martes, 3 de noviembre de 2015

CAPITULO 47 (tercera parte)




Gracias a Dios, Paula pensó mientras trabajaba rápidamente en los toques finales de su pintura. Ella podía estar emocionalmente confundida como nunca había estado, pero por lo menos no había perdido su talento. Todo lo que quería era centrarse en su arte en lugar de todas las locuras que Pedro le había dicho en la playa.


Te amo.


¿Qué pasa si quiero casarme contigo porque no puedo imaginar una vida sin ti?


¿No sabía que ella ya lo había borrado? ¿Que él no podía simplemente levantarse y hacer un giro radical sobre todo y esperar que ella no lo interrogue?


Dejó su pincel. Se estaba mintiendo a sí misma. No estaba en la zona en absoluto. ¿Cómo podía estarlo cuando todo su futuro pendía de un hilo? ¿Cuándo Pedro estaba esperando su respuesta?


Su primer gran muestra de arte era en menos de una semana, un espectáculo que había estado esperando con impaciencia por meses. Por Dios, tenía que sacar el máximo provecho de esto. Con o sin el hombre que amaba a su lado.


Estaba estirándose por su pincel de nuevo cuando notó el olor a humo pasar flotando. Extraño. ¿Por qué alguien habría encendido una fogata en medio de un día soleado?


Y luego, en un instante, eso la golpeó. No estaba oliendo una fogata; algo estaba ardiendo.


Su mano se dirigió inmediatamente a su estómago. 


Trabajando en mantener la calma, deslizó sus pies en zapatillas antes de salir corriendo a la playa para tratar de averiguar qué estaba ardiendo.


Su mano cubrió su boca cuando estuvo de pie en la orilla del agua y miró hacia arriba. Los árboles detrás de Poplar Cove estaban echando humo y cada pocos segundos una nueva explosión naranja de llamas aparecía por encima de la línea del techo.


Su primer pensamiento, su único pensamiento, fue sobre Pedro. Lo molesto que estaría si la cabaña se quemaba. Él había derramado su corazón renovándola, pero más que eso, su casa de verano había sido un lugar feliz para él cuando era un niño, y mantenía sus mejores recuerdos dentro de sus paredes de madera.


No podía dejar que se queme.


Corrió hacia la casa, en busca de una manguera y una escalera, incluso aunque sabía lo que Pedro le diría si estuviera aquí.


—Aléjate de la construcción. Llega tan lejos del fuego como puedas y permanece a salvo.


Y lo haría. Pero primero tenía que hacer lo que pudiera para salvar a la cabaña de su familia.


Acababa de apoyar la escalera contra la pared lateral, abriendo plenamente la manguera, cuando Jose vino corriendo a través de la playa, obviamente atraído por el humo.


—Regresa a tu casa y llama al 911 —gritó—. Llama a tu madre. Y llama a Pedro y a su padre.


Los ojos del chico estaban muy abiertos por el miedo mientras gritaba:
—Está bien. —Y corrió de regreso a su casa para hacer las llamadas.


Era la cosa más extraña, pero incluso aunque el fuego estaba tan cerca que podía sentir su calor, no tenía miedo de subir al techo mientras cargaba una pesada manguera. No cuando ella tenía un propósito tan claro.


Necesitaba salvar Poplar Cove. Por Pedro.


No sabía cuánto tiempo había estado allí arriba, pero se estaba volviendo más caliente rápidamente y lleno de humo mientras el fuego se abría camino por la montaña hacia la cabaña, saltando árboles uno tras otro como la yesca.


Las montañas Adirondack eran conocidas por sus tormentas repentinas, por la enorme cantidad de agua que podía, de pronto, caer del cielo sin advertencia durante quince minutos y luego desaparecer con la misma rapidez. Pero desde la tormenta que había volcado el velero de Pedro había estado caluroso y seco, con temperaturas de casi treinta y ocho grados.


Oh, cómo deseaba que una de esas tormentas decidiera rodar en este momento para darles a todos una buena mojada. Pero cuando miró hacia el cielo, detrás de la capa de humo y ceniza todo lo que podía ver era cielo azul, sin una nube a la vista.


No tenía que ser bombero para saber que era el día perfecto para un incendio forestal.


Moviéndose tan rápido como podía, mojó todo el techo. Aún no había oído las sirenas, y no tenía ni idea de lo lejos que estaban los bomberos voluntarios. Se quedaría tanto tiempo como pudiera, pero se aseguraría de bajar antes de que estuviera en algún peligro real.


Cuando oyó gritar, miró hacia abajo para ver a Andres subiendo por la escalera hasta el techo. Ella estaba en el borde trasero de la construcción, tan cerca de los árboles que prácticamente podía agarrar uno y saltar encima.


— ¡Paula! —el rostro de Andres era una imagen de pánico—. Tienes que bajar del techo. ¡Ahora!


Ella abrió la boca para contestarle, para decirle que todavía estaba bien, cuando sintió un agudo e inesperado silbido de viento en su espalda.


La brisa nunca había estado tan caliente, así de espesa. El fuego se había movido más rápido, más cerca de lo que había calculado.


—Deja caer la manguera y corre —gritó Andres por encima del crepitar de las llamas y ella estaba a punto de soltar la manguera cuando vio una gruesa chispa de llamas saltar por encima de su cabeza. Parecía uno de esos pequeños petardos con los que los niños estaban jugando en la playa el Cuatro de Julio.


A pesar de sus esfuerzos por mantener el techo húmedo, las chispas atraparon y encendieron las baldosas de madera, una pared de llamas separándola de Andres o cualquier forma de bajar.


Mientras las llamas bailaban delante suyo, sólo podía pensar en una cosa: Ella iba a morir sin nunca terminar su conversación con Pedro.


Había pensado que tenía mucho tiempo para pensar las cosas, para cavilar todo lo que él había dicho, para sopesar ambos lados.


Había pensado que se merecía al menos un puñado de horas para estar enfadada, para hacerlo sufrir de la manera en que lo había hecho él.


Pero el fuego había llegado tan rápido.


Y ahora, pensó, mientras empezaba a toser y no podía parar, parecía que podría estar falta de tiempo.


A menos que Pedro encontrara la manera de llegar a ella antes que lo hicieran las llamas.



*****

Sí, Pedro entendía que Paula había necesitado tiempo, pero eso no quería decir que había accedido a sentarse y esperar.


Durante toda su vida, había ido por lo que él quería. 


Haciendo que suceda.


No planeaba perder a Paula. No ahora que por fin había sacado la cabeza de su culo y se dio cuenta que su vida no valdría una mierda sin ella.


Isabel era una de sus amigas más cercana. La necesitaba de su lado.


No mucho después de que Paula lo dejara en la playa, estaba entrando al restaurante por primera vez desde que se enteró de la relación de su padre con Isabel. Ella estaba haciendo café detrás del mostrador cuando levantó la vista y lo vio.


Pedro.


—Paula está embarazada —dijo, sin molestarse con una pequeña charla—. Yo la amo. Ella no me cree. Ayúdame a encontrar una manera de convencerla.


Isabel no parecía tan sorprendida como debería estarlo.


—Ella se hizo la prueba en mi casa.


Ah, por eso ella caminaba de regreso por la playa esa mañana.


—Sé que me ama.


—Sí —dijo Isabel—. Lo hace.


—Está siendo terca.


—Le hiciste daño.


—Lo sé. Y quiero pasar el resto de mi vida recompensándoselo.


—En verdad vas a tener que arrastrarte.


—Confía en mí, voy a estar arrastrándome como nadie ha visto nunca.


Isabel finalmente sonrió. Y por primera vez desde que Paula se había alejado de él, se sentía como que tal vez todo podría funcionar después de todo.


Y entonces el teléfono sonó justo mientras alguien decía:
—Hay un incendio. Al otro lado del lago.


Pedro salió corriendo, levantó la vista hacia el cielo y tuvo que parpadear un par de veces para aclarar su vista. El humo todavía estaba ondulando arriba de los árboles al otro lado del lago.


Justo en el lugar donde estaba asentada la cabaña de sus bisabuelos.


Él estaba medio en su auto cuando se dio cuenta que Isabel estaba abriendo la puerta del lado del pasajero.


—Voy contigo.


Salió del estacionamiento en una ráfaga de polvo bajo sus neumáticos. El límite de velocidad era de cuarenta y cinco en el camino alrededor del lago, pero su velocímetro seguía subiendo. Sesenta. Sesenta y cinco. Setenta. Setenta y cinco. Y, sin embargo, Pedro intentó conducir más rápido, porque cuanto más se acercaban a Poplar Cove, peor parecía la situación.


Por favor, rezó en silencio, necesito saber que Paula está a salvo. Por favor, deja que esté a salvo.


En todos sus años de luchar contra el fuego, nunca había rezado más fuerte, nunca deseó más la seguridad de alguien.


Paula era todo para él. Todo. Y si, por alguna horrible casualidad, quedara atrapada en el fuego...


No, no podía permitirse pensar eso.


Si lo hiciera, estaría perdido. Completamente perdido.


—Están ahí afuera, combatiéndolo —fue lo único que dijo Isabel durante su viaje, el terror de sus palabras llenando el auto, imposibilitando a Pedro responder, para calmar sus temores.


Finalmente deteniéndose junto a la cabaña, saltó fuera del auto.


Paula.


¿Dónde diablos estaba Paula?


Sus ojos recorrieron la propiedad rápidamente, tal como lo haría en cualquier otro fuego, sólo que esta vez estaba intentando con todas sus fuerzas mantener el pánico a raya. 


Tratando de evitar volverse loco.


No podía verla.


¿Dónde diablos estaba?


Alguien agarró su brazo, pero no era Paula así que no rompió su paso, no desvió su atención de su búsqueda.


Pedro, ella está allí arriba. En el techo. Está atrapada por las llamas. Y ya ha inhalado mucho humo.


Finalmente, registró que su padre estaba hablando.


—Traté de sacarla —dijo su padre, pero Pedro ya estaba a mitad de una escalera apoyada contra el costado de la cabaña.


Él no tenía ningún atuendo y llevaba zapatillas que se derretirían casi al instante si se encontraba cara a cara con el fuego, pero nada de eso importaba. Lo único que importaba era conseguir sacar a Paula del techo lo más rápido posible.


Segundos después estaba en el techo, mirando fijamente a las llamas. Y entonces, cuando la brisa de la tarde llegó, buena y fuerte, moviendo el humo y las llamas lejos por una fracción de segundo, la vio.


Paula estaba de pie en la esquina trasera del techo, sujetando una manguera, todavía manejándola para tratar de combatir las llamas a pesar de que estaba en peligro mortal.


Demasiado alto de la tierra para saltar y con fuego yendo hacia ella por ambos lados, Pedro sabía que alguien más habría estado gritando. Llorando. Pidiendo ayuda.


Sin embargo, incluso a través de las llamas vacilantes, podía ver su enfoque, su determinación por salvar a la cabaña de su familia.


Increíble. Ella era increíble.


Con el uniforme, tal vez podría haber corrido a través de las llamas para alcanzarla. Pero si lo intentaba con sus pantalones cortos y zapatillas, ambos morirían allí arriba. 


Tenía que encontrar un camino hacia ella, y rápido, ya que las llamas crecían más calientes, el humo más grueso con cada segundo que pasaba.


Sabía que debería estar en marcha, mirando, buscando, pero de repente sus pies no se movían.


Jesús, estaba congelado.


Una escalofriante ola de pánico se movió a través de sus células una a una, paralizándolo aún más, haciendo difícil para él respirar, pensar. Su pecho se apretó mientras la idea de que todo estaba perdido se hacía cada vez más real.


Y entonces, oyó una voz gritando su nombre. La voz de Paula. Seguido por el horrible sonido de su tos por el humo que estaba inhalando.


Humo y llamas nublaron su visión, pero solo escuchar su voz, escuchar su grito para que él se vaya, baje del techo, se salve; rompió el hechizo mortal que había intentado envolverse a su alrededor.


Una inesperada sonrisa cruzó sus labios. Nunca en su vida había pensado amar a alguien tanto como la amaba.


La salvaría. Y a sí mismo.


Porque ellos se merecían una vida juntos.


Con todo el miedo dejándolo, fue a un lugar de puro instinto y memoria muscular, un lugar donde todo lo que había aprendido en su década de experiencia luchando contra incendios mortales entró en juego. Rápidamente escaneando su entorno de nuevo, decidió que su mejor opción era hacer un salto rápido hacia el gran álamo directamente junto a la casa. Era el mismo árbol que había dejado caer el fabricante de viuda sobre ellos. Pero ahora, le dio las gracias por ello.


Midiendo la distancia entre el canalón y el árbol, hizo a un lado las voces o pensamientos que no lo conseguiría desde allí y saltó.


Cuando aterrizó, la corteza mordió sus palmas y la piel de sus rodillas desnudas con tanta fuerza que podía sentir gotear la sangre caliente por su espinilla. Manteniendo el enfoque, trepó por una de las ramas y luego sobre la siguiente, una y otra vez, hasta que estuvo lo más cerca de Paula que podía.


—Momento de bajar del techo, cariño.


Saltando de la rama sobre la que estaba, aterrizó en el techo de nuevo, sólo que esta vez, podía sentir el calor de las baldosas debajo de las suelas de sus zapatos.


Ella corrió hacia él, le echó los brazos alrededor.


—Sabía que vendrías.


Que su fe en él pudiera ser tan firme cuando le había fallado tantas veces, lo puso en marcha más que cualquier cosa jamás lo hizo. Ella empezó a toser de nuevo y tomó hasta la última gota de control mantener su voz tranquila.


—Y sabía que estarías aquí arriba con una manguera —dijo, empujando las palabras burlonas más allá del nudo en su garganta con la esperanza de mantenerla en calma—. Voy a necesitar que te aferres a mí y no me sueltes.


—Está bien —ella arañó, tosiendo incluso mientras se subía sobre su espalda, sus brazos y piernas apretadas alrededor de su cuello y cintura.


Su suave calidez contra su espalda lo hizo sentirse invencible, como si no hubiera nada que no pudiera hacer.


¿Cómo, se preguntó incluso mientras corría por el techo, no lo había visto antes? Bombero. No bombero. ¿A quién le importaba? Eran todos detalles.


Porque mientras Paula estuviera a su lado, él podía hacer cualquier cosa.


Alcanzando el árbol, saltó. Pero una vez que estaban en el aire, se dio cuenta que había juzgado mal sus pesos combinados y que estaban cayendo más rápido de lo que había planeado. Afortunadamente, Paula estaba un paso por delante de él, y la sintió soltarse un instante antes de que pudiera detenerla. Juntos agarraron la única rama que quedaba para salvarlos de los últimos cinco metros al suelo.


Justo cuando sus manos fueron alrededor del árbol, oyó el golpe de aire del cuerpo de Paula cuando ella se estrelló en la rama. Apretando su mano derecha en el árbol, estiró su izquierda para agarrarla.


Quería decirle mil veces más lo mucho que la amaba, pero colgando de un árbol, mientras un fuego rugía a su alrededor no era exactamente una gran coordinación. Especialmente desde que dos docenas de personas se apresuraban debajo del árbol, hablando todos a la vez, arrojando una escalera contra el tronco, tratando de alcanzarlos. Tendría que ser feliz con uno solo.


—Te amo —dijo mientras la ayudaba bajar por la escalera.


Sus labios se abrieron, pero todo lo que salió fue más tos irregular, y entonces los paramédicos se la llevaron.


Todo en él quería aferrarse a ella, pero no podía negar años de experiencia en desastres. Los médicos necesitaban comprobarla lo antes posible, tenían que hacer algo para calmar su tos, para asegurarse que el bebé se quedaba con ella a través del shock.


Uno de los bomberos voluntarios locales estaba diciéndoles a todos que despejaran la zona. Los espectadores volvieron a sus barcos que estaban parados en la costa, pero su padre se mantuvo a su lado mientras el equipo de bomberos voluntarios corría hacia la playa con sus uniformes y comenzaba el trabajo de evitar que el fuego se propague.


Pedro no dejó a Paula fuera de su vista, ni por un segundo, ni siquiera cuando el jefe de bomberos se acercó a Pedro y a Andres en la arena.


— ¿Esta es tu casa?


Incluso cuando Andres dijo sí, Pedro sabía lo que el jefe iba a decir.


—Tenemos que poner nuestra atención en apagar el fuego actual, de manera que no se extienda a las otras casas por el lago. Mi instinto es que su cabaña ya está demasiado lejos, pero si tenemos la mano de obra para trabajar en ella más tarde…


Pedro sabía que si se quedaba a ayudar, con solo un conjunto más de manos y piernas, él podía ser capaz de inclinar la balanza a favor de mantener la casa. Pero tenía que hacerse cargo de la mujer que amaba.


Los paramédicos la habían recostado en una camilla y cuando la levantaron en la ambulancia, sus ojos estaban fijos en él.


—Tengo que ir —dijo a su padre—. Tengo que estar con Paula.


Esperaba oír la angustia de su padre mientras su campamento familiar se quemaba delante de ellos. En cambio, Andres le dijo:
—Paula te necesita mucho más que un montón de troncos antiguos quemándose.


Pedro se abrió paso a la parte posterior de la ambulancia justo cuando estaban cerrando las puertas.


—Oye, no puedes… —Uno de los paramédicos empezó a decir, pero la suave voz de Paula cortó a través de sus protestas.


—Lo necesito —logró decir antes de perder su respiración de nuevo y uno de los paramédicos cubrió su boca y nariz con una máscara de oxígeno.


—Estoy aquí, cariño —dijo mientras se deslizaba en el asiento a su lado.


Él le tomó de la mano, le acarició el pelo. Estaban poniendo una vía intravenosa y sus ojos ya estaban cerrándose mientras el oxígeno y la hidratación hacían su camino en su agotado sistema.


—Está embarazada —advirtió a los paramédicos—. Sean muy cuidadosos con ella.


Estaba durmiendo en el momento en que llegaron al centro de atención local. Los paramédicos rápidamente la llevaron para ser examinada por un médico y, aunque sabía que no podía estar allí, lo mataba estar lejos. Quería estar a su lado cuando abriera los ojos. Quería mantenerla a salvo en sus brazos y nunca dejarla ir.


Pedro estaba paseándose por la pequeña sala de espera cuando Isabel, Jose, y Andres se precipitaron dentro. Isabel le echó los brazos alrededor.


—Tú la salvaste.


Ella no estaba llorando mientras lo decía, pero estaba claro que apenas se había detenido.


— ¿Estás bien?


—No, no lo estoy. No hasta que sepa Paula está bien.


—Y el bebé.


Todo lo que pudo hacer fue asentir.


—Paula es un hueso duro de roer —dijo Isabel mientras le apretaba la mano—. Ella va a estar bien. Ambos lo harán.


En ese momento, Jose tiró de la manga de su madre. Su rostro estaba pálido, sus ojos muy abiertos, sus puños apretados.


—Mamá. Tengo que decirte algo.















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