jueves, 22 de octubre de 2015

CAPITULO 9 (tercera parte)





La película de terror había sido un asco. De alto nivel. Pero a Jose Wilcox no le importaba. No se podría haber concentrado en esta de todos modos. No con Hannah sentada a su lado. Le había agarrado el brazo durante una escena donde le arrancaban la cabeza a la preciosidad de la película y la sangre brotaba por todas partes. Había sido impresionante.


Todo el mundo tenía que llegar a casa después de la película, pero Jose sabía que su madre estaría en el restaurante hasta las once, por lo menos. Tenía un montón de tiempo antes de que tuviera que estar en casa.


—Está bastante oscuro —dijo Hannah cuando sus amigos los dejaron en la calle principal.


No estaba seguro de si le estaba lanzándole una indirecta, pero de todos modos se atrevió a decir;
— ¿Quieres que te acompañe a casa?


Le sonrió y se dirigieron hacia la playa. La casa de Hannah no estaba lejos de la calle principal, a diferencia de la suya, que estaba al otro lado del lago. Podía hacer el camino al pueblo en bicicleta dormido.


Había varias fogatas y Hannah dijo:
— ¿Puedes creer que nunca he comido un s'more?


Se volvió y trató de no mirarla como un idiota.


— ¿En serio?


—Extraño, ¿no? —dijo, un poco avergonzada—. ¿Tal vez podrías enseñarme cómo hacer uno, alguna vez?


Sus latidos aumentaron mientras asentía, de una manera que sabía que era demasiado entusiasta. Pero no podía evitarlo. No cuando ésta era su oportunidad de lucirse. 


Porque, todo el mundo sabía, que era un maestro haciendo s'more.


—Por supuesto —estaban casi en su casa—. ¿Qué tal esta noche? —entonces se le ocurrió—. Aunque, es probable que no tengas los ingredientes.


Pero asintió y dijo:
—En realidad, sí.


Se sentó en el muelle mientras ella corría a su casa y regresaba con galletas, malvaviscos, chocolate y fósforos.


—Sígueme —caminando hacia unos árboles, señaló el suelo—. En primer lugar, tienes que encontrar el palo perfecto. No demasiado gordo, no demasiado delgado, no demasiado corto, no demasiado largo. Y tiene que tener una punta fina para que se puedas pinchar el malvavisco en este.


Recogió un palo.


— ¿Qué tal este?


Lo miró y sonrió.


—Eso es la suerte del principiante. Es perfecto.


Se sonrojó ante su cumplido.


—Gracias. ¿Y ahora qué?


—Ahora encendemos el fuego.


Había estado haciendo fogatas toda su vida y la que más le gustaba era la técnica de la pirámide. Minutos más tarde, el fuego estaba ardiendo. Rápidamente, agarró su propio palo.


—Prácticamente, la parte más importante de un s'more es la forma de cocinar el malvavisco. Debería quedar crujiente y dorado por fuera, pero completamente pegajoso y derretido por dentro. De esa manera, el chocolate se derrite al hacer contacto con este. Lo peor es, que accidentalmente tu malvavisco arda con el fuego, porque sólo carbonizaría el exterior, pero el resto estaría todavía crudo —hizo una mueca—. Los niños pequeños tienden a hacerlo con mucha frecuencia.


—Wow —dijo ella— eso suena algo complicado. Tal vez simplemente deberías hacerme uno.


—Nah —dijo, encogiéndose de hombros— es bastante fácil. Una vez que controles el fuego, serás una verdadera profesional.


Pinchando un malvavisco en el extremo de cada uno de los palos, se puso en cuclillas al borde de la gran hoguera.


—Lo mejor es tostarlo lentamente en las brasas. Tarda un poco más, pero vale la pena.


Cuando Hannah se arrodilló a su lado, sintió que su estómago se relajaba. Asaron en silencio hasta que sus malvaviscos alcanzaron un perfecto dorado, con un aspecto burbujeante en el exterior.


—Creo que están listos —dijo. Volvieron a donde habían dejado la bandeja de galletas y el chocolate. Rompiendo una galleta por la mitad, puso un bloque de chocolate en esta y dijo—: Ahora es cuando lo pones todo junto. Extiende tu palo.


Usando las dos mitades de la galleta, sacó lentamente el malvavisco del palo, con cuidado de no dejar caer el chocolate.


—Adelante, pruébalo.


Observó atentamente mientras daba un bocado. Sus ojos se cerraron y su rostro parecía estar en completo éxtasis. 


Nunca había sentido esto por una chica. Nunca quiso ver el placer en su rostro mientras hacía algo totalmente aburrido como comerse un s'more. Pero podría haber estado sentado allí observando a Hannah para siempre.


— ¿Cómo está? —preguntó, sus palabras saliendo un poco rasposas.


Abrió los ojos y le sonrió.


—Totalmente increíble.


Y entonces, justo cuando estaba tratando de averiguar si debía intentar besarla, dijo:
—No puedo creer que hayas crecido aquí. Tienes mucha suerte. Y es genial que tu madre sea la propietaria del restaurante. Debes conocer a todo el mundo.


—Uf. Eso es lo que me gusta de la ciudad. El anonimato total. No como aquí, que cada vez que voy a la oficina de correos la señora Hendricks me pregunta si he crecido un poco más.


Hannah se rio.


— ¿Lo hiciste?


—Tal vez, un par de centímetros —se echó a reír de nuevo—. Pero en serio, esto es tan aburrido.


Dejó de reír y él se apresuró a decir:
—Quiero decir, no estar contigo ni nada de eso. Es sólo que, he estado en el lago durante tanto tiempo. Y mi madre está constantemente encima de mí.


—Mis padres y yo comimos en el restaurante cuando estábamos buscando un lugar para veranear y tu madre salió a hablar con nosotros por un rato sobre cómo se vive aquí. Fue realmente genial. Muy agradable con nosotros.


Se encogió de hombros.


—Síp, es guay, supongo.


— ¿Tiene novio?


—No.


— ¿En serio? Pero es muy bonita. ¿Al menos tiene citas?


Pensó sobre ello, intentado imaginarse a su madre de cualquier otra manera que no fuera como su madre.


—Nop. No tiene citas.


Tal vez, ese era el problema. Su madre no tenía vida propia. 


No era de extrañar que estuviera metiéndose en sus asuntos y siempre le estuviera pidiendo que salieran en el bote de remo o a dar una caminata.


El fuego estaba empezando a apagarse cuando la madre de Hannah la llamó desde el porche.


—Tengo que irme —dijo—. Gracias por la lección de s'mores.


Mientras caminaba por la playa, de vuelta hacia donde había dejado su bicicleta esa tarde, pasó junto a un par de tipos de aspecto sombrío.


— ¿Quieres fuegos artificiales?


Casi siguió caminando, ignorándolos, pero luego se detuvo. 


Hannah estaría totalmente impresionada si la invitaba para el Cuatro de Julio y tenía su propio alijo de fuegos artificiales.


 Sacando su billetera, les entregó un fajo de dinero que su padre le había dado.












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