miércoles, 21 de octubre de 2015
CAPITULO 4 (tercera parte)
La mayoría de los días, los ocho kilómetros que Paula conducía hacia la pequeña franja del centro al lado opuesto de Blue Mountain Lake era un agradable y relajante paseo.
Mientras el invierno había dado paso a la primavera y la primavera al verano, los árboles se habían llenado de nuevos y brillantes brotes verdes que nunca se cansaba de admirar.
Hasta hoy.
¿Qué demonios iba a hacer con Pedro? ¿Sobre el hecho que él, claramente, quería tener pleno acceso a su casa? no estaba lista para que su idilio frente al lago llegara a su fin.
Finalmente, le había tomado la mano a, bueno, pasar el rato.
Sus pinturas estaban empezando a lucir a como las veía en su cabeza.
Y Blue Mountain Lake, pero especialmente Poplar Cove, se sentía más como un hogar que cualquier otro lugar en el que hubiera estado antes.
Era un mundo totalmente diferente aquí afuera, en el bosque, en comparación con su vida anterior en Nueva York.
Le encantaba todo lo relacionado con ello. Los últimos ocho meses en Poplar Cove habían sido los más felices de su vida. El entorno, por supuesto, era espectacular, pero su alegría se basaba en algo más que el bello hábitat natural.
La libertad era una revelación. Por primera vez en su vida, no tenía que responder a nadie más que a sí misma. Ni a un marido, ni a sus padres, ni a los miembros de los comités de las incontables juntas de caridad.
Claro, había tenido que conseguir un trabajo sirviendo mesas en el pueblo para pagarse los lienzos, las pinturas y las provisiones, y le había tomado algo de tiempo acostumbrarse a tomar pedidos y servirlos, pero ser camarera era un pequeño precio a pagar por no tener que pedir dinero a sus padres mientras su ex marido mantenía su dinero bloqueado gracias a sus abogados.
Mientras aparcaba su auto detrás de la cafetería y salía al aire fresco, se tomó unos segundos para respirarlo recordándose a sí misma que no había ninguna razón para ponerse frenética.
Así que el nieto del dueño había aparecido de la nada. ¿Y qué? Lo más importante era que se había mantenido firme.
Y seguiría haciéndolo. Por desgracia, tenía que admitir que había hecho un buen trabajo dejando en claro sus puntos sobre la vieja cabaña. Algo tendría que hacer sobre eso.
Isabel, su mejor amiga en el pueblo, quien también era la propietaria del Restaurante Blue Mountain Lake, siempre daba buenos consejos. Si alguien sabría qué hacer en una situación como esta, esa era Isabel.
Paula estaba a mitad del aparcamiento cuando Jose, el hijo de quince años de Isabel, casi la derribó cuando pasó junto a ella para encontrarse con una guapa rubia en la acera.
Paula lo saludó, pero no la escuchó mientras doblaba la esquina.
Se empujó a través de la puerta trasera hacia la cocina para encontrar a Isabel cortando un par de pimientos en rodajas finas.
— ¿Quién era esa preciosa chica con la que Jose se estaba yendo? Él no podía apartar los ojos de ella.
Isabel suspiró, sin levantar la vista de su tarea.
— ¿Quién sabe? Soy la última persona a la que se la presentaría.
Desde el principio, Paula había estado impresionada por lo atractiva que era Isabel. Delgada y rubia, con casi cincuenta años, fácilmente parecía una década más joven. Hoy, sin embargo, se veía cansada. Exhausta. Probablemente porque las cosas habían sido difíciles últimamente entre ella y su hijo adolescente.
— ¿Qué pasó esta vez?
Las palabras de Isabel salieron apresuradas.
—Dio un portazo, a pesar de que le he dicho, por lo menos cien veces, que va a sacar la puerta de sus goznes, y cuando le pedí que sacara los cubiertos del lavavajillas, me dijo que no iba a trabajar hoy.
Durante los últimos meses, Jose había estado ayudando un par de horas por la tarde para ganar un poco de dinero para sus gastos. Aparte de tirar una bandeja de copas de vino, lo había hecho muy bien. Un poco perezoso a veces, pero sólo tenía quince años.
—Hmm —Paula no quería tomar partido, aunque sonaba como que Jose se había pasado de la raya—. ¿Dijo por qué?
—Evidentemente, su padre le ha dicho que debería estar divirtiéndose con sus amigos, porque ya tendrá tiempo suficiente para trabajar cuando sea mayor —Isabel dejó escapar un suspiro enojado—. Voy a matar a Brian. Se siente culpable porque sólo ve a su hijo un puñado de semanas al año y no tiene ni idea de lo difícil que hace mí día a día con toda su inagotable generosidad. Deberías haber oído a Jose anoche contar todas las cosas "totalmente impresionantes" que hizo con su padre en la ciudad el pasado par de semanas.
—Debe ser difícil competir con eso.
—Imposible. Así que le dije a Jose que era mejor que se quedara o se iba a enterar y, ¿a que no adivinas lo que me dijo el pedazo de mierda?
Paula tenía una muy buena idea de lo que a un chico de quince años podría ocurrírsele. Sobre todo, después de trabajar con ellos durante los últimos meses en la escuela.
—Dijo que la única forma en que se iba a quedar era si yo lo encadenaba a la cocina. Y luego salió de aquí a toda prisa, con esa chica, para ir a ver una película.
Paula se inclinó sobre la encimera.
—Todavía tengo pesadillas sobre mis quince años. Brackets. Acné. Todo lo que necesitaba era la cola de caballo y las gafas para completar el aspecto. Los diez kilos de más no eran ninguna ayuda, tampoco.
Isabel gruñó y Paula supo que no estaba siendo de ninguna ayuda.
—Lo que estoy tratando de decir es que, los quince es una edad difícil para todos. Y tienes que saber que Jose es un gran chico. Todo el año en la escuela cuando di arte en su clase, siempre fue muy educado. Sorprendentemente centrado. Había un chico al que casi golpeé un par de veces cuando repetidamente arrojaba pintura en el… —se dio cuenta de que se estaba saliendo por la tangente y se centró de nuevo en Jose—. De todos modos, en comparación con algunos de los otros chicos, Jose es prácticamente un ángel.
Toda la agresividad pareció dejar a su amiga.
—Gracias por eso. Ayuda saber que no se convertirá en un completo idiota. Mucho, en realidad.
—No hay de qué. Me gustaría poder ayudar más, pero sin haber tenido un hijo propio para practicar solo estoy aquí tirando humo.
Sabiendo que este era un tema delicado, Isabel dijo:
—Oh, cariño, no debería quejarme. Es solo que días como este, me hacen desear tener un compañero en toda esta cosa de ser padre. Alguien con quien compartir las decisiones. Para hacerlo todo más fácil. Pensé que era difícil cuando Jose era un bebé y estaba despierta toda la noche, luego tenía que fingir a la mañana siguiente ser un ser humano a pleno rendimiento. Pero te diré que, este malhumorado adolescente, es aún peor.
—Y totalmente normal —Paula tuvo que recordarle.
Isabel asintió.
—Tienes razón. Si sigo dejándome llevar por estas pequeñas cosas voy a estar completamente loca para el momento en que se vaya a la universidad. Recuérdame darte cinco centavos del tarro de las propinas más tarde.
Sesión de orientación oficialmente terminada.
Paula dudó por un momento, a pesar de que era su señal para ir al almacén a dejar su bolso y ponerse sus pantalones negros y su camisa.
Había esperado hablar con Isabel sobre Pedro. Pero estaba claro que su amiga ya tenía suficiente en su mente con su hijo.
No era gran cosa. Mucho había cambiado en los ocho meses que Paula llevaba en el lago. Había aprendido a defenderse. A no dejar que la gente la avasallara. Había sido clara con Pedro. Poplar Cove podría haber sido su casa cuando era niño, pero era su casa ahora. Si algún trabajo iba a ser hecho mientras tenía un contrato de arrendamiento, ella diría cuándo y cuánto.
No necesitaba a Isabel para que le dijera eso.
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