al suelo.
—Cálmate. Tenemos que ser cuidadosos y pensar esto antes de salir corriendo tras cualquier soplo anónimo.
—¿Qué hay que pensar? —argumentó, su suave boca ahora rígida y firme— Alguien vio a Agustina en el sendero y necesitamos ir a ver si todavía está allí.
—No sabemos con quién estamos tratando o cuáles son sus motivos. Por lo que sabemos, esta historia ha sido filtrada a la prensa y cualquiera podría haber dado este soplo a la policía —queriendo ser perfectamente claro, dijo—: ¿Y si algún fan degenerado cree que este es el camino perfecto para finalmente encontrarte, arriba en las montañas con nadie más alrededor?
Sus mejillas se sonrojaron, sus puños se apretaron y dijo:
— ¿No puedes ver que no puedo siquiera pensar en algo así ahora mismo? No me voy a quedar sentada cuando finalmente hay algún lugar dónde buscar a mi hermana. Estoy harta de tomarme tiempo para pensar en las cosas. ¿Dónde nos ha llevado eso? ¡A ningún sitio! Agustina todavía está desaparecida. Cualquier cosa podría estar ocurriéndole ahora. Voy a ir tras ella, Pedro. Tengo que hacerlo.
Ella dejó caer las manos a los lados.
—Lo siento —dijo en un susurro de voz—. No debería estar gritándote a ti. Sólo estás intentando ayudar.
Puso los brazos alrededor de ella.
—No tienes que disculparte por nada, cariño. Tienes razón; no tenemos otra opción que salir hacia ese sendero. Con suerte, Agustina nos habrá dejado una pista.
Durante los últimos tres días, Paula se había enfrentado a continuas pruebas físicas y desafíos que nunca había planeado abordar. Rafting, escalada y larga caminatas de senderismo por caminos extremadamente estrechos como este, donde un paso en falso dejaba caer cientos de rocas a sus pies.
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