miércoles, 14 de octubre de 2015
CAPITULO 35 (segunda parte)
—Está a salvo —Paula le dijo a Pedro y a Pablo mientras colgaba el teléfono.
No podía recordar cuándo se había sentido más feliz mientras Pedro la jalaba en sus brazos. Se sentía tan bien abrazarlo. No en una situación de miedo, sino, finalmente, con júbilo.
—Estoy tan feliz de que esté bien —él le dijo suavemente en su oído antes de soltarla.
Ella deslizó una mano hacia abajo para entrelazar sus dedos con los suyos, de repente sintiendo que nuevos comienzos eran posibles para todos.
— ¿Cuán lejos está el lugar del campamento?
Pablo sacó un mapa de una repisa cercana y lo abrió.
—Es un poco complicado por los árboles caídos alrededor de toda el área.
Paula sintió su pecho tensarse pensando que no sería posible llegar a Agustina en este momento.
Pedro se inclinó sobre el mapa.
—Estoy seguro que no tendremos problemas siguiendo tus indicaciones —él no la miró, pero sabía que estaba diciendo esas palabras calmantes para su beneficio.
Psblo resaltó varios caminos con una lapicera.
—En línea recta, son aproximadamente dieciséis kilómetros. Los primeros kilómetros serán las peores —luego sonrió—. Sin embargo, tengo buenas noticias. Mantengo una moto todo terreno escondida en los últimos kilómetros del camino. Luego de su caminata hasta allí, la moto debería ahorrarles horas de su tiempo.
Ella no se pudo contenerse de lanzar sus brazos alrededor de Pablo, y aunque él estaba rígido e incómodo, a ella no le importó. Estaba tan feliz de que Agustina estuviese bien que no vio ninguna razón para contener su alegría. Si, sabía que todavía necesitaban tener a Agustina sentada con la policía y describiendo al maldito que la había secuestrado, pero en este momento eso parecía un detalle pequeño.
Caminaron rápidamente a través de la Granja hacia su carpa y equipaje, luego que Pedro llenara su mochila con agua, comida y suplementos de primeros auxilios, enfilaron hacia los terrenos del campamento. Aunque Agustina sonaba bien al teléfono, Paula sabía que era mejor estar preparada para lo peor. Aun así, solo pensar en tener que usar el botiquín de primeros auxilios la asustaba de muerte.
—Yo habría empacado el botiquín de todas maneras —le dijo Pedro, leyendo su mente como lo había hecho muchas veces antes.
—Lo sé —dijo ella—. Esta situación con Agustina podría haber sido mucho peor.
Pedro alcanzó su mano y la apretó.
—Tal como has dicho, es una chica dura. No estoy sorprendido de que se haya puesto a salvo —él alzó una ceja—. Te apuesto que tu hubieras hecho lo mismo en su lugar. Las dos suenan como muy parecidas.
Ella se mordió el labio. ¿Estaba él en lo cierto? ¿Serían ella y Agustina realmente tan parecidas? Paula nunca hubiera usado la palabra “dura” para describirse, pero tal vez eso era, porque había pasado mucho tiempo asegurándose de que todo pareciera perfecto en el exterior y era raro que dejara a alguien ver lo que estaba escondiendo en su interior.
La mano de Pedro era cálida y seca en la de ella y se sentía extrañamente correcto caminar a través de la Granja y dentro del sendero a su lado. Casi como si fueran una pareja.
—Así que…
Él se detuvo y ella se preguntó qué era lo que le resultaba tan difícil de decir.
— ¿Cómo es tu agenda? ¿Tienes mucho tiempo libre?
Ella escondió su sonrisa. Era tan lindo, verlo dar vueltas tratando de pescar alguna información mientras intentaba no verse como si lo estuviera haciendo.
Tratando de actuar como si su pregunta no fuese la gran cosa; cuando la verdad era que, si era una gran cosa que él claramente quisiera pasar más tiempo con ella después de la búsqueda de Agustina… ella se estremeció.
—Trabajar en la TV es más o menos igual que trabajar en incendios. Estamos muy, muy ocupados por unos pocos meses, y luego tenemos largos y agradables descansos —ella no pudo resistirse a añadir— además, si hay una ciudad en la que quiero pasar algo de tiempo, usualmente puedo convencer a mi productora de que vale la pena establecer una semana de espectáculos allí.
Ella dejó sin pronunciar su obvio intento de seguir con: “Como, digamos, Lake Tahoe”.
—Es bueno saberlo —dijo, antes de sorprenderla con—: por cierto, tus habilidades para el canotaje y el senderismo han excedido en mucho mis expectativas.
Paula tuvo que reír para sí misma. Estaba brillando, incapaz de parar de sonreír por sus elogios. Uno podría pensar que nunca había escuchado un cumplido antes.
—Gracias Pedro, eso significa mucho para mí. Aunque supongo que ayuda que tus expectativas eran poco menos que nada en un principio.
En lugar de reír con ella, Pedro le envió una mirada muy seria, casi dura.
—En el hospital y en el cuarto del motel, me comporté como un asno. Hice un montón de suposiciones sobre ti, tu trabajo y de lo que eras capaz de hacer. Estaba equivocado.
Ella sacudió la cabeza.
—No, has sido increíble, ayudándome en esto. Especialmente después de todo lo malo en nuestro pasado.
Ella estaba buscando las palabras correctas para tratar de consolidar algunos planes futuros cuando Pedro de repente soltó su mano y se agachó dentro de una pequeña grieta en las rocas.
—Buenas noticias, la moto todo terreno estaba donde Pablo dijo.
La caminata sobre árboles caídos y grandes rocas había ido mucho más rápida de lo que había esperado. Enteramente debido a la compañía.
Pedro sacó uno de los cascos de su mochila, pero en lugar de dárselo, lo colocó sobre su cabeza.
—Linda. Muy linda.
Ella no le había dado mucha importancia a su apariencia desde que Agustina había llamado, pero ahora que todo estaba más o menos normal, era bueno saber que no iba a asustar a niños pequeños. Y que Pedro todavía parecía pensar que ella se veía bien.
—Sube detrás de mí —dijo mientras sacaba la pequeña motocicleta de su escondite. A través de la visera de su casco podía ver que él estaba sonriendo cuando dijo— y agárrate fuerte.
Oh sí, sería un placer envolver sus brazos alrededor de su cintura y pecho, y poner sus caderas contra su musculoso trasero.
Pedro hizo tronar el motor y entonces estaban volando por el terroso camino. Su pelo largo se salía debajo de su casco, la tierra del camino pronto cubriendo sus piernas y botas.
Ella nunca se había sentido tan maravillosamente viva.
Entre la velocidad y la cercanía de Pedro, se encontró riendo en voz alta. Y lo mejor de todo era que estaba compartiendo estos momentos con Pedro.
La belleza de los árboles y las montañas, y el cielo azul por encima, era tan colorido, tan hermoso. Ella no había sido capaz de apreciarlo hasta ahora, y rogaba que, una vez que ella y Agustina regresaran a San Francisco, pudiera compartir otro momento tan increíble como éste con Pedro.
Estar con él siempre había sido su más grande emoción.
Una fiebre total. Todavía lo era.
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