miércoles, 4 de noviembre de 2015

CAPITULO 48 (tercera parte)




—Yo inicié el fuego —dijo Jose.


Era casi la única cosa que podía haber sacado a Pedro de su ansiedad por cómo lo estaba haciendo Paula.


— ¿Qué ocurrió?


El chico entrecerró los ojos, un par de lágrimas escurriéndose.


—Salí a la pila de madera detrás de nuestras casas. Para fumar.


La boca de Isabel estaba apretada, su rostro pálido por el horror. Con miedo. Andres se situó detrás de ella, puso una mano sobre su espalda, y Pedro tuvo la sensación de que el apoyo de su padre era la única razón por la que ella era capaz de permanecer en pie.


—Pero me provocó nauseas, así que lo arrojé bajo mis pies. Las hojas comenzaron a echar humo y arder así que las pisoteé. —Jose tomó una inestable respiración—. Pero supongo que no lo apagué del todo.


Pedro había hecho eso cientos de veces, escuchado la confesión de un pirómano accidental, trabajado para calmar a la persona. Pero era diferente esta vez. Cuando su cabaña estaba ardiendo.


—Paula podría haber muerto allí arriba.


El chico realmente comenzó a llorar entonces, tuvo que limpiarse la nariz con su sudadera.


—Lo siento mucho. Fue un accidente, lo juro. No pretendía herir a nadie. Especialmente a Paula. Ella es genial. Nunca querría que nada le ocurriera.


Ya eran dos, pensó Pedro con rabia mientras Andres se movía entre ellos.


—Iré con él para hablar con el jefe de bomberos. Para asegurarme de que no dice nada que ellos puedan retorcer más tarde para encasquetárselo de otra forma que no sea un accidente —puso su brazo alrededor de los hombros de Jose, que estaba temblando con miedo y arrepentimiento—. Isabel, también deberías estar allí.


Ella asintió, girándose para decirle a Pedro:
—Lo siento tanto —antes de que siguiera a su hijo y a Andres de regreso al auto.


La recepcionista se aclaró la garganta desde detrás de su escritorio.


—Disculpe, ¿es usted Pedro Alfonso? La Señora Chaves ha pedido que regrese para verla.


Toda su vida, pensó Pedro mientras se movía desde la sala de espera por el pasillo hacia la zona de examen, había sido el equilibrado. El chico con el que todo el mundo podía contar para mantener la calma. Incluso después de su paso por la unidad de quemados, había sido una roca.


Era casi como si los acontecimientos de estas pasadas dos semanas hubieran sido puestos en marcha para ponerle a prueba, para ver de qué estaba hecho.


La llamada del Servicio Forestal.


Perder el control cada vez que tocaba a Paula.


Descubrir que iba a ser padre.


Paula lanzándole de regreso sus palabras de amor.


Poplar Cove ardiendo, cientos de años de historia, convirtiéndose en humo.


Y ahora, Paula yaciendo en una cama de hospital.


Las cortinas estaban echadas y cuando tiró una hacia atrás para acercarse, su corazón se detuvo ante la visión de ella conectada a una intravenosa, sostenida por almohadas, yaciendo bajo una delgada manta blanca.


—Hola —dijo ella con una pequeña sonrisa.


Fue sólo entonces que su corazón comenzó a latir de nuevo.


Ella sonaba bien y su color era bueno. Pero no había forma de que pudiera verla como otra simple víctima del fuego, no había forma de que pudiera evaluar sus estadísticas y estar satisfecho de que estaba bien.


Se dijo que debía ser amable con ella, pero una vez estuvo en sus brazos, no podía dejar de besarla, no podía evitar acercarla más a él.


Su garganta estaba seca y agrietada cuando preguntó:
— ¿Cómo está el bebé? —sus manos automáticamente se movieron hacia su estómago todavía plano—. Está...


Ella puso sus manos sobre las suyas.


—Perfectamente bien.


La respiración que había estado conteniendo salió en un ruidoso zumbido de aire.


—Gracias a Dios —dijo, y después— al verte allá arriba en el techo… nunca he estado tan asustado. Y cuando me percaté de que no había forma de llegar a ti... —había sido el peor momento de su vida—. Nada más importaba excepto bajarte de ese techo.


—Tenía que intentar salvar la cabaña —dijo ella—. Aunque sabía que estarías furioso conmigo por no irme ante la primera señal de fuego.


—Prométeme que nunca harás algo tan valiente, o estúpido, de nuevo.


Ella hizo una mueca ante el ―estúpido, pero se mantuvo firme.


—No puedo hacerte esa promesa, Pedro, no cuando lo que amo podría estar en juego. ¿Serán capaces de salvar la cabaña?


—Probablemente no.


Una lágrima rodó por su mejilla.


—No es justo que la primera oportunidad que has tenido para luchar contra el fuego en dos años sea porque tu propia casa está ardiendo. Lo siento mucho, Pedro.


—No me importa nada de eso. Ni la cabaña. Ni siquiera combatir incendios. La cabaña estuvo allí cuando la necesitamos, para unirnos, para hacer imposible que ignoremos nuestros sentimientos el uno por el otro.


No iba a reprimir las palabras ni un segundo más.


—Te amo, Paula. Por favor, cásate conmigo. No porque estés embarazada, sino porque somos el uno para el otro.


Ella no retiró sus manos de las de él, pero sintió que sus dedos se tensaban.


—No quiero que repitamos los mismos errores, Pedro, hacer lo mismo que tus padres y simplemente casarnos porque estoy embarazada.


—Mi padre estaba enamorado de alguien más cuando dejó embarazada a mi madre. Yo estoy enamorado de ti, Paula.
Él tenía diecinueve años. Yo tengo treinta. Él realmente no estaba preparado para casarse, no con mi madre, de todas formas. Pero yo estoy listo para esto, Paula. Estoy listo para ti. Para una vida contigo. Con nuestros hijos.


La observó tratar de asimilar todo lo que estaba diciendo, pero incluso así sabía que tenía que darle más. Después del modo en que la había lastimado, se merecía hasta el último pedazo de él, sin importar lo duro que hubiera luchado para mantenerse lejos de todos durante tanto tiempo.


—Cuando esa noche me dijiste que me amabas, las sensaciones me abrumaron, nunca me había sentido así. Ni siquiera cuando mis manos se estaban derritiendo. Me asustó, Paula. Más que cualquier otra cosa a la que me hubiera enfrentado antes. Parecía más fácil entumecerse.


Él llevó las manos de ella a su corazón, y las sostuvo allí.


—Pero ahora sé que preferiría sentir demasiado que nada en absoluto.











No hay comentarios:

Publicar un comentario