domingo, 1 de noviembre de 2015

CAPITULO 40 (tercera parte)





La cabaña estaba vacía cuando Paula llegó un rato más tarde. Mirando hacia la playa, notó que el velero ya no estaba atado a la boya. Pensar en Pedro allá afuera con vientos como estos la tuvo instantáneamente preocupada.


No, se dijo a sí misma. Él había crecido en este lago. Sabría cuándo era seguro salir y cuándo no lo era.


Necesitaba parar de pensar en él a cada segundo.


Después de cambiarse la ropa por una sudadera y jeans sucios con pintura, Paula llevó su caballete adentro desde el porche ventoso y se paró en frente. Este momento era una prueba. Una prueba que ella desesperadamente necesitaba vencer.


La aclamada muestra de Arte de Blue Mountain Lake iba a ser en dos semanas y éste era el comienzo de su semana libre para estar lista. Las buenas noticias eran que acababa de vender otra de sus pinturas de la pared del restaurante esta mañana durante el desayuno, pero significaba que tenía una pintura menos que poner en la muestra.


Toda la semana necesitaría pintar como un remolino para tener todo hecho a tiempo. Especialmente dado que había entregado muchas horas de la semana pasada al placer de estar en los brazos de Pedro. A la vez, pensó, estaba agradecida por la forma en que el tiempo con él la había estimulado. Unos cuantos dulces días en sus brazos, amándolo, habían proporcionado a su trabajo una sensibilidad emocional mucho más profunda.


Pero si su creatividad estaba intrínsecamente atada a él estaba completamente perdida.


Tomando una profunda respiración, levantó un pincel y decidió que no podía dejar que Pedro tomara esto de ella también. Él ya tenía su corazón.


Merecía guardar algo para sí misma.


No fue un comienzo fácil, pero Gracias a Dios, finalmente empezó a perderse dentro de sus pinturas. No sabía cuánto tiempo había estado trabajando, el tiempo simplemente se desvanecía cuando agarraba el ritmo, cuando levantó la mirada de su caballete y vio que el viento se había convertido en una tormenta llena de granizo y lluvia.


Y fue cuando se dio cuenta que Pedro todavía estaba afuera.


En la clase de tormenta que podía destruir un pequeño bote de vela.


Corrió fuera de la cabaña, por la playa hacia el muelle. La cubierta estaba todavía sobre el bote a motor y la jaló, rompiéndose un par de uñas en su desesperación. La tormenta había enviado una densa niebla adicionalmente a la lluvia y al viento. Con el bote descubierto lo suficiente para que pudiera sentarse detrás del timón, rápidamente desató las cuerdas que lo sostenían al muelle y giró la llave del encendido. Quería ir rápido, cruzar todo el lago para encontrar a Pedro, pero apenas podía ver a metro y medio de distancia delante suyo y tenía que navegar despacio.


¿Dónde estaba él?


Rezó, más duro de lo que nunca lo había hecho antes, y entonces lo vio, un rápido destello de algo que parecía como el casco blanco de un bote invertido, y se dirigió hacia éste.


Tuvo que acercase a seis metros antes de poder ver claramente el bote. No vio a Pedro al principio. Perdió el agarre del timón cuando el shock de perderlo casi la destruye, pero entonces, un segundo después vio su cabeza y sus hombros, moviéndose arriba y abajo en el agua mientras trataba de treparse sobre el casco invertido.


Pedro estaba entrenado para salvar gente. Paula no. Pero ahora que sus posiciones se habían invertido, sabía que necesitaba no solamente extraer de su propia fuerza, sino también de la de él.


Firmemente, arrastró el bote junto a él, necesitando acercase tanto como pudiera sin golpearlo. Con el viento y el enorme oleaje meciéndolos a ambos alrededor del lago, era difícil, pero se negaba a dejarse amilanar, dejarse llevar por el miedo que trataba de quebrarla.


La vio entonces, yendo por él. Ella apagó el motor y se inclinó tanto como pudo fuera del bote sin caerse en el agua. 


Él estaba fuera de su alcance, más allá de sus dedos, pero sabía que no podía lanzarse al agua, no podía dejar que el bote de motor se alejara de ellos. Trató de alcanzarlo nuevamente y esta vez sus dedos fueron capaces de atrapar los suyos.


Jalándolo con una fuerza que no sabía que tenía, envolvió sus manos frías alrededor de su carne casi congelada y lo alejó del bote de vela. Él apenas podía cerrar sus dedos, y ella sabía que la combinación de frío y humedad junto con el daño en su nervio debía de estar haciendo que hasta el más pequeño movimiento incluso sea casi imposible.


Pero entonces, fue él quien la jalaba y cuando los dos botes chocaron, saltó al bote de motor.


No debía dudar de su fortaleza, aún en condiciones como éstas. Se obligó a mantener su enfoque hasta que tuvo el bote de motor seguramente atado al muelle. Ellos se preocuparían por recuperar el bote de vela más tarde.


Solamente entonces se permitió mirarlo, poner sus brazos a su alrededor. Oh Dios, su piel había perdido el color. Estaba tan frío y temblando. De alguna manera necesitaba meterlo dentro de la cabaña, abrigarlo, asegurarse de que estaba bien.


Pero él tenía mucha más fuerza de la que alguien más tendría; cuando ella salió del bote y se estiró para ayudarlo a salir, él estuvo rápidamente sobre el muelle, moviéndose con ella a través de la granizada hacia la cabaña.


En el minuto que estuvieron dentro lo desnudó, luego jaló una colcha gruesa de una de las sillas cercana y la envolvió alrededor de él. De alguna manera, había quedado atrapada en la manta, su cuerpo presionado fuerte contra el de él, pero cuando trató de zafarse para ir a hacer un té para calentarlo, se dio cuenta que sus brazos la sostenían otra vez.


—Me asustaste —susurró en su cuello. Estaba temblando, más del miedo por casi haberlo perdido que por el frío.


—Me salvaste.


Su piel todavía estaba tan fría, sus fuertes músculos eran como bloques de hielo contra ella, sus manos y brazos estaban rígidos mientras trataba de volverlos a la vida masajeándolos con sus dedos.


—Necesitas entrar en calor.


Afortunadamente, el cuarto en la parte de atrás de la casa tenía ducha, de manera que no tenían que subir las escaleras.


Segundos después, estaban parados juntos bajo la ducha, abrazados, Pedro desnudo, Paula completamente vestida.


Se calentaron rápidamente, y ella nunca había estado más feliz de lo que estaba ahora de sentir sus labios en los suyos mientras que él doblaba su cabeza para besarla.


Sus pezones se endurecieron contra su pecho y cuando él empezó a quitarle la ropa, la única cosa en la que podía pensar era que esto debía significar que él tenía sensaciones en sus manos.


Y entonces estuvo desnuda también y Pedro la estaba hundiendo sobre el piso azulejado de la ducha y ella estaba yendo con él.


Una última vez, era todo en lo que podía pensar mientras sentía la gruesa cabeza de su polla presionar en ella, mientras la llenaba suavemente con su calor. Se concentró en memorizar cada última cosa sobre él, la pasión en sus ojos azules,la emoción grabada en su cara.


Un día encontraría otro hombre para casarse. Tendría hijos. 


Y trabajaría como el infierno para ser feliz.


Pero nunca habría nadie como Pedro.


Después de lo que acababa de pasar, se merecía estos últimos momentos robados en sus brazos.


Y luego sería fuerte.


Jadeó de placer cuando él envolvió sus manos alrededor de sus caderas y la jaló fuerte hacia abajo, todo el camino sobre él. No quería dejarlo, no quería renunciar a Pedro mientras le decía lo mucho que la deseaba, la necesitaba, cómo tenía que tenerla. Sus músculos comenzaron a contraerse alrededor de él y su gruñido de placer vibró todo el camino hasta el centro de ella.


Una última vez.












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